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De Miguel Muñoz a Cristiano: un once para once Copas de Europa
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De Miguel Muñoz a Cristiano: un once para once Copas de Europa

Cristiano (Milán, 2016) Ha jugado dos finales de la Liga de Campeones con el Madrid y ninguno de los dos partidos fue el mejor de su carrera,

Cristiano (Milán, 2016)

Ha jugado dos finales de la Liga de Campeones con el Madrid y ninguno de los dos partidos fue el mejor de su carrera, más bien al contrario. El de Milán, a pesar de todo, lo culminó sin camiseta después de haber marcado el penalti definitivo. Fue la guinda del pastel de un jugador que es, por derecho propio, historia en el equipo más histórico. Igual en el último partido se desdibujó, pero los grandes torneos no se ganan en un solo encuentro y antes de llegar a Milán él ya llevaba 16 goles y fue el mejor del equipo, algo que es común a todas las temporadas en las que ha vestido de blanco.

Ramos (Lisboa, 2014)

Solo un central ha marcado en dos finales de la Copa de Europa. Es él y, en ambos casos, su tanto fue trascendente. Sin él, el Madrid tendría dos orejonas menos. Su carrera en el Madrid se extiende durante 12 años, ha jugado de lateral y de central, ha sido importante durante más de una década. Su ascendente en el equipo es innegable y, además, tiene magia en los momentos especiales. El cabezazo de Lisboa hizo al Madrid campeón 12 años después y, para llegar a ese partido, antes tuvo que marcarle dos goles más al Bayern de Múnich.

Zidane (Glasgow, 2002)

Pocos jugadores fueron mejores, más elegantes. Llegó al Madrid siendo campeón del mundo, por 13.000 millones de pesetas de la época, pero sin una sola Copa de Europa que ilustrar en su historial. Los blancos empataban a uno contra el Bayer Leverkusen y estaban sufriendo mucho cuando un balón desde la banda llovió del cielo y Zidane decidió que iba a ser su momento. Enganchó una volea altísima, dificilísima que, además, fue a parar a la escuadra que defendía Butt. Está entre los goles más bonitos de la historia, es un momento mágico e irrepetible. Ahora también es campeón de Europa como entrenador. Ese día hubo otra leyenda brillando: Iker Casillas.

Raúl (París, 2000)

La octava Copa de Europa llegó en un año en el que el Madrid naufragaba. Un equipo irregular, errático, pero capaz de sacar fuerzas de flaqueza y demostrar que el club no es uno más. Esa final, en la que los blancos ganaron con mucha suficiencia a un Valencia que era favorito, es una muestra de entrega, casta y también calidad. Pocos hombres han representado mejor eso que Raúl González, un chico que debutó con 17 años en horas muy bajas y fue fundamental para darle al club un lustre que había perdido. No era el jugador más bonito, pero sí un goleador brutal, un trabajador incansable y alguien que supo que conectar como pocos con los valores de la institución.

Mijatovic (Amsterdam, 1998)

El 20 de mayo, en Amsterdam, el Madrid dio por concluida una travesía por el desierto que duraba ya 32 años. Un montenegrino ejerció de Moisés. Fue capaz de rescatar un balón dividido en el medio del área, de regatear al portero y encontrar la red de la Juventus. Mijatovic -junto a otros fichajes como Roberto Carlos y Suker- cambió la tendencia de la institución. El club empezaba a despertar después de años de deudas e intrascendencia. Ese gol consiguió que varias generaciones de madridistas supieran lo que se siente al ganar una Champions League.

Amancio (Bruselas, 1966)

Fueron 14 años en el club, más de 300 partidos y de 100 goles. Amancio marcó el primer gol en la final contra el Partizan, fue determinante en el partido, también en la Eurocopa de 1964, año en el que fue Balón de Bronce. Era un extremo rápido y muy elegante, buen goleador, muy completo. Fue uno de los emblemas, junto a Pirri, Grosso, Zoco o Velázquez, del Madrid ye-ye, el único equipo de la historia que ha ganado la Copa de Europa con todos los jugadores del mismo país. Fue la demostración de que el Real Madrid podía ser campeón más allá de su generación gloriosa.

