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La globalización dispara las entradas para el Clásico hasta 11.894 euros
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las gradas cambian de forma

La globalización dispara las entradas para el Clásico hasta 11.894 euros

Los portales legales de reventa venden las entradas para el gran partido a una media de 875 euros. Un 71% de los tiques son vendidos a extranjeros de hasta 39 nacionalidades

Foto: El Camp Nou, antes de un partido. (EFE)
El Camp Nou, antes de un partido. (EFE)

El fútbol moderno es una realidad tenaz, palpable, demostrable con datos. Muchas aficiones luchan contra ello, no quieren que se pierdan las esencias y que el fútbol deje de ser de su propiedad, pero cuando alguien va a los campos más lujosos, el Bernabéu o el Camp Nou, sabe bien que la guerra está perdida. O casi. Más allá del césped, donde el fútbol sigue siendo fútbol -o algo muy parecido, que en todo hay matices-, el deporte ha cambiado radicalmente. Las gradas ahora suenan menos, todo parece más civilizado o, desde otro punto de vista, más aburrido. Y no es casualidad, los disparatados precios han hecho que un Clásico haya pasado a ser más una experiencia para ver una vez en la vida, sin importar la raigambre, que un partido importante por cuestiones deportivas.

Una casa de reventa legal anuncia que los tiques para el Clásico se están pagando a una media de 875 euros. También cuentan que nunca antes estuvieron tan caros, y el dato es sorprendente: al fin y al cabo pocos fueron los encuentros previos en los que ambos equipos tuvieron menos en juego. Desde un punto de vista estrictamente numérico, los 10 puntos que separan al Madrid y al Barcelona hacen del partido algo más parecido a un encuentro amistoso que a uno de máxima rivalidad.

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Y sin embargo, los precios son los que son. Carísimos, llegando incluso a venderse boletos por casi 12.000 euros. La explicación no está lejos de la cifra en la nota de prensa: usuarios de 39 nacionalidades han comprado la mayor parte de las localidades en venta en la página. Ir a los campos de los dos más grandes es una experiencia única, y lo es independientemente de dónde se haya nacido. Antes no era así, era difícil escuchar en la grada un idioma que no fuese el propio de la ciudad y acentos que no fuesen los locales. Los que estaban habían nacido a suficiente distancia del campo como para reconocerlo como algo familiar y cercano.

Ahora todo ha cambiado, el Real Madrid y el Barcelona, los dos equipos más poderosos del deporte más seguido en el mundo, son grandes multinacionales que lo mismo venden una entrada en Chamberí o Les Corts que en Kuala Lumpur o Dubái. Y por eso sus gradas, para dolor de algunos como Pepe Hidalgo, el secretario de la asociación Aficiones Unidas, se han convertido en un simposio internacional.

2.300 euros más por la misma entrada

El sistema de recompra de entradas propicia cuestiones curiosas, como la constatación de que hay países que se dejarían todo su dinero por asistir a un gran evento y solo lo harían en localidades preferentes. Los habitantes de Emiratos Árabes Unidos pagan de media 1.365 euros para sentarse en el Camp Nou estos días. El modo de venta propicia cuestiones curiosas, pues los precios tienen relación con el momento de la compra y la prisa que tengan los vendedores por colocar sus asientos. En la web han vendido una entrada por 178 euros a un británico, una cifra por debajo del precio de venta oficial. Un estadounidense, por un asiento de la misma categoría, ha llegado a pagar 2.500 euros.

El precio está directamente relacionado con el crecimiento del interés del Clásico en el extranjero. En el año 2013, cuando comenzó la web, vendieron un 56% de las entradas del gran partido a consumidores españoles. El precio medio fue de 474 euros. Solo tres años después, los consumidores españoles se han quedado en un 21%, y el precio medio ha crecido hasta situarse en una media de 875 euros.

Es evidente que un Clásico no se puede comparar con nada, es el enfrentamiento más esperado, el que todo el mundo mira. Hasta el punto de que la entrada más barata en el portal de reventa para este partido es de 638 euros, mientras que la más cara para el Rayo-Getafe, un partido a vida o muerte, está en 200. Si alguien quiere ir a ver el Atlético-Betis en una localidad 'premium', solo tendrá que desembolsar 160 euros.

Por eso también importa poco que lo que haya en juego no sea más que la honra de jugar contra el eterno rival, porque en realidad el rival no es tan eterno y en ocasiones ni siquiera es considerado rival. Ir al Camp Nou es una experiencia de viaje, un evento imprescindible cuando se viaja desde el otro lado del mundo a Barcelona, como lo es subir a la Torre Eiffiel si se va a París.

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Los clubes no son ajenos a esta cuestión, más al contrario, la fomentan en la medida de lo posible. Un jugador o un entrenador puede pedir más calor a la grada, pero a la hora de la verdad los rectores de los dos más grandes están interesados en ser un producto global, salir en todas las televisiones del mundo aunque sea a costa de que en la radio el sonido sea menos puro. Los más beneficiados por la Ley Bosman, por la caida de las fronteras y la internacionalización televisiva han sido los dos clubes más poderosos, como por otro lado era previsible.

Cuando Florentino Pérez presume de ser el club más valioso según 'Forbes', está constatando la importancia que ahora tienen la economía y el mercado en el deporte, especialmente en el fútbol. Esa posición es la que ha conseguido el departamento comercial del club, y podría ser algo para sacar pecho si se obvia al aficionado tradicional, que siempre estuvo más cerca de la portería que de una hoja de cálculo. Porque no hay línea de extracto bancario que sustituya la pasión de un gol.

La reconversión del fútbol en una industria mundial tiene sus consecuencias. El Madrid y el Barcelona dejaron de ir al Teresa Herrera o al Carranza para hacer giras por países lejanos, bien financiados por magnates y jeques. El plan es el mismo que vender entradas a precios desorbitados, no importa tanto ser local como ser de todo el mundo. Incluso los fichajes tienen un trasfondo económico, es necesario que sean buenos futbolistas, pero también se busca que los jugadores tengan mercado propio y ayuden a expandir la marca. De ahí David Beckham, pero en menor medida también Neymar hoy en día. El Camp Nou será este sábado un escenario global y eso, cuando todo el mundo mira, hace que los precios se vuelvan locos.

El fútbol moderno es una realidad tenaz, palpable, demostrable con datos. Muchas aficiones luchan contra ello, no quieren que se pierdan las esencias y que el fútbol deje de ser de su propiedad, pero cuando alguien va a los campos más lujosos, el Bernabéu o el Camp Nou, sabe bien que la guerra está perdida. O casi. Más allá del césped, donde el fútbol sigue siendo fútbol -o algo muy parecido, que en todo hay matices-, el deporte ha cambiado radicalmente. Las gradas ahora suenan menos, todo parece más civilizado o, desde otro punto de vista, más aburrido. Y no es casualidad, los disparatados precios han hecho que un Clásico haya pasado a ser más una experiencia para ver una vez en la vida, sin importar la raigambre, que un partido importante por cuestiones deportivas.

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