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El Real Madrid amplía la leyenda: sigue siendo el rey de Europa
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Zidane gana su tercera champions en el madrid

El Real Madrid amplía la leyenda: sigue siendo el rey de Europa

El equipo más laureado de la historia del continente sigue ampliando su leyenda. En Milán reeditó su éxito de Lisboa y lleva dos Orejonas en los tres últimos años

Foto: Los jugadores del Madrid, con la Champions
Los jugadores del Madrid, con la Champions

Ganar, ganar y volver a ganar. La frase corresponde a una leyenda atlética, pero se adapta a la perfección a la historia del Real Madrid. Ganar en Milán fue un lugar común, conseguir la undécima Copa de Europa y situarse así a cuatro de su siguiente competidor, el Milan. Cuando la FIFA dio el título de mejor club del siglo XX no tuvo muchas dudas, hay un club madrileño que se dedica a ser el mejor de todos. Ha tenido altos y bajos, grandes sequías y épocas de gloria absoluta, pero al final, por unas cosas u otras, siempre está ahí, familiar en la victoria.

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La historia gloriosa del Real Madrid es tan antigua como la de la propia competición. De hecho el más mítico presidente blanco, Santiago Bernabéu, fue uno de los instigadores de la idea de hacer un torneo continental que dirimiera cuál era el mejor equipo de todos. En el inicio de la historia no hubo dudas, pues los blancos se impusieron en las cinco primeras ediciones.

Antes hubo otros equipos, como el Torino o el United, pero ninguno como aquel Madrid. Hoy sigue siendo el único en conseguir enlazar cinco títulos consecutivos. Los nombres resuenan en la historia del club, pero también en los de la propia leyenda del fútbol: Di Stéfano, Gento, Rial, Kopa, Puskas...

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Aquel equipo se cuenta de padres a hijos, de generación a generación de madridistas, como una muestra de que no hay otro club que pueda discutir al Real Madrid. En su palmarés hay un dominio absoluto y también capítulos de extremo brillo, como la final de 1960. Fue contra el Eintrach de Fránkfurt y se recuerda como uno de los grandes partidos de siempre. Ganaron los blancos 7-3 y durante muchos años se pasaba el partido en la televisión británica en fechas navideñas para recordarle a los espectadores lo grande que puede llegar a ser el fútbol cuando su ejecución es perfecta.

El periodo glorioso del Real Madrid llegó a su fin en 1961. Nada es infinito, tampoco un equipo así, y llegó el Benfica de Eusebio para arrebatar el cetro a un equipo de leyenda. Nunca nadie volvería a superar a los blancos en el historial europeo. Tampoco es que el equipo de Bernabéu se perdiese de repente, después de las cinco siguió manteniendo el nivel, tanto que en el 62 y en el 64 volvió a estar en el último partido. El Benfica y el Inter impidieron que el palmarés madridista aumentase. Ya no eran invencibles.

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Hubo que esperar hasta 1966 para que la copa volviese a Madrid. Paco Gento, aún en activo, servía de hilo conductor con el legendario equipo. Era un conjunto completamente diferente y totalmente español, pues es el único que ha conseguido el gran premio sin necesidad de tener un solo extranjero en el equipo. Velázquez, Pirri, Amancio, Zoco... el Madrid ye-ye era un equipo de su tiempo, las fotos de la época muestran peinados de 'beatle' y una manera de entender el fútbol diferente a la de sus predecesores. Pero igualmente válida, pues fue suficiente para batir al Partizan y poner en las vitrinas una nueva Copa de Europa. La competición se había convertido en algo propio de un club, una sensación que siempre estuvo allí, incluso en los tiempos de sequía.

La larga marcha hasta la victoria

El Madrid vio cómo el tiempo victorioso terminó y empezó una travesía por el desierto. El equipo que había sido más grande se convirtió en uno más. Peor, fue durante más de 30 años uno que no ganaba. Consiguió entrar en la final de 1981, pero el Liverpool le devolvió a su realidad, a la de no ganar y ver cómo otros equipos, el Bayern, el Ajax, los ingleses o los italianos iban labrando sus propias leyendas ganadoras.

