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La determinación de Sergio Ramos para ser parte de la historia del Real Madrid
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el capitán volvió a sacar la cabeza

La determinación de Sergio Ramos para ser parte de la historia del Real Madrid

Un capitán ejerce siempre. Ramos nunca se esconde, ni para lo bueno ni para lo malo, y en buena medida por eso se ha ganado que su cabeza tenga un hueco en el museo del Bernabéu

Foto: Ramos volvió a ser el héroe del Real Madrid (Ciro De Luca/Reuters).
Ramos volvió a ser el héroe del Real Madrid (Ciro De Luca/Reuters).

El Real Madrid, como cualquier otro equipo, tiene días malos (bueno, al ser un grande, tiene menos días malos que otros muchos, pero entiéndase). Durante décadas, el madridismo se ha sentido protegido en esas situaciones adversas. El aficionado madridista era consciente de que siempre no se puede ganar, pero bien sabía que muchas otras veces sí, pese a que el marcador fuera contrario a sus intereses. Esa motivación estaba basada en algunos recuerdos que de generación en generación se fueron pasando, pero que no tenían una representación material real continuada. '90 minuto en el Bernabéu son molto longo', sí, pero no siempre se levantaba un resultado adverso. No ya siempre, sino ni siquiera de vez en cuando. Sergio Ramos, él solo, ha logrado que esa esperanza tenga base empírica.

Foto: Sergio Ramos, tras marcar el gol del empate en el último Clásico (EFE)

"Esto lo arregla Sergio Ramos". ¿En cuántos partidos que se le han torcido al Madrid hemos oído eso a algún madridista amigo nuestro? Si no lo has oído de boca de otro, puede que lo hayas dicho tú mismo. O, al menos, pensado. El Madrid gusta de agarrarse a cualquier clavo ardiendo al que le alcance la mano para sobrevivir, es un lema histórico del club, que parece que se ha hecho a sí mismo a base del sufrimiento, como si no se hubiera dedicado a ganar títulos a tutiplén durante su historia. Ramos es un clavo ardiendo que no quema. El club blanco, sus compañeros y sus seguidores saben que se pueden asir a él y el porcentaje de veces que los salvará de una caída segura hacia la derrota. Con Ramos en el campo siempre hay un motivo para la esperanza, y por lo general, no será en vano.

"No es la cabeza, es la determinación lo que le hace distinto al resto". Pepe Reina conoce bien a Ramos. Ha convivido con él durante muchos años en la Selección española y lo ha sufrido en más de una ocasión, y por eso entiende cómo actúa, qué le mueve a ser definitorio, por qué es tan importante. "Las estadísticas lo dicen. Es muy difícil y complicado defender. Tiene un salto y un remate que es de los mejores rematadores. Solo la cantidad de goles que lleva lo dice por sí solo", también lo conoce Raúl Albiol, que no atinó (ni él ni sus colegas napolitanos) a encontrar la fórmula mágica que impida a Sergio alzarse en el aire en el momento preciso, con la potencia de salto adecuada y perfilar el gesto de la cabeza sobre el balón para dirigirlo allí donde no va a llegar el cancerbero.

Otra cosa no, pero a Ramos no le gusta perder. Tampoco le pidas que haga una tesis doctoral sobre las ondas gravitacionales, la ciencia y las divagaciones no son su campo predilecto. El muchacho de Camas sirve para ganar, para hacer ganar. Cuando el Real Madrid va perdiendo o empatando, ahí está él. Esto es así, es demostrable, lo dicen los datos. Para que se hagan una idea: de 21 goles que ha marcado con la zamarra blanca desde la final de la Copa de Europa de Lisboa, 18 han sido con el Madrid perdiendo o empatando, tal y como muestran las cifras destacadas por 'ESPN'.

No es una cuestión solo numérica, aunque en el deporte los números lo son todo. Lo que ha hecho a Ramos lo que ahora es también se define en el momento en que ha hecho lo que ha hecho. Al final, a Ramos se le recordará eternamente por su gol en Lisboa. Incluso por los goles en el descuento. Pero son un gol más y una modalidad muy recurrente, pero hay más. Le ha hecho un doblete al Nápoles en San Paolo cuando el Madrid suspiraba por el triple pitido final del árbitro a 45 minutos de que eso sucediera, otro doblete en Champions... como el que hizo en el Allianz Arena de Múnich, ciudad en la que nunca había ganado el equipo merengue hasta que el defensa metió dos veces la cabeza ante la altura del Bayern para poner al club de su vida en la final de la Champions. Básicamente ganó él solo el Mundial de 2014 en Marruecos, entró para siempre en las pesadillas del Atlético en Milán, impidió que su Sevilla se llevase la Supercopa de Europa, le quitó al Barça una victoria en el Camp Nou, tumbó al Depor, al Málaga, al Villarreal...

Quizá si el Madrid fuera mejor equipo y solucionase sus partidos antes, Sergio Ramos no pasaría de ser un capitán más en la larga historia de grandes nombres que han portado el brazalete. Sin ir más lejos, en esta Copa de Europa, el Madrid ha encajado 12 goles en ocho partidos. Cualquier otro equipo, con esos datos, estaría eliminado. Y cualquiera señalaría al líder defensivo como principal responsable de cifras tan escandalosamente malas. Y Ramos lo es, claro. Es innegable que a veces, lo que da, lo quita. Pero da mucho más que quita. Ramos quita puntos, pero da Champions. Y las Champions siempre tienen hueco en el museo del Bernabéu, donde precisamente debería haber una vitrina destinada a lucir la cabeza de Sergio Ramos.

El Real Madrid, como cualquier otro equipo, tiene días malos (bueno, al ser un grande, tiene menos días malos que otros muchos, pero entiéndase). Durante décadas, el madridismo se ha sentido protegido en esas situaciones adversas. El aficionado madridista era consciente de que siempre no se puede ganar, pero bien sabía que muchas otras veces sí, pese a que el marcador fuera contrario a sus intereses. Esa motivación estaba basada en algunos recuerdos que de generación en generación se fueron pasando, pero que no tenían una representación material real continuada. '90 minuto en el Bernabéu son molto longo', sí, pero no siempre se levantaba un resultado adverso. No ya siempre, sino ni siquiera de vez en cuando. Sergio Ramos, él solo, ha logrado que esa esperanza tenga base empírica.

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