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Simeone vuelve a echar el cerrojo
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tres victorias seguidas sin encajar

Simeone vuelve a echar el cerrojo

Tras las dudas surgidas sobre la dispersión defensiva y los goles encajados,el Atlético acumula tres victorias seguidas sin encajar ni conceder ocasiones al rival

Foto: Miranda y Raúl García tratan de frenar a Fernando Llorente.
Miranda y Raúl García tratan de frenar a Fernando Llorente.

Llegó un momento donde el Vicente Calderón comenzó a bostezar. Entre el sopor y el agobio, sólo había una manera de despertar a una afición caracterizada por su entrega incondicional. Tres letras: gol. La cura para todos los males. En un envite áspero, con el único peligro de sufrir un esguince cervical en caso de incontrolable cabezada, el pie de Arda y la inestimable ayuda de Lichtsteiner deshicieron el embrollo a cuarto de hora del final tras un gran centro desde la derecha de Juanfran. Suficiente. Tres puntos vitales que, unido a la victoria de Malmo ante el Olympiacos, igualan las fuerzas (los cuatro equipos del grupo con una victoria en su haber) y vuelven a poner en órbita a un Atlético que necesitaba el triunfo como el comer tras el varapalo de la primera jornada en Atenas (3-2). “Un partido apasionante ante uno de los mejores equipos de Europa”, valoraba Juanfran, carrilero impecable y uno de los guerreros silenciosos del Cholo. Porque una victoria con sufrimiento y agonía es más victoria. El Atlético lo sabe muy bien.

En un partido de etiqueta negra, Simeone volvió por sus fueros. Nunca los perdió del todo, pero ante la Juventus, uno de los rivales más peliagudos en estos primeros compases de la temporada, sus arraigados valores acabaron por acentuarse. Una forma de ver el fútbol que nada tiene que ver con la indolencia. Aunque lejos de las teorías de los grandes estetas del balompié, se trata de una opción legítima de inmejorables resultados. Tras los cinco goles encajados ante Olympiacos (3) y Celta (2), el técnico argentino ha vuelto a echar el cerrojo de forma inquebrantable. Los pitos del respetable y la victoria por la mínima en los Juegos del Mediterráneo cambiaron la tendencia. Se generaba más fútbol pero la zaga sufría con cada arreón del contrario. Desde entonces, el Atlético ha marcado 6 goles, no ha encajado ninguno y sólo ha recibido dos tiros a puerta (uno del Almería y otro por parte del Sevilla). La portería es un fortín inabordable y el área tierra yerma para los delanteros rivales.

El epítome del cerrojazo que tantas alegrías ha dado al Atlético desde que el Cholo aterrizó en la ribera del Manzanares en el invierno de 2011. Da igual quién esté delante, la política es innegociable. Como ocurrió en tantos partidos durante la pasada campaña, cementar la portería es la primera opción. Perforar la contraria ya luego, si eso. Más teniendo enfrente a una escuadra con predilección por el conservadurismo. Bufón llegaba imbatido desde que Godín anotara de cabeza en el Italia-Uruguay de los octavos del Mundial. En la Serie A, el equipo que descuartizó rivales sin piedad para ganar su trigésimo ‘scudetto’ con ¡102 puntos!, empezó con cinco victorias en cinco partidos en los que no recibió ni un solo tanto (10 goles a favor). Y por poco siguió estándolo cuando enfiló con cara de pocos amigos el túnel de vestuarios del Calderón.

Pero se les olvidó otro de los preceptos de la cerradura de Simeone: aprovechar cada oportunidad como si fuera la última. Dos tiros entre los tres palos necesitaron los rojiblancos para marcar. Lo que Allegri tachó de “error puntual”, para Simeone es el resultado a una estrategia diseñada de forma minuciosa. El Atlético focaliza sus esfuerzos en destruir el juego del rival, dejando en un segundo plano las labores de creación. Frente a la Juventus, Simeone dejó fuera a Gabi y planteó de inicio un 4-4-2. Koke y Tiago en sala de máquinas, con Arda y Saúl en bandas. Por delante, Raúl García escoltando a un siempre combativo Mandzukic. Al poco de empezar, el delantero croata se despojó de su máscara tras un codazo de Bonucci. No quería distracciones en su lucha personal con la zaga de tres dispuesta por Massimiliano Allegri.

Los italianos mostraron todo el oficio del que adoleció el pasado curso, cuando fueron apeados de la Champions a las primeras de cambio. Sin embargo, la percha sobre el campo no fue sinónimo de peligro. A medida que avanzaron los minutos resultaba curioso ver cómo los blanquinegros, desaprovechaban las oportunidades para combar balones al área a su torre. Fernando Llorente, el hombre que lloró desconsoladamente en la final de la Europa League de 2012 que los rojiblancos arrebataron con contundencia al Athletic, no gozó de la atención necesaria. Pese a la sensible ausencia del arquitecto, Andrea Pirlo, la posesión fue cosa de los italianos (38%-62%). Justo lo que quería el Atlético. Los toques de la ‘Vieja Señora’ fueron estériles. Cinco intentos y ninguno entre los tres palos. Un disparo plagado de buenas maneras de Pogba desde fuera del área que se marchó desviado fue lo más potable de los turineses… en todo el partido. Luego llegó Raúl García poner algo de emoción tras un horrible despeje que a punto estuvo de dar un susto a la parroquia colchonera.

En la segunda parte, se pudo ver otra de las señas de identidad. La alergia a los cambios del Cholo salió a flote. Unas reticencias que evidencian la fe ciega en un bloque que no abarca más de 14 jugadores. Mario Suárez y Siqueira, dos hombres que pierden jerarquía con el paso de los días, salieron en el ’84 y en el ’89 con el único cometido de enredar y acelerar el tiempo. Antes lo hizo Griezmann para señalar a Saúl, la ficha más débil del once, y cambiar el dibujo a un 4-3-3 (Koke, Tiago y Raúl García en el medio con Arda, Mandzukic y el propio Griezmann arriba). Pese a sus destellos en momentos puntuales, el francés sigue sin carburar y despierta recelos en su entrenador. Raúl Jiménez está ahí para un día propicio (como lo fue el triunfo holgado ante el Sevilla) pero siempre que pueda alineará a Mandzukic. De Alessio Cerci, inaudito, mejor no hablamos. Deberá ponerse las pilas si quiere tener hueco en la guardia pretoriana encargada de defender sin contemplación la fortaleza rojiblanca. Para terminar está Oblak, engullido por Moyá (3 millones) y el estigma de ser el portero más caro en la historia de la Liga (16 millones). El sábado en Mestalla (16.00) aguarda un Valencia al alza con el que poner el broche de oro a una semana grande que marcará un punto de inflexión en las aspiraciones futuras del vigente campeón de Liga y subcampeón de Europa.

Llegó un momento donde el Vicente Calderón comenzó a bostezar. Entre el sopor y el agobio, sólo había una manera de despertar a una afición caracterizada por su entrega incondicional. Tres letras: gol. La cura para todos los males. En un envite áspero, con el único peligro de sufrir un esguince cervical en caso de incontrolable cabezada, el pie de Arda y la inestimable ayuda de Lichtsteiner deshicieron el embrollo a cuarto de hora del final tras un gran centro desde la derecha de Juanfran. Suficiente. Tres puntos vitales que, unido a la victoria de Malmo ante el Olympiacos, igualan las fuerzas (los cuatro equipos del grupo con una victoria en su haber) y vuelven a poner en órbita a un Atlético que necesitaba el triunfo como el comer tras el varapalo de la primera jornada en Atenas (3-2). “Un partido apasionante ante uno de los mejores equipos de Europa”, valoraba Juanfran, carrilero impecable y uno de los guerreros silenciosos del Cholo. Porque una victoria con sufrimiento y agonía es más victoria. El Atlético lo sabe muy bien.

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