Hubo opciones, algunas muy buenas, pero el Madrid siempre se quedaba corto. Quizá la más clara es la época de la Quinta del Buitre, un equipo que encadenó cinco ligas en España pero siempre se dio con un techo de cristal en el fútbol continental. La más dolorosa fue la eliminatoria contra el PSV, un conjunto inferior que terminó siendo campeón de Europa y que le echó tras empatar en los dos partidos. También es cierto que se cruzó contra el Milan de Sacchi, uno de los mejores equipos jamás vistos en la historia. En realidad, la Quinta fue incapaz de entrar en una final de la Copa de Europa. Y a pesar de todo, en la memoria quedó como un punto alto en la historia blanca.

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Pasaron los años, el Barcelona de Cruyff se convirtió en el segundo club de la historia de España en conseguir la Champions, el Madrid tuvo sus altibajos pero la sequía continuaba. Solo terminó en 1998. El gol de Mijatovic actualizó el romance del club de Chamartín con Europa e hizo que unas cuantas generaciones de madridistas, que no habían nacido cuando el equipo se dedicaba a dominar en Europa, disfrutaran del momento y no solo del pasado. La historia era un refugio para los blancos, una muestra de la grandeza de un club que también pasó malos momentos. Pero aquel gol en Amsterdam lo cambiaba todo, recordaba al mundo que hay un equipo en la capital de España que sabe competir.

El gol del montenegrino sirvió para abrir el tapón y dejar correr el agua. El torneo que llevaba tres décadas resistiéndose, de repente, volvió a abrazarse como propio. En el año 2000 el rival fue el Valencia. Era la primera ocasión en la que dos clubes del mismo país se cruzaban en la final y ahí el Madrid marcó sus distancias con el resto. Fue un 3-0 muy contundente, una muestra de poderío de un equipo que había hecho una mala liga pero fue capaz de venirse arriba en Europa y reclamar su trono.

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Dos años después, en 2002, volvió a ganar. Si el gol de Mijatovic fue prueba de liberación, el de Zidane es el que marca el mejor ADN del club: la excelencia. Una volea muy alta de un centro en apariencia inofensivo de Roberto Carlos, un balón que se envenena y encuentra la escuadra del Bayer Leverkusen, el rival en aquella noche de Glasgow. Iker Casillas, que salió en los últimos minutos por una lesión de César, también hizo porque aquel equipo fuese campeón y consiguiese su noveno entorchado.

La cantinela que hablaba de los trofeos en blanco y negro quedó sepultada en un sexenio mágico. Heynkes primero, Del Bosque después, empujaron a los blancos a retomar su posición histórica. El equipo, a pesar de todo, volvió a las andadas. Empezó a perder fuelle en Europa, se olvidó de sus grandes días y vio cómo el Barcelona, con Guardiola a la cabeza, se convertía en el referente europeo. Hubo seis años en los que el equipo fue incapaz de pasar de octavos de final. Con Mourinho, y el mayor presupuesto de Europa, fue poco a poco volviendo a la élite. Primero las semifinales y, en 2014, la final.

Allí, en Lisboa, como ahora en Milán, esperaba el Atlético. El partido es bien recordado por unos y por otros, la mayor alegría y la peor desdicha. El Atlético en el minuto 93 de partido era campeón, pero un certero cabezazo de Sergio Ramos hizo que se diluyeran todas las ilusiones de los del Manzanares. La prórroga no tuvo color. Bale, Marcelo y Cristiano Ronaldo de penalti marcaron los tres goles que redondearon un resultado que mandó al Madrid al noveno cielo.

La Undécima repite el guion y encuadra al club en su tradición: ganar, ganar y volver a ganar.

Ganar, ganar y volver a ganar. La frase corresponde a una leyenda atlética, pero se adapta a la perfección a la historia del Real Madrid. Ganar en Milán fue un lugar común, conseguir la undécima Copa de Europa y situarse así a cuatro de su siguiente competidor, el Milan. Cuando la FIFA dio el título de mejor club del siglo XX no tuvo muchas dudas, hay un club madrileño que se dedica a ser el mejor de todos. Ha tenido altos y bajos, grandes sequías y épocas de gloria absoluta, pero al final, por unas cosas u otras, siempre está ahí, familiar en la victoria.

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