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Ibrahimovic, el que nunca aparece en las grandes citas, se carga al Chelsea
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Ibrahimovic, el que nunca aparece en las grandes citas, se carga al Chelsea

Se ha hablado mil y una veces sobre el triste rendimiento de Ibrahimovic en los grandes partidos, pero contra el Chelsea apareció en París y también lo hizo en el barrio pijo de Londres

Foto: Ibra ha marcado en la ida y en la vuelta (Reuters).
Ibra ha marcado en la ida y en la vuelta (Reuters).

Tenemos, aquí en España, una insana costumbre de rastrear hasta el rincón más insospechado del universo para sacar a la luz ese dato, esa cuestión quizá menor pero que vende que no veas, ese aspecto negativo sobre un protagonista de enorme importancia global que por alguna razón aún sin aclarar, cae mal en general. Pasa eso con Zlatan Ibrahimovic. No vamos aquí a negar la evidencia de que su personalidad no es la más simpática y acogedora que podemos encontrar en Francia, pero aquí estamos para hablar de fútbol. Y de fútbol, Zlatan sabe un rato.

Los últimos números sacados a relucir son los del sueco en las fases avanzadas de la Copa de Europa, vamos, cuando se pone seria la cosa. Dicen que desciende notablemente su aportación goleadora. Lo que no se recalca es que Ibra ha jugado en equipos que no han sido unos habituales que digamos en semifinales. Es decir, ha jugado poco y ha sido eliminado pronto. No ha tenido tiempo de marcar. De hecho, Ibra no ha jugado ninguna final europea.

Un detalle que sí podríamos criticar a Ibra es su lamentable elección del momento en que cambiar de club. Estuvo en el Barça justo la temporada entre medias de las dos Champions de Guardiola. Cuando se fue del Inter, Mourinho ganó el Triplete. Y llegó al PSG mientras los franceses apenas podían aspirar a pasar la fase de grupos. Quizá sea el proyecto parisino el único que se ha creído de verdad en toda su carrera. En París es feliz, disfruta de la vida y tiene un equipo hecho a su imagen y semejanza, moldeado por él, donde es por fin el líder indiscutible y, lo que también es muy importante para él, lleva el '10' a la espalda por primera vez en su carrera. Y no le ha importado que el Paris no sea un equipo importante estos años pasados, ha tenido paciencia para esperar a hoy, cuando ya sí lo es, cuando de verdad aspira a dominar en Europa.

La casualidad existe, y puede que sea casual que la temporada en que mejor plantilla tiene el Paris desde que Ibra está por allí, por fin sea decisivo en la clasificación de un equipo suyo para la siguiente ronda de la Champions. No lo había sido hasta ahora, es cierto. Su participación en el resto de pases a cuartos de final (esta es la cuarta vez consecutiva que el PSG está en la antepenúltima ronda y, como recuerda Pedro Martín, es la primera vez que un francés logra ese hito) había sido escueta, por no decir negativa, como su expulsión el curso pasado en el mismo escenario donde hoy ha firmado su nombre, si no estaba ya, entre los grandes de la Copa de Europa.

Un gol en la ida, un gol en la vuelta. El primer gol y el último de los seis que se han visto en París y en Londres. Ibra es como los 'hits' de los grandes grupos musicales, que abren y cierran sus conciertos. Eso sí, no engañemos a nadie, Ibra ya está mayor. Tiene 34 y a inicios del próximo octubre hará 35, y no todos llevan tan bien los 35 como Aduriz, claro. Necesita de la colaboración del resto de sus compañeros, esos que cuando los abraza parecen sus hijos. Necesita que Di María le ponga el balón en profundidad en el primer gol y que le asista en el segundo. Pero como el maestro de kung-fu que vive en el templo, alejado de todo y que, pese a su debilidad, sigue compartiendo su sabiduría, Ibra comparte su arte.

No hay excusas, el PSG debe ser favorito

Sí, debe serlo. Primero por la inversión realizada, tan ingente que sería un desperdicio no aprovecharla para ganar algo más que títulos a gogó en Francia. Los cataríes no vinieron a la ciudad del amor para enamorarse, sino para ganar la Champions (y bueno, para ganar dinero, por supuesto). Durante un tiempo han estado trabajando con mucha cabeza, sabiendo lo que se hacían. Han creado una plantilla soberbia para equipararla a las mejores del continente y tienen a un entrenador que la sabe manejar.

El PSG hace dudar, es cierto. Por ejemplo, el partido contra el Real Madrid, un rival de su altura, en el Parque de los Príncipes en la fase de grupos. Aquel día, el Madrid de Benítez (el que no valía) les pasó por encima y no ganó por falta de acierto. El año pasado, el Barça les destrozó en el mismo escenario. Ante el Chelsea, la prueba era de altura, no tanto por el inconsistente adversario, sino por sufrir una baja tan sensible como la de Verratti. Sin el pequeño 'pescarese' el Paris aplastó al Chelsea durante media hora y después, cuando Diego Costa hizo lo que no hace con la Selección (¡qué golazo de puro '9'!), el PSG navegó sin rumbo.

Le mantuvo a flote agarrarse a la mano de madera que puso Trapp a los disparos del Chelsea. Para eso ficharon al alemán. Entre Trapp y Di María, dos nuevos, dos contrataciones con ojo, con perspectiva de equipo, añadiendo piezas que no estaban o mejorando las que había, levantaron al club de la Torre Eiffel. Estos dos tíos son motivo suficiente para pasar a cuartos; el resto de la plantilla lo es para ganar la competición.

Tenemos, aquí en España, una insana costumbre de rastrear hasta el rincón más insospechado del universo para sacar a la luz ese dato, esa cuestión quizá menor pero que vende que no veas, ese aspecto negativo sobre un protagonista de enorme importancia global que por alguna razón aún sin aclarar, cae mal en general. Pasa eso con Zlatan Ibrahimovic. No vamos aquí a negar la evidencia de que su personalidad no es la más simpática y acogedora que podemos encontrar en Francia, pero aquí estamos para hablar de fútbol. Y de fútbol, Zlatan sabe un rato.

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