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El último reto de Sandro Rosell es que China cumpla sus sueños futbolísticos
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los europeos se lanzan al gigante asiático

El último reto de Sandro Rosell es que China cumpla sus sueños futbolísticos

El objetivo de Xi Jinping es extremadamente ambicioso, quiere que 50 millones de chinos terminen jugando al deporte rey. Queda por ver hasta qué punto será eficaz la inversión

Foto: Sando Rosell. (Reuters)
Sando Rosell. (Reuters)

Los niños en China cogían su primera pala de tenis de mesa cuando aún no habían cumplido los cinco años. Su aprendizaje comenzaba con dos años jugando solo con golpes de derecha, seguía con otros dos de revés y solo en ese momento, cuando los golpes ya estaban tan automatizados como el respirar, les permitían jugar a pleno rendimiento, al modo tradicional. No se duda que son la mayor potencia mundial en este deporte, nadie se les acerca siquiera. El método chino, llevado a cabo en otros deportes como la gimnasia, es repetir, repetir y repetir. ¿Sirve eso para el fútbol?

Foto: Oscar, a su llegada a Shnaghái el 2 de enero tras fichar por el Shanghai SIPG (Aly Song/Reuters)

No, e incluso los propios chinos lo saben. El país entero se encuentra inmerso en una política de estado que prima el deporte rey por encima del resto. Quieren dejar de ser un cero a la izquierda, organizar un Mundial y que la próxima gran estrella mundial salga de sus 1.300 millones de habitantes. Todo parte de la idea de Xi Jinping, presidente del país, enamorado del fútbol desde su infancia y que, además, ve en esta disciplina una nueva manera de abrirse al mundo. Pero no pueden hacerlo solos.

Pero para eso necesitan ayuda, que los mejores entrenadores y los jugadores más prestigiosos acepten el dinero para enseñarles. También que existan directivos expertos que sean capaces de replicar las estructuras deportivas que existen en Europa y América y que permiten a un niño soñar con ser profesional. En esa batalla ha caído ahora un nuevo nombre, Sandro Rosell. En su currículum está haber sido directivo primero y presidente después de un Barcelona que dominó el fútbol mundial. También amplios contactos en el fútbol de América, especialmente el brasileño, por su trabajo con la marca Nike. Ahora ha recibido la llamada china y ahí está, trabajando con ellos.

Rosell es uno más de los muchos que se han interesado en el desarrollo del fútbol en China. Porque es una obsesión para el país, pero el resto del mundo lo está viendo como una manera de hacer negocio. Los jugadores de primer nivel barajan ofertas que, como mínimo, les sirven para agitar las carteras de los grandes clubes del viejo continente, los entrenadores encuentran salidas óptimas cuando se les acaba el mercado de sus países y los clubes, como no, ven una manera de sacar dinero. Todas las empresas lo hacen, desde Inditex proyectando un Zara en cada esquina hasta el emprendedor que se relame cuando piensa en la cantidad de gente que puede acceder a sus productos en un lugar tan poblado.

El Barcelona, hace unas semanas, anunció que abriría en septiembre su primera academia en el país. Lo hicieron con boato, llevándose a Ronaldinho a la presentación. "Hemos elegido China porque es un país increíble y el gobierno está promocionando el fútbol, quieren generar jugadores e introducir el deporte en la sociedad", comentaba en la presentación Bartomeu que, por descontado, acudió al acto.

placeholder El Barça firmó un acuerdo para abrir una academia. (EFE)
El Barça firmó un acuerdo para abrir una academia. (EFE)

Los potenciales consumidores

El objetivo final, de todos modos, no es tanto encontrar el nuevo Leo Messi, algo que en todo caso tardará un tiempo, sino conseguir dinero. No es algo nuevo, el Real Madrid también tiene academias en el sur de China, y casi todos los equipos ingleses llevan años expandiendo su marca por el gigante asiático. La cuenta es fácil en realidad, las empresas no ven habitantes del país sino potenciales consumidores de su producto, en este caso el fútbol, y nadie ofrece más cantidad de expectativas que China en este sentido.

Además, la inversión es más bien pequeña, casi todo lo pone el gobierno chino. Los equipos europeos aportan experiencia, técnicos, 'know how', pero el montante económico suele estar incluído en el ambicioso plan del gobierno, ese que quiere tener 50 millones de jugadores en poco tiempo. Lo hacen en lugares como la Academia del Evergrande, un macro complejo con 48 campos de juego y casi 3.000 estudiantes con un solo objetivo: crear a los grandes jugadores del futuro.

Foto: Lopetegui saluda a Diego Costa. (Reuters)

De hecho, incluso la liga está pensada en ese concepto. Todo el dinero que está aflorando y cubriendo de oro a jugadores de talla mundial esconde un secreto, no van tanto para darle lujo al campeonato nacional, que también, sino para ayudar a desarrollar el fútbol de una manera integral. Eso explica que haya límites a los extranjeros, que no pueda haber más de tres en el campo o que ninguno pueda ser portero. Quieren que los mejores jugadores chinos, que aún no tienen nivel para entrar en los grandes equipos europeos, se empapen con su talento y aprendan por contacto.

Está por ver si todo esto valdrá para algo. Porque el fútbol, demostrado está, no es una ciencia. Uruguay, un país mínimo, es dos veces campeón del mundo y siempre está en las fases finales, a veces con opciones de triunfo final. Holanda lleva tres finales y tiene menos población que algunas ciudades chinas. No hay en esos países una inversión intensiva, pero sí el peso de la tradición y la pasión, factores que, por lo visto, en el fútbol cuentan.

Lo que es difícil es que esto salga adelante por el método tradicional deportivo chino. Repetir, repetir y repetir vale para darle a una pelota, o para hacer un salto, pero en los deportes colectivos, especialmente en el fútbol, la imaginación es tan importante como la destreza. Se puede llegar a rematar el balón con soltura después de hacerlo millones de veces, pero de poco servirá si ese rudimento no se traslada al juego de equipo.

La apuesta china puede salir mal. De momento los resultados no salen. El equipo nacional sigue siendo calamitoso y nada indica que eso vaya a cambiar, por más dinero que estén poniendo encima de la mesa. El único objetivo que puso Xi Jinping y parece factible es organizar un Mundial ¿por qué? pues por lo mismo que todos los clubes quieren su porción de la tarta china: la FIFA ve dinero y un enorme público en potencia.

Los niños en China cogían su primera pala de tenis de mesa cuando aún no habían cumplido los cinco años. Su aprendizaje comenzaba con dos años jugando solo con golpes de derecha, seguía con otros dos de revés y solo en ese momento, cuando los golpes ya estaban tan automatizados como el respirar, les permitían jugar a pleno rendimiento, al modo tradicional. No se duda que son la mayor potencia mundial en este deporte, nadie se les acerca siquiera. El método chino, llevado a cabo en otros deportes como la gimnasia, es repetir, repetir y repetir. ¿Sirve eso para el fútbol?

Sandro Rosell
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