Puskas (Glasgow, 1960)

'Cañoncito Pum' llegó a Madrid ya con cierta edad y algo pasado de kilos. Su leyenda venía de la mítica Hungría de los años 50, aquel equipo que asaltó Wembley, fue subcampeón del mundo y conisguió hacer del Honved uno de los equipos de referencia en el continente. Ese peso de más importaba entre poco y nada cuando el balón estaba en juego. Era un goleador brutal, con un disparo letal y una capacidad única para jugar al fútbol sin necesidad de moverse demasiado. La final del 60, un 7-3 al Eintrach, es uno de los mejores partidos de siempre. Él marcó cuatro goles y fue la estrella, por encima incluso de Alfredo Di Stéfano.

Di Stéfano (Stuttgart,1959)

Aún hoy es considerado el mejor madridista de siempre. La leyenda blanca, la más lustrosa de cuantas existen en el deporte mundial, se asienta sobre dos nombres: Bernabéu y Di Stéfano. Era un jugador total, capaz de coger el balón en su área, organizar el equipo entero, conducir, pasar y rematar. A él se le podría atribuir de un modo muy directo la responsabilidad en las cinco primeras Copas de Europa, porque además de ser el mejor jugador de largo -era, de hecho, el mejor del mundo- también era el líder absoluto, el entrenador en el campo, el que le decía a cada uno lo que tenía que hacer. Y el resto le seguían, porque no había mejor ejemplo en un terreno de juego. Un dato concreto: marcó gol en las cinco primeras finales de la competición.

Rial (Bruselas, 1958)

Como Di Stéfano, era argentino, y era uno de los mejores amigos de la Saeta. Pero no estaba ahí por eso, era un interior izquierdo muy solvente, con llegada, con gol y del que, dicen, hizo futbolista a Paco Gento. El cántabro era un jugador muy rápido, y era Rial el que le ponía los pases en profundidad para que luciese su mejor arma. En la final de Bruselas Ríal marcó el segundo de los madridistas, el que significaba el empate a dos en un partido contra el Milan que se había complicado. Con el tiempo le dejó su puesto a Puskas, otro emblema de la historia del Madrid

Gento (Madrid, 1957)

Dicen que cuando llegó al Madrid la Galerna del Cantábrico no tenía una gran técnica. Lo que le faltaba de fútbol le sobraba de físico, partía desde el extremo y era de los más rápidos de su tiempo. Di Stéfano y Rial le vieron las posibildades y consiguieron sacar de él no solo un jugador de provecho, sino mucho más que eso. Con el tiempo pulió sus defectos y terminó siendo un jugador clave en la historia blanca. Era un buen goleador y es el único jugador que ha conseguido ganar seis veces la máxima competición continental. Es difícil imaginar que alguien pueda repetir algo así.

Miguel Muñoz (París, 1956)

El Real Madrid de los años 50 revoluciona el fútbol. Le dota de más juego, lo hace menos rudimentario y con más elaboración. Para esa transformación fue necesario Miguel Muñoz, un centrocampista moderno, capaz de abarcar mucho campo y con una lectura del juego avanzadísima para la época. Era el capitán del equipo y es figura clave en el madridismo. El chato, que así le llamaban, ganó las tres primeras en el césped y luego se quitó los pantalones cortos para dirigir al equipo desde el banquillo. Consiguió tres más como técnico y, años después, terminó de seleccionador nacional. Es una figura clave en la historia del fútbol español.

Cristiano (Milán, 2016)

Ha jugado dos finales de la Liga de Campeones con el Madrid y ninguno de los dos partidos fue el mejor de su carrera, más bien al contrario. El de Milán, a pesar de todo, lo culminó sin camiseta después de haber marcado el penalti definitivo. Fue la guinda del pastel de un jugador que es, por derecho propio, historia en el equipo más histórico. Igual en el último partido se desdibujó, pero los grandes torneos no se ganan en un solo encuentro y antes de llegar a Milán él ya llevaba 16 goles y fue el mejor del equipo, algo que es común a todas las temporadas en las que ha vestido de blanco.

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