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Zidane, el héroe de la novena, conduce al Madrid hacia la undécima
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sustituyó a benítez a mitad de temporada

Zidane, el héroe de la novena, conduce al Madrid hacia la undécima

El francés, que no quería ser entrenador, debuta en la élite con una final de Copa de Europa. Marcó el gol de Glasgow y fue asistente de Ancelotti en la décima

Foto: Los jugadores del Madrid celebran el pase a la final. (Cordon)
Los jugadores del Madrid celebran el pase a la final. (Cordon)

El Real Madrid está en la final de la Copa de Europa. A decir de sus aficionados, en su hábitat natural. Ha jugado en la historia 14 veces el último partido de la máxima competición que existe en el fútbol de clubes del continente. El resto están muy lejos. Las Champions del Madrid, especialmente las recientes, están asociadas a nombres. El cabezazo de Ramos, el gol de Mijatovic... y el de Zidane.

El francés es un protagonista accidental del ataque a la undécima. Un técnico sin ninguna experiencia que llegó al banquillo por ser un hombre de la casa. El descalabro de Benítez era grande y Zizou llegó para salvar el año con dignidad. Se puede discutir su calidad como entrenador, pero no sus resultados. De un equipo desnortado pasó poco a poco a ser fiable y, ya al final, uno que aspira a todo lo que podía aspirar. Fue increíble que se reenganchara a la Liga, pero lo ha hecho, ha sabido aprovechar la flojera repentina del Barça. Y en la Champions, su competición, ha entrado en la final con relativa facilidad. Sueña con la undécima, una más para su historial.

El técnico francés no levanta la voz, explica las cosas con cierto candor y no recuerda en nada a otros con fama de torbellino. Tiene mano izquierda, como Ancelotti, como Del Bosque. Como los que ganan en Europa con el Real Madrid. Cada equipo tiene su fórmula, la de los blancos es esta. Y Zidane la ha visto de cerca, como pupilo del salmantino y como ayudante del italiano. Ese es el estilo, aunque algunos no tardarán en cansarse y en pedir que lleguen los gritones y sargentos. Zidane no lo es, su evidente timidez no le da para mariscal, pero sí para pedagogo.

Una volea imposible

El madridismo recuerda que cuando el francés jugaba valía la pena pagar una entrada solo por verle. El genio de los mil controles, el que sabía el pase cuando aún no le había llegado el balón, el hombre de la novena. Aquel gol quedó en la retina de cualquier aficionado al fútbol, más aún si el hincha sueña en blanco. Fue un centro colgado al borde del área de Roberto Carlos, un envío que no debía de suponer demasiado en un partido contra el Bayer Leverkusen que marchaba empatado y empantanado para el Madrid. Zidane se sacó una patada acrobática, directa la escuadra. El fin de un partido, una nueva Champions y la entrada para siempre del francés en el panteón blanco.

Florentino siempre dijo que era su mejor fichaje, que de todo el dinero que gastó nunca estuvo mejor invertido que el de Zizou. Y eso que fueron 78 millones de euros en una época en la que aún se pagaba en pesetas y a precios mucho más reducidos. Llegó de la Juve, ganó aquella Champions y se retiró años después considerado por todos como un genio en la historia del fútbol. Pérez, tan orgulloso como estaba de haberle tenido en su equipo, le ofreció quedarse en la casa. Zidane empezó en labores de dirección deportiva, fue vínculo con la plantilla en la época de Mourinho, embajador de la marca... un eterno peregrinar de puestos para alguien que, en teoría, no quería ser entrenador.

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Porque esa es otra paradoja de Zidane, no quería ser técnico pero ahora va a ser el que dirija al Real Madrid en una final de Champions. Primero estuvo con Ancelotti, el técnico con el que aprendió las maneras, un hombre que ganó la décima y dejó poso entre los blancos. Al italiano se le quiere, y Zidane entendió que sus formas y sus modos eran las correctas. Ahora se parece, aunque con una personalidad algo diferente.

