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La cabeza de Torres, un nuevo salvoconducto para que el Atlético siga en la pelea
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el niño, un día más, marcó el gol decisivo

La cabeza de Torres, un nuevo salvoconducto para que el Atlético siga en la pelea

Un gol del Niño, en su mejor racha de siempre, fulmina a los bilbaínos que viven en tierra de nadie. La lesión de Godín fue la única pega para los del Cholo, que están con la moral a tope

Foto: El gol de Torres (Reuters)
El gol de Torres (Reuters)

El Atlético sigue, testarudo, peleando por esta Liga que se ha abierto cuando nadie la esperaba. El equipo de Simeone tiene clara la hoja de ruta: no dejar nunca de intentarlo. Viajar a Bilbao siempre es masticar piedras, saber que va a haber un partido de golpes y carreras, con esfuerzo extra. Pero ese mundo no le es ajeno al Atlético, son los más esforzados, los que siempre creen en el triunfo de la voluntad.

La exposición habitual del Atlético es contar esto, que nunca antes un equipo lo quiso tanto. Y es verdad, pero no es menos cierto que de nada valdría tanta agalla si no estuviese bendecida por el fútbol también. El equipo del Cholo no tiene los neones y las filigranas de otros, pero en su estilo el talento no falta. Porque Griezmann es un enorme jugador de fútbol, Koke sabe bien cómo se juega a la pelota y los laterales se descuelgan hasta convertirse en un peligro para la defensa contraria. Y, junto a ellos, como incorporación reciente, está Torres.

Es curioso el renacer de Torres, buen jugador que, como otros muchos, depende de estar fino para encontrarse. Porque él es la zancada de pierna larga. Es posible que falle el control, que se deje la pelota en la carrera, pero ese tipo de pifias las subsana bien si está fresco y reacciona rápido para quedarse con el balón. Por primera vez en su carrera ha marcado cinco goles seguidos en cinco partidos oficiales, algo lógico si se tiene en cuenta que es un buen goleador pero no un 'killer'. Nunca ha sido nada diferente a eso. Su estado de gracia está siendo decisivo para que el Atlético, ese equipo con todas las letras, aparezca en el último mes como una de las más guapas del baile.

El gol contra el Athletic, el que solventó la papeleta de San Mamés, llegó de una buena combinación por la banda entre Koke y Juanfran que terminó en los pies de Griezmann. El francés miró a su izquierda y vio que El Niño estaba solo en el centro del área. Un pase medido a la cabeza de Torres y el escorzo perfecto de este para poner el balón a la distancia suficiente para que cualquier estirada de Iraizoz fuese estéril.

Y aquello valió un partido, tres puntos y la supervivencia por el título. No es poca cosa. Fue lo mejor de un partido que no tuvo demasiada gracia. Hubo mucho centrocampismo, mucho choque y poco fútbol. La gracia de la jornada estaba en ver si Raúl García, el típico rudo que no pierde la cara nunca, funcionaría contra sus ex como hace normalmente. Sin éxito, pero sí, chocó, cabeceó, lo intentó... fue él mismo. Quizá rehuyó un poco la bronca, no se encaró cuando el balón no estaba en juego, muy feo gesto que en él es consustancial. Pero cuando se jugaba fue el Raúl García de siempre.

La lesión de Godín

El choque más anticipado, el que le tenía que enfrentar a su amigo Godín, otro que como él nunca se ahorra un choque, no se dio. El central uruguayo salió pronto del campo por una lesión en los isquiotibiales. La afición atlética espera las pruebas médicas como si fuese el santo grial. Ganar es más difícil sin el líder de la defensa, un central que ha demostrado estar entre los mejores del mundo y, especialmente, que es un líder de una defensa que es la clave del equipo. Al Atlético le queda lo mejor, y vivirlo con alguien como Godín marca diferencias.

Lucas su sustituto accidental, ha demostrado de sobra en sus oportunidades que da confianza. Es otro hijo del cholismo, de los que cierran bien sus espacios y hace todo lo posible por evitar el fallo. No se le ven accesos de diva, no tiene la intención de sacarla jugada ni de arriesgar en el pase. Eso, que en otros equipos invalidaría directamente al central, en el Atlético no es más que ejecutar el plan pedido. Porque Simeone es de esos entrenadores que prima el orden y la sobriedad por encima de todas las cosas. Una escuela como otra cualquiera.

Simeone es el mejor entrenador de la Liga, no por lo preciosista de su propuesta -nada remotamente parecido a eso- sino porque ha conseguido que sus ideas se vean con fidelidad en todos los jugadores de su equipo sin importar quienes sean. Los hay mejores, peores y medianos, pero en todos ellos está el sello del cholismo. Es el mariscal de un ejército que se mueve al sonido de su voz. Y no importa que sea Thomas y no Carrasco el que juega, porque aunque la pérdida de calidad sea evidente parte del trabajo no tiene que ver con eso sino con el derroche exigido. Los jugadores que no han aceptado ese régimen, gente como Vietto que parece desconectado del equipo, no aparecen en el césped. No tienen un hueco en el esquema del jefe.

Mientras tanto el Athletic ha entrado en ese punto que ni fu ni fa. De haber ganado hubiesen tenido la opción de hacer una última carrera a por la Liga de Campeones, pero en todo caso se antojaba difícil la empresa. Tienen la seguridad de que estarán en Europa el próximo año, y viven en ese magma viscoso del que sabe que no tiene mucho ni para perder ni para ganar. Es el final de Liga, un escenario en el que en el mismo momento se combinan los que sueñan, los que sufren y los que están de paso. Los de Valverde, ahora mismo, están de paso. ​

Ficha técnica

El Atlético sigue, testarudo, peleando por esta Liga que se ha abierto cuando nadie la esperaba. El equipo de Simeone tiene clara la hoja de ruta: no dejar nunca de intentarlo. Viajar a Bilbao siempre es masticar piedras, saber que va a haber un partido de golpes y carreras, con esfuerzo extra. Pero ese mundo no le es ajeno al Atlético, son los más esforzados, los que siempre creen en el triunfo de la voluntad.

Antoine Griezmann
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