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Pirlo, contra su amor platónico
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Pirlo, contra su amor platónico

"Era jugador del Real Madrid en mi cabeza, en mi corazón y en mi alma". Ramón Calderón cerró un acuerdo con Andrea Pirlo en 2006, pero Galliani no le permitió cumplir su sueño de jugar de blanco

Foto: Pirlo sale ovacionado del Santiago Bernabéu en el último Real Madrid-Juventus (Cordon Press).
Pirlo sale ovacionado del Santiago Bernabéu en el último Real Madrid-Juventus (Cordon Press).

El fútbol es exageradamente caprichoso. Y hablamos el fútbol por no decir que la propia vida lo es. Si lo centro en un deporte es porque la historia que voy a contar sucede en él, pero este caso es uno de tantos que habrán pasado a lo largo y ancho del planeta durante siglos. Esta vez, el relato comienza en un recodo de Italia, con un hombre de unos 27 años en bicicleta. Ese chico había recibido una llamada de Fabio Capello que le había cambiado la vida, y eso que Andrea Pirlo había ganado el Mundial con la Nazionale unos días antes. Imagínense la trascendencia que tuvo esa breve conversación para que la copa dorada que levantó en Berlín perdiera relevancia para uno de los que la había levantado.

“Hola Andrea, soy Fabio Capello” Uno de los entrenadores más exitosos de la historia de este deporte.

“Hola, entrenador. ¿Cómo estás?”

“Estoy bien, e imagino que tú incluso mejor. Acabamos de fichar a Emerson de la Juventus y eres el hombre para jugar a su lado en el centro del campo.”

“Está bien.”

No era precisamente compartir medular con Emerson, un jugador normalito que entusiasmaba a Capello, lo que hizo que Pirlo aceptase en menos de un minuto la oferta del entrenador, sino que lo iba a hacer en el Real Madrid. Tullio Tinti le había avisado de que su teléfono sonaría para algo importante, que se olvidase de preparar la previa de la Champions League con el Milan, que no iba a volver a jugar de rossonero. “Yo mismo me imaginaba con la camiseta blanca. Mis pensamientos a menudo se posaron en el Santiago Bernabéu, el templo, un estadio que siembra el terror en sus oponentes”, cuenta Andrea Pirlo en su autobiografía Pienso, luego juego. Pero nunca pudo jugar en el Madrid.

Cuando ya esperaba acercarse al aeropuerto de Malpensa a coger un avión que lo dejase en Barajas, Pirlo habló con Tinti de nuevo.

“¿Qué hacemos ahora entonces, Tullio?”

“Vamos a ir a comer en unos días.”

“¿Dónde? ¿Mesón Txistu en la Plaza de Ángel Carbajo?”

“No, Andrea. No en Madrid, Milanello.”

“¿Qué quieres decir con ‘Milanello’? ¿Eres tonto?”

“No, has oído bien: Milanello. No hemos conseguido la aprobación de Galliani aún.”

Era una época en la que el Milan no era aún el vertedero de futbolistas acabados que es desde hace un tres años. Por entonces, el Milan era el equipo más grande de Europa junto con el Barça de Rijkaard y aspiraba a ganarlo absolutamente todo con un equipo que no se le ocurría ni soñar a los demás clubes. No vendía lo que era bueno, lo que era joven y prometedor. Sí echó a Shevchenko porque ya consideraron que había dado todo lo que tenía que dar y que al Chelsea se le había ido la cabeza con la oferta de 43 millones de euros. Pero Andrea era algo más, uno de los mediocentros más finos del momento y puede que de la historia del calcio. Y Galliani se empeñó: no saldría de San Siro.

Sacó un contrato de la caja y Galliani dijo: “Andrea, amigo, no vas a ninguna parte. No te vas, porque vas a firmar esto. Es por cinco años y hemos dejado los detalles del salario en blanco para que puedas escribir lo que quieras.”

Tullio casi se lo arrancó de las manos. “Voy a quedarme con esto.”

Se tomó su tiempo, lo trajo a casa, lo leyó y releyó. Me fui con la selección a Coverciano y, por unos días, no supe nada. Pensaba que el trato estaba hecho. Pensaba en español, soñaba en español, volando hacia Madrid y aterrizando en algún sitio entre la Plaza Mayor y la Puerta del Sol.

Entonces mi agente me llamó.

“Firma con el Milan. Ahora mismo, no te van a dejar salir.”

“No...”

“Sí.”

“Vale”.

Pirlo se quedó cuatro años más en el Milan. En el mes de mayo de aquella misma temporada, mientras el Real Madrid había sido eliminado en octavos por el Bayern Múnich, el diavolo ganaba su séptima Copa de Europa al Liverpool en Atenas. Era la segunda Champions de Pirlo. Puede que si hubiese fichado por el Madrid, los blancos ganaran la Orejona antes, es decir, no hubieran tenido que esperar hasta 2014 para hacerlo. Nunca lo sabremos. Lo que sí sabemos por boca del propio Pirlo es que no le hizo feliz seguir en la Lombardía, su casa. Quería jugar en el Bernabéu como local, nunca más como visitante, como lo volverá a hacer la próxima semana, en el partido de vuelta de semifinales. Cuando por fin estampó su firma, tuvo que salir a dar la cara, como es natural.

“Entonces estás obligado a decir a los medios un montón de basura. Siempre se las arreglan para hacerte la pregunta correcta. Si preguntan si estaba prácticamente fichado por el Madrid, tienes que esconderte tirando de clichés y verdades a medias. Lees un guion sin brillo, sin vida, escrito por gente de prensa sin talento o chispa creativa.

“No, ese no es el caso. Estoy muy feliz en Milán.”

¡Una mierda!

Es una lástima que se esfumara de la forma que lo hizo. Habría firmado por el Real Madrid en un santiamén. Son un club con más glamour que el Milan, más perspectivas, más atractivo, más todo. Ellos infunden temor en sus oponentes, cualquiera que sea”.

Quiso jugar en el Madrid, pero indudablemente no le hará ascos a marcarle otro gol a Casillas. Pirlo se las sabe todas a estas alturas de competición. La gente habla de Tévez, de Pogba, incluso de Morata como los peligros de la Juventus, pero todo juventino considera más vital a Andrea que a cualquier otro jugador de la plantilla, sólo al nivel de Buffon, claro está. Llega a esta eliminatoria con unScudettomás. Si se los tuviera que bordar todos en su camiseta no le cabrían. Cinco seguidos, que se dice pronto. Pero fue en éste, en el último, el cuarto con la Juve, en el que le vieron sonreír. Él quería ganar con el Madrid...

El fútbol es exageradamente caprichoso. Y hablamos el fútbol por no decir que la propia vida lo es. Si lo centro en un deporte es porque la historia que voy a contar sucede en él, pero este caso es uno de tantos que habrán pasado a lo largo y ancho del planeta durante siglos. Esta vez, el relato comienza en un recodo de Italia, con un hombre de unos 27 años en bicicleta. Ese chico había recibido una llamada de Fabio Capello que le había cambiado la vida, y eso que Andrea Pirlo había ganado el Mundial con la Nazionale unos días antes. Imagínense la trascendencia que tuvo esa breve conversación para que la copa dorada que levantó en Berlín perdiera relevancia para uno de los que la había levantado.

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