Del filial a la final

En el segundo -y último- año de Ancelotti, Zidane se hizo cargo del filial. No tenía el carné de entrenador aún y aquello le dio problemas, pero poco a poco, sin llamar mucho la atención, fue pasando los partidos. Llegó Benítez y él seguía a la espera, formándose, pero tuvo que acelerar el proceso cuando la directiva vio que el técnico español no servía para mandar en el Madrid. Cuando a Rafa le despidieron -ahora pelea por no descender al Newcastle-, Zidane, que había empezado el año ganando al River Ebro, un equipo de 2ªB, se tuvo que hacer cargo. Sus amigos decían, sin dudarlo, que estaba preparado.

Los resultados les dan la razón. Empezó teniendo problemas fuera de su estadio, pero poco a poco fue ahormando al equipo a su gusto. Se atrevió a sentar a James y a Isco, a poner de titulares a Casemiro y a Lucas Vázquez. Eso tiene una carga de responsabilidad, solo pueden hacerlo los que tienen mucha autoridad. Y él la tiene, porque la historia está de su lado. Nadie en el Bernabéu se permitiría el lujo de silbar a quien tanto les hizo soñar. Es un entrenador que se puede permitir decir antes de un partido de semifinales que si no se consigue llegar a Milán, sería un fracaso. Esa palabra, tan denostada, la utilizó con naturalidad. "Lo más importante es ver al equipo esforzarse", decía tras el encuentro.

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Cuando Zidane cogió los mandos, aprovechó que el Real Madrid estaba fuera de la Copa -por aquellas cosas de la burocracia y la inoperancia propia- para hacer una pretemporada y recuperar jugadores que parecían perdidos. No lo consiguió con todos, James sigue perdido para la causa, pero sí consiguió que su plantilla se pusiese a tono. Calidad no le falta a este Madrid, y eso es lo que aprovecha Zidane. A ellos, dice ahora, les debe todo. Incluso evita la celebración, eso es cosa para los jugadores. Y para todos tiene buenas palabras. Como de Cristiano, que aunque estuvo algo torpe, le agradece su dedicación. "Está como siempre, metido en lo que hace y haciendo siempre el trabajo elaborado defensivo. Creo que como siempre es el trabajo de todo el equipo el que ha podido conseguir algo", comenta.

El portugués le devuelve los cumplidos, le apadrina ante los micrófonos: "Zidane está tranquilo, está ayudándonos y nosotros también a él. Estamos contentos con su trabajo. Lo que deseo es que pueda seguir. Lo admiro como entrenador y como persona y quiero que siga con nosotros". Y habla también de que es una persona tranquila, probablemente el rasgo que todos destacan del francoargelino.

Zidane, aquella figura que no quería ser entrenador, hoy se siente cómodo con el traje. "Estoy contento de lo que me está pasando, estoy disfrutando, me gusta lo que hago y es lo más importante". Ya no viste pantalón corto, ni esas botas del 46 que parecía imposible que perteneciesen a un bailarín de claquet. Es el técnico, el que aprendió del fútbol y ahora tiene al Madrid en Milán. Contra un rival que, como jugador, se le dio bien. Claro que era otro Atlético.

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También ha tenido suerte en los cruces. Los blancos han sufrido poco en Liga de Campeones, quizá porque cuando peor estaba el equipo, en octavos, se encontró con la Roma, un rival inferior. Y luego con el Wolfsburgo, que tampoco daba el nivel, aunque sí un susto. Por último, el Manchester City, un buen equipo que no tiene tamaño para estar en unas semifinales de Liga de Campeones. Solo le queda un escalón al héroe de la décima, y ahí no habrá facilidades de ningún tipo, el Atlético está tallado en roca. Zidane es el artificiero que tiene que disponer los cartuchos para dinamitarlo. Eso le haría de nuevo campeón. El héroe de la novena, el asistente de Ancelotti en la décima... y si hay undécima, el líder.

El Real Madrid está en la final de la Copa de Europa. A decir de sus aficionados, en su hábitat natural. Ha jugado en la historia 14 veces el último partido de la máxima competición que existe en el fútbol de clubes del continente. El resto están muy lejos. Las Champions del Madrid, especialmente las recientes, están asociadas a nombres. El cabezazo de Ramos, el gol de Mijatovic... y el de Zidane.

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