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Mano de chapa y pintura al estadio donde se jugará la Supercopa de Europa
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barCELONa y sevilla se la disputarán en Tbilisi

Mano de chapa y pintura al estadio donde se jugará la Supercopa de Europa

Dentro de una semana, el Estadio Nacional de Tbilisi, la capital de Georgia, acogerá la final de la Supercopa de Europa entre el Barcelona y el Sevilla. Para ese día, todo estará preparado y renovado

Foto: Fotos: David Ruiz / Fernando Tejerina
Fotos: David Ruiz / Fernando Tejerina

Su aspecto exterior retrotrae inexorablemente a los tiempos en los que su Dinamo, el de Tbilisi, se consagró campeón de la extinta Unión Soviética (1978) y de la Recopa de Europa (1981) con aquel brillante equipo gobernado sobre el césped por David Kipiani, el 'divino calvo', y secundado por los Sulakvelidze, Chivadze, Daraselia, Shengelia o Gutsaev. El Boris Paichadze, a la sazón otro icono del balompié georgiano -en este caso de los años 40-, recibirá en una semana (11 de agosto) a Barcelona y Sevilla, tanto monta, luciendo esa imponente chapa grisácea de hormigón que, tras su reconstrucción de 1976, le situó en el tercer escalón de los más grandes anfiteatros de la pelota en la madre patria del comunismo. Sólo el estadio Lenin de Moscú (hoy Luzhniki) y el Olímpico de Kiev (hoy Valery Lobanovskiy) superaban las 75.000 localidades de una de las últimas obras faraónicas de la arquitectura socialista, sita en el populoso barrio de Didube, cuna tradicional del proletariado más recalcitrante en la capital de la joven república caucásica. El tiempo, de hecho, parece haberse detenido en las calles aledañas al otrora Estadio Nacional, donde todavía se respira un melancólico aire con sabor a bolchevismo entremezclado con las sabrosas especias que otorgan un toque exuberante a la gastronomía local.

La remodelación de 2006 redujo la capacidad

Otra cosa muy distinta va a ser lo que azulgranas e hispalenses se encontrarán toda vez que atraviesen las vetustas y enormes puertas metálicas, supervivientes del coliseo original, construido en 1935 y que recibió el nombre de uno de los personajes más siniestros del stalinismo (Beria Dinamo Stadion). La remodelación acometida en 2006 redujo el aforo hasta los actuales 54.549 asientos, pero a cambio modernizó su interior y lo adaptó a las exigencias de la UEFA para poder acoger partidos internacionales, tanto de la selección local como del Dinamo, aún hoy el club con mayor número de seguidores entre los casi cinco millones de georgianos.

Eso no significa, en cualquier caso, que el estadio elegido por el organismo que preside Michel Platini esté ya presto y dispuesto para acoger el encuentro más importante de su historia. A falta de una semana para que la pelota eche a rodar y los dos campeones europeos del pasado ejercicio se jueguen el primer título de la nueva temporada, el Boris Paichadze Dinamo Arena se halla inmerso en plena fase de 'chapa y pintura'. El Confidencial ha tenido la oportunidad de acceder a sus instalaciones para comprobar que son numerosos los pequeños detalles que aún restan por pulir tanto en los graderíos como en los vomitorios de acceso a los mismos. Un grupo de entorno a los 100 trabajadores viene dedicándose en las últimas semanas a lavar a diario la cara al interior del coliseo, donde se ha procedido, entre otras cosas, a la sustitución de todas las butacas, que ahora lucen los colores azul y blanco del Dinamo. El proceso se encuentra ya en su última fase, pero aún se pueden ver por el suelo de los graderíos tornillos, tuercas y otros utensilios utilizados para tan magna tarea. Un montón de cajas apiladas en distintas zonas del recinto y la 'desnudez' que muestran todavía las zonas VIP y palcos privados son el mejor reflejo del arduo trabajo que todavía resta por delante a los responsables del evento para tener todo a punto de cara al derbi español que se les viene encima.

No perder credibilidad internacionalmente

Los muros y paredes del estadio están siendo igualmente sometidos a una concienzuda mano de pintura, brocha en ristre, que les haga relucir ante los ojos de los millones de telespectadores de todo el planeta que verán el duelo desde sus domicilios. El Comité Organizador local está muy preocupado en evitar