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De Schwarzenbeck a Juanfran pasando por Ramos: los tres dramas atléticos
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De Schwarzenbeck a Juanfran pasando por Ramos: los tres dramas atléticos

La historia se repitió en Milán. El fútbol es cruel con los rojiblancos en las finales de Champions. Simeone ha transformado el equipo, pero no se ha librado de esta maldición

Foto: Juanfran se lamenta tras fallar el penalti (ReuterS)
Juanfran se lamenta tras fallar el penalti (ReuterS)

8El Atlético de Madrid no tiene suerte. En el tiempo de Simeone ha conseguido desterrar buena parte de los fantasmas que les acecharon durante años, pero la Copa de Europa se sigue resistiendo, es una asignatura pendiente que no terminan de atajar. Han sido tres finales de Copa de Europa, a cada cual más dolorosa, más cruel y dañina. Se creía que lo de Lisboa era el cénit, que no había parangón. Era una sensación equivocada, siempre puede haber un punto más de tremendismo.

La leyenda negra, la de El Pupas, arranca en 1974. La historia cuenta que aquel partido fue especialmente cruel. El encuentro fue tedioso, un cero a cero en el tiempo reglamentario que dejaba todo para la prórroga. Luis Aragonés, en el minuto 114, adelantó a su equipo con un libre directo. El sabio de hortaleza, Irureta, Adelardo, Gárate, Heredia, Ufarte o Reina estaba a solo unos minutos de ser campeones. Entonces llegó Schwarzenbeck, un nombre que en los oídos de los rojiblancos resuena como el del hombre del saco en los niños de todo el mundo, y se inventó un derechazo desde lejos del área para empatar el encuentro. Faltaban segundos para que el árbitro pitase, pero el Atlético no supo resistir.

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En aquellos tiempos aún no estaban inventadas las tandas de penaltis, así que se procedió a un partido de desempate dos días después. Allí no hubo color, los alemanes, más fuertes, se recompusieron antes y lograron un contundente 4-0. Perdió el Atlético con un equipo mítico que con el tiempo ganaría tres veces seguidas la competición. Los goles en aquella noche aciaga de Bruselas se los repartieron entre Hoeness y Müller. La coda tragicómica a ese no-titulo es una Copa Intercontinental ganada unos meses después a Independiente de Avellaneda. No quisieron los muniqueses ir a un duelo que, en ese momento, aún no tenía suficiente prestigio y en el que se exponían a perder las piernas de tan agresivos que eran los argentinos. Ganó el Atlético y se convirtió en una anomalía que solo se explica en un club tan genuino: los mejores del mundo sin haber llegado a serlo en su propio continente.

Los atléticos, cuando pasaron aquel trauma, empezaron a tomarlo con algo de humor. La llamaban la casi, esa oportunidad perdida que no terminó de cristalizar. Fueron muchos años, 40, hasta volver de nuevo a la gran escena. Tocó en Lisboa, en 2014 y allí esperaba el eterno rival, el vecino de ciudad.

La sede fue Lisboa y la historia es bien conocida. El Atlético marcó en la primera parte gracias a un cabezazo de Godín y un fallo evidente de Iker Casillas. Como en el 74, tocaba resistir y lo hicieron durante muchos, muchos minutos. Hay cifras que siempre quedan en la mente, que nunca consiguen borrarse totalmente. El 93 es parte de la historia negra atlética tanto como es talismán para los madridistas. Un córner -después de un rato de acoso de los blancos-, un cabezazo de Ramos, el empate y la prórroga. Allí, como pasó cuarenta años antes, no hubo color. El Madrid llegó más entero al tiempo suplementario y se hizo con su décima Copa de Europa. Marcaron Bale, Marcelo y Cristiano, de penalti.

El cholismo no es suficiente

Ramos fue Schwarzembeck y su gol hinchaba más aún el dolor histórico de un equipo. El Cholismo había cambiado muchas cuestiones de la filosofía Atlética, había conseguido un equipo descarado, desafiante e inconformista. El mejor Atlético de la historia, sin ninguna duda. Ese mismo año habían ganado la Liga, pero llegó un central -de nuevo un central- y reventó la ilusiones de un testarazo.

Crueles fueron las dos ocasiones previas, pero quizá lo es aún más la vista en Milán. El rival era de nuevo el Real Madrid, el vecino, el incordio de siempre. El Atlético cambió el guión. Esta vez empezó perdiendo pero, poco a poco, se fue hacia arriba. Logró remontar, tenía el físico mejor. Llegó a la prórroga algo más fresco, aunque también es cierto que el Madrid tuvo ocasiones en muchas fases del partido para marcar su segundo gol. Carrasco atosigaba a los blancos. Pero no.

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El caso es que los blancos consiguieron lo que el Atlético no logró 1974 ni en 2014: resistir. No es una lección exactamente, pero el Madrid, exhausto como estaba, logró despistar el balón lo suficiente para llevar el partido a los penaltis. No hay mayor drama que ese, el de los once metros. El de jugarte la historia entera desde el punto fatídico. Juanfran, un jugador icónico, con años en la plantilla, un gladiador que no entrega una batalla, fue el que falló. Ni siquiera necesitó el Madrid que su portero se luciese, eso quizá hubiese sido más aceptable, un consuelo mejor. Pero fue un palo, un penalti mal tirado y un desenlace muy cruel, casi sádico. La asignatura queda pendiente, los cambios de Simeone en el Atlético no han sido suficientes para aprobar la lección de ganar una Copa de Europa.

8El Atlético de Madrid no tiene suerte. En el tiempo de Simeone ha conseguido desterrar buena parte de los fantasmas que les acecharon durante años, pero la Copa de Europa se sigue resistiendo, es una asignatura pendiente que no terminan de atajar. Han sido tres finales de Copa de Europa, a cada cual más dolorosa, más cruel y dañina. Se creía que lo de Lisboa era el cénit, que no había parangón. Era una sensación equivocada, siempre puede haber un punto más de tremendismo.

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