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El pinchazo de Mijatovic, el pase de Roberto Carlos y la bestia de Schwarzenbeck
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RECUERDOS EN COLOR Y PESADILLA EN SEPIA

El pinchazo de Mijatovic, el pase de Roberto Carlos y la bestia de Schwarzenbeck

Los recuerdos del Atlético y su final de hace 40 años en Lisboa ante el Bayern tienen tinte sepia. El último éxito madridista hay que buscarlo doce años atrás

Foto: El Real Madrid celebra la séptima Copa de Europa conseguida ante la Juventus en 1998 (Imago).
El Real Madrid celebra la séptima Copa de Europa conseguida ante la Juventus en 1998 (Imago).

Durante muchos años, al Real Madrid se le acusaba de tener recuerdos en blanco y negro de sus éxitos en la Copa de Europa. Los del Atlético y su final de hace 40 años en Lisboa ante el Bayern también tiene ese tinte sepia que da el paso del tiempo. Sin embargo, es el equipo rojiblanco el que tiene más cercanos en el tiempo sus éxitos europeos. Dos Europa League y otras tantas Supercopas de Europa tienen el sello del siglo XX. El último éxito madridista hay que buscarlo doce años atrás y que sirvió para cerrar cuatro años con tres Champions ganadas a todo color e incluso con toques cibernéticos.

Esas Copas de Europa significaron el adiós a una leyenda negra que persiguió al Real Madrid durante 32 años. Esas finales llegaron rodeadas de historias que elevaron el logro del equipo blanco a la heroicidad en algunos de los casos. De ganar a una Juventus pletórica con un Heynckes que no iba a seguir en el banquillo blanco en cualquier caso, a ese Hierro que renunció a jugar como titular por su delicado estado físico sin olvidar el gol de Zidane o las paradas de Casillas de Glasgow.

“Somos el Real Madrid y mañana lo vamos a demostrar”. Eso es lo que gritaba Del Corral recordando al guerrero en el que se convertía cuando se colocaba la camiseta de tirantes tan típica del baloncesto y que nada tenía que ver con su aspecto calmado y tranquilo que mostraba cuando se colocaba la bata blanca de doctor. Así fue aquel día de la concentración de los hombres de Heynckes en el retiro de la selección holandesa a cincuenta kilómetros de Ámsterdam.

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“Se repetían las reuniones. Fueron muchas horas. No había nada que hacer y así durante tres días. Unas veces nos reuníamos solos, otras con el técnico, pero era gracioso porque estábamos de charla en charla. Yo estaba fastidiado. Apenas podía andar. Tenía el gemelo roto, pero era mi primera final e intuía que podía ser la última como así fue”, señala Mijatovic a El Confidencial.

El gol, la carrera, la búsqueda de Fernando Sanz... son recuerdos de un momento especial. “Ni sabía si había habido fuera de juego, ni nada de nada. Corría, escuchaba ruido, veía a todos corriendo. Pasa de todo por tu cabeza en momentos así. Fernando me dijo que iba a marcar y por eso le busqué”, afirma el montenegrino. “No estaba para jugar, pero había que forzar. No había otra solución posible. En otro partido ni lo hubiera intentado y por eso entiendo perfectamente a Cristiano o a Diego Costa”. Con lesión y todo, Mijatovic ha pasado a la historia del madridismo. Es el jugador de la Séptima. Poco importa que tan sólo estuviera tres años vistiendo de blanco. Su gol y esa carrera ya forman parte de la leyenda y como tal, estará hoy en Lisboa apoyando a su equipo.

La segunda de estas Copas de Europa en color llega de la mano del taconazo de Fernando Redondo en Old Trafford y los goles de Raúl, pero de la victoria ante el Valencia en París ha quedado grabado un detalle que dice mucho de la calidad humana y deportiva de un jugador como Fernando Hierro. “Estuve toda la temporada con problemas en la espalda. No estaba bien y fui el primero en decir a Del Bosque que no podía ser titular. Fue una decisión dolorosa, pero no hubiera sido honesto por mi parte jugar”, comenta el que fuera capitán blanco.

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El hoy seleccionador sorprendió a todo el mundo cambiando el esquema del equipo con motivo de la vuelta de cuartos ante el Manchester United. Colocó a tres centrales. En la final tiró de Karanka, Helguera e Iván Campo dando entrada a Hierro a pocos minutos del final. La sencilla victoria blanca, gracias a los goles de Morientes, McManaman y Raúl, dejó sin capacidad de respuesta al Valencia.

La final más emotiva de la era moderna del Real Madrid tuvo lugar en 2002 en Glasgow con Del Bosque todavía como entrenador. El equipo blanco vio cómo se quedaba sin gasolina tras la ida de las semifinales ante el Barcelona. Sufrió para eliminar al Barcelona pese a la victoria del Camp Nou y lo pasó mal ante el Bayer Leverkusen. La dificultad elevó el mérito y alimentó la leyenda de jugadores como el lesionado César, las paradas de Casillas, la pillería de Raúl o el tan comentado gol de Zidane. El héroe anónimo y silencioso fue Roberto Carlos, el hombre que dio la asistencia al galo.

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En los últimos días también se ha sumado a la autoría del gol el portero César. Lo hizo en la Cope y a manera de broma. “Fui el precursor del tiki-taka y del juego de toque. Si en la jugada en cuestión decido sacar en largo, se terminó la leyenda. La jugada nace de un pase mío en corto”, afirma el hoy comentarista. Zidane se llevó los elogios de todo el mundo. Ese balón que cazó en pleno vuelo era un pase al pie de Roberto Carlos, tal y como confiesa el brasileño: “Vi a Zidane perfectamente. No tuve ninguna duda y le busqué con el pase. Fue al sitio justo. Lo que ya no esperaba era la culminación que tuvo la jugada y lo que ha representado. Ese equipo era capaz de todo. Había una calidad inmensa. El partido llegó con el equipo tocado en lo físico, pero supimos sufrir, padecer y terminamos por encontrar la victoria. Fue un partido especial. Mi pase (se ríe), el gol, la lesión de César, las paradas de Iker... tremendo”.

Otro protagonista del partido fue Luis Figo y su maltrecho tobillo derecho. El mismo que le llevó a jugar con un botijo por pie la final de Copa ante el Deportivo, le obligó a pisar el césped de Hampden Park con la bota rota para poder meter el pie dentro y jugar. Del Bosque le cambió, algo que no gustó al portugués, aunque con el paso del tiempo llegó a entender.

Durante muchos años, al Real Madrid se le acusaba de tener recuerdos en blanco y negro de sus éxitos en la Copa de Europa. Los del Atlético y su final de hace 40 años en Lisboa ante el Bayern también tiene ese tinte sepia que da el paso del tiempo. Sin embargo, es el equipo rojiblanco el que tiene más cercanos en el tiempo sus éxitos europeos. Dos Europa League y otras tantas Supercopas de Europa tienen el sello del siglo XX. El último éxito madridista hay que buscarlo doce años atrás y que sirvió para cerrar cuatro años con tres Champions ganadas a todo color e incluso con toques cibernéticos.

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