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Real Madrid y Sevilla se toman en serio la Copa, justo lo que no hace la Federación
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el city, eliminado, como muestra de la emoción

Real Madrid y Sevilla se toman en serio la Copa, justo lo que no hace la Federación

Tras sólo 90 minutos, Madrid y Sevilla sentenciaron su pase a los octavos de final. Sin embargo, aún tienen que jugar otro partido inservible que ya carece de cualquier sentido. Sin embargo, la Federación no da los pasos necesarios para renovar un modelo

Foto: Javier Hernández celebra su gol al Cornellà (Reuters).
Javier Hernández celebra su gol al Cornellà (Reuters).

Cuando hay un individuo, o un colectivo que realiza un acto diferente, contrario a la tradición, a la moda del momento, o a los cánones estructurales de sus coetáneos, se le puede tachar con varios apelativos: raro, moderno, anticuado, extravagante, innovador, tarado, estúpido... La lista es realmente extensa, y podríamos ocupar este artículo por completo, y no es plan. Aquí en España estamos acostumbrados a los contrastes, a diversificarnos de las costumbres foráneas, pero no precisamente por la aplicaciónd de unas ideas revolucionarias, sino por todo lo contrario. Salvo el 2 de mayo de 1808, cuando fuimos los primeros en decirle a Napoleón que sacara a Pepe Botella de Madrid. Y claro, algo tan arraigado en nuestras costumbres debía verse también en el fútbol.

¿Para qué adaptarnos a la usanza de nuestros vecinos europeos en cuanto al formato de la Copa del Rey se refiere? ¿Para luego poder decir, excusándose, que los jugadores llegan muy cansados al final de cada temporada por la acumulación de partidos, poniendo cara de pena al decirlo? No hay ni un solo país del viejo continente que continúe jugando sus competiciones coperas a eliminatorias de doble partido. Ese inmovilismo español es lo contrario a lo que el fútbol actual demanda, y no hay ni la más mínima intención de adaptarlo por parte de los que en él mandan.

Hubo una brevísima época en la que algún cerebro privilegiado decidió probar a jugar a partido único una eliminatoria, aunque sólo fuera la primera en la que participaban los grandes. Pero el resultado no fue del todo agradable para los organizadores ni para esos clubes poderosos. El Real Madrid se la pegó una vez en el Salto del Caballo y en Can Barça aún escuecen los goles de Madrigal. Así que, de un plumazo, se decidió acabar con la única ronda de la Copa del Rey que ha tenido verdadera emoción a lo largo de su centenaria y gloriosa historia.

Era gloriosa cuando por los pastos de España corrían y marcaban Telmo Zarra y Pahiño, cuando el Athletic era el equipo más poderoso del país y el Real Madrid todavía estaba esperando que Santiago Bernabéu ganase las elecciones. Por entonces, la Copa era el título grande de España, el que realmente decidía quién era el mejor equipo de la nación. Sus rondas se jugaban, como ya sabemos, a doble partido, lo cual no era ningún problema, puesto que las Ligas de entonces sólo contaban con 14 equipos y un total de 26 partidos, sin contar además con la inexistencia todavía de la Copa de Europa o cualquier otra competición continental de clubes. Es decir, el cansancio en las piernas de los jugadores no deslucía ningún torneo, porque no había tal cansancio.

Ahora, pasado muchas décadas desde entonces, en la época en la que la televisión gobierna el devenir del fútbol y se juega cuando a ella le conviene, los gobernadores de este deporte apenas tienen visión comercial con su propio producto, ese que tienen la obligación de vender al mejor precio. ¿Cuál es el atractivo del Real Madrid-Cornellà de dentro de 37 días, con la clasificación cerrada, económicamente hablando? El beneficio que puede recibir el club blanco por taquilla será ínfimo comparado con cualquier otra jornada liguera, puesto que a lo sumo tendrá media entrada, con unos precios muy reducidos para tratar de captar a cuantos más aficionados recelosos de pagar mejor.

La lógica sería el ingente ingreso que produce la propia televisión, que paga una millonada para que haya doble partido y así tener doble ingreso por una misma eliminatoria, como si de la Champions League se tratase. Pero, ¿quién verá la vuelta de este Sabadell 1-6Sevilla por televisión, sin ni una mísera pizca de emoción? Muy poca gente, probablemente. Pero claro, está el truco de las teles de pago, que venden un paquete completo con todos los partidos y a las que la visibilidad de cierto evento aislado les es indiferente para seguir cobrando sus emolumentos.

En cambio, a la vez que estos partidos sin trascendencia se jugaban en Sabadell y Cornellà, en Inglaterra, Francia y Alemania se disputaban otros con un ritmo muy diferente. Allí sabían que en esos noventa minutos (120 como máximo) sabrían si estarían en la siguiente ronda o si el resto de la competición la verían por esa televisión de pago de la que hablamos. El mismo Manchester City se la pegó precisamente en el Etihad ante el Newcastle. El campeón de la Capital One Cup no podrá defender su título después de no poder contrarrestar a unos magpies que han encontrado en esta, la segunda competición copera inglesa, una vía de escape a su mal inicio en la Premier. En un partido, incluso un equipo en baja forma puede ganarle al campeón de Inglaterra.

Y en la DFB Pokal, el Bayer Leverkusen, ese equipo que está sorprendiendo a toda Alemania con su juego atrevido y efectivo, sólo pudo ganar en penaltis al Magdeburg, un equipo de la Regionalliga Nord, la cuarta división del fútbol alemán. Incluso en Francia, el líder indiscutible de la Ligue 1, el Marsella de Marcelo Bielsa, cayó 2-1 contra el Rennes y dice así adiós a la Copa de la Liga. Pero claro, aquí en España no interesa que se den esas sorpresas...

Cuando hay un individuo, o un colectivo que realiza un acto diferente, contrario a la tradición, a la moda del momento, o a los cánones estructurales de sus coetáneos, se le puede tachar con varios apelativos: raro, moderno, anticuado, extravagante, innovador, tarado, estúpido... La lista es realmente extensa, y podríamos ocupar este artículo por completo, y no es plan. Aquí en España estamos acostumbrados a los contrastes, a diversificarnos de las costumbres foráneas, pero no precisamente por la aplicaciónd de unas ideas revolucionarias, sino por todo lo contrario. Salvo el 2 de mayo de 1808, cuando fuimos los primeros en decirle a Napoleón que sacara a Pepe Botella de Madrid. Y claro, algo tan arraigado en nuestras costumbres debía verse también en el fútbol.

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