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‘Pogbita’ Musonda, el niño milagro que se le escapó al Barcelona
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el ahora bético estuvo en la masía en 2012

‘Pogbita’ Musonda, el niño milagro que se le escapó al Barcelona

En 2002, la estrella del Betis -cedido por el Chelsea- viajó a Barcelona, pero finalmente no se concretó el fichaje del eléctrico y talentoso jugador belga

Foto: El belga Charly Musonda ha revolucionado el juego del Betis desde que aterrizó en Sevilla (Cordon Press)
El belga Charly Musonda ha revolucionado el juego del Betis desde que aterrizó en Sevilla (Cordon Press)

En la memoria del fútbol europeo perviven esencialmente tres catástrofes aéreas. En 1949, el trimotor Fiat G212 que devolvía al Gran Torino tras jugar un amistoso frente al Benfica se estrelló contra el muro de la basílica de Superga. No hubo supervivientes del equipo de la época, el de Valentino Mazzola, el que alineaba a 10 jugadores en el once de Italia. 600.000 personas le rindieron honor durante los funerales. Entre ellas, un hombre llamado Laszlo Kubala musitaba una plegaria mientras secaba sus lágrimas. Días antes, el Torino había descartado su fichaje y le había evitado montarse en aquel avión.

En 1958, el Elizabethan Class en el que viajaba el Manchester United tras jugar en cuartos de la Copa de Europa con el Estrella Roja realizó una parada técnica en el aeropuerto de Múnich. Al reemprender el viaje, y con la pista helada, el avión no cogió suficiente altura y se empotró contra una vivienda desalojada. Siete futbolistas murieron en el acto y un octavo lo hizo días después. Se trataba de Duncan Edwards, tenía 21 años y aún hoy muchos creen que Inglaterra no ha vuelto a dar un futbolista igual. Al accidente sobrevivieron el entrenador que daba nombre a aquel equipo de leyenda, los ‘Busby babes’, y un tal Bobby Charlton, con quienes el United ganaría la Copa de Europa una década después.

En 1993, el ‘Buffalo’ de las Fuerzas Aéreas de Zambia en el que volaba la selección se precipitó al Océano Atlántico. Los ‘Chipolopolo’ (Balas de bronce) venían de jugar un partido de la Copa de África, contra Islas Mauricio, y se dirigían hacia Senegal, donde comenzaba la fase final para acceder al Mundial de Estados Unidos. Tras detenerse para repostar en Libreville (Gabón), su avión se precipitó al mar. Murieron los 30 pasajeros. Entre ellos no se encontraban las tres estrellas de la selección, reservadas en el sencillo partido de Islas Mauricio. Todos jugaban en Europa y debían acudir directamente a Senegal en vuelos privados. Uno de ellos era Charles ‘Champagne’ Musonda. Tres años después, tuvo a su último hijo.

Hazard, su amigo y maestro

‘Charly’ Musonda Júnior (Bruselas, 1996) conoce bien esa historia, aunque prefiere no darle muchas vueltas. “El destino…”, le dijo a un empleado del club, donde alucinan con la perla que les prestó el Chelsea este invierno. “Ojalá pudiéramos comprarlo”, declaró hace unos días el entrenador, Juan Merino, que mandó a jugar al chaval con apenas dos entrenamientos. Su efecto fue rutilante. Lejos de arrugarse en el campo en su “primer partido ante 40.000 espectadores”, frente al Valencia, Musonda puso en pie al Villamarín con su vertiginosa velocidad y sus eléctricos regates. De inmediato, se convirtió en la dinamo que demandaba el yermo juego del Betis, que hasta ese momento encadenaba nueve jornadas sin ganar y pululaba por las fronteras del descenso. Seis partidos después, todos con Musonda como indiscutible titular y sin conocer la derrota, el equipo es décimo e incluso se permite fantasear con Europa, cuestión sobre la que dirá el choque de la jornada en San Mamés. Allí, el imberbe Musonda, de 19 años, espera medirse al inagotable Aduriz, de 35 (aunque podría descansar). Ambos, a su manera, representan la alegría de vivir del fútbol.

Los dos comparten, también, la esperanza de entrar en sus selecciones. “Si todo el mundo nos dice que llevemos a Aduriz, no vamos a ser nosotros los más listos”, declaró a 'Marca' Vicente del Bosque sobre el delantero vasco, 30 goles esta temporada. En Bélgica el debate hierve respecto al hueco que merece Musonda en el talentoso equipo que dirige Wilmots. En una semana hay lista y tendremos la respuesta. De momento, tras su estallido en la Liga, lo que se sucede es una interminable retahíla de comparaciones con los mejores. “Regatea hasta a los charcos”, dice su compañero Ceballos, parafraseando a Pablo Blanco en su deslumbramiento de Jesús Navas. Los símiles van más lejos, hasta Hazard (“mi amigo y maestro”) y Neymar. Este último caso resulta especialmente pertinente, pues Musonda se le escapó de entre los dedos al Barcelona.

Sucedió en 2012. Madrid, Barça, City, Chelsea, Liverpool… Media Europa se pegaba por la joya de la cantera del Anderlecht. Musonda eligió a los azulgrana. “En mayo viajé para visitar La Masía. Tenía decidido jugar allí, pero me dijeron que no podían acomodar a mi familia en la ciudad. Les respondí que, en tal caso, no me tendrían a mí”. El Barcelona extremó el celo con un fichaje que bordeaba los límites del reglamento. Musonda aún no había cumplido los 16 años que relajaban las exigencias en la captación de menores europeos. La opción de trasladar a su familia dándole un trabajo no estaba clara. De hecho, el club ya conocía entonces que la FIFA le examinaba, tras una denuncia anónima por irregularidades en las contrataciones en la cantera que, finalmente, derivaría en una sanción de dos años sin fichar. “Fue una lástima. No veo mucho fútbol, prefiero desconectar. Pero he viajado dos veces al Camp Nou para seguir al Barcelona, porque con ellos es distinto: sabes que vas a presenciar algo sensacional”, reconoce el delantero, fan confeso de Messi y de Neymar.

Otro año de cesión

Musonda, en fin, eligió al Chelsea porque contrató también a sus dos hermanos mayores, Lamisha (hoy sin equipo) y Tika (Chelsea sub’21). El atacante comenzó a quemar etapas, deslumbrando en los equipos filiales y en todos los escalafones inferiores de la selección belga. Con 18 años, participó en la sonada paliza que la sub’21 le dio a la España de Deulofeu, Munir y Denis Suárez (0-4) en Ferrol. Stamford Bridge, sin embargo, le seguía siendo territorio vedado. Se imponía una cesión, y Musonda, otra vez atrevido, optó por la Liga y por un equipo que rondaba la zona baja, el Betis, donde espantó de un plumazo las dudas por su juventud. “En dos entrenamientos estaba ya integrado", dice Merino. Ayudó su conocimiento del castellano, uno de los cuatro idiomas que maneja. En el vestuario le llamaron 'Pogbita', por su parecido facial con el gigante de la Juventus. Pero las bromas acababan en cuanto la pelota echaba a rodar y nadie podía alcanzar a Musonda. “Es una bala y un regateador de primera. Va a ser un jugador muy importante en el fútbol”, prevé Merino. En el Betis ya han comenzado a trabajar para intentar un segundo año de cesión.

“Particularmente, me mostré en contra. Creía que jugar en España sería demasiado difícil para un jugador sin experiencia. Yo pensaba que era mejor ir a Alemania o a Bélgica, al Anderlecht. Pero, una vez más, Charly nos volvió a sorprender”, recuerda Charles Musonda, orgulloso del talento y madurez de su hijo. La que le ayuda a soportar una última y dolorosa polémica. Hace unas semanas, el ministro de deportes de Zambia, Vicente Mwale, visitó en Londres a los Musonda para ofrecerle a sus hijos jugar con la selección. Regresó con una diplomática insinuación negativa que provocó iras en el país. El pasado lunes, el periodista Peter Adamu desveló una campaña para desacreditarles como ‘antipatriotas’, derivada del supuesto rencor entre las dos grandes estrellas del fútbol zambiano, Kalusha Bwalya (actual presidente de la federación) y Charles Musonda, supervivientes ambos de la selección que se tragó el mar. Un odio más allá de la muerte que ha alterado la pertinaz sonrisa de Charly, el niño milagro que ha levantado al Betis.

En la memoria del fútbol europeo perviven esencialmente tres catástrofes aéreas. En 1949, el trimotor Fiat G212 que devolvía al Gran Torino tras jugar un amistoso frente al Benfica se estrelló contra el muro de la basílica de Superga. No hubo supervivientes del equipo de la época, el de Valentino Mazzola, el que alineaba a 10 jugadores en el once de Italia. 600.000 personas le rindieron honor durante los funerales. Entre ellas, un hombre llamado Laszlo Kubala musitaba una plegaria mientras secaba sus lágrimas. Días antes, el Torino había descartado su fichaje y le había evitado montarse en aquel avión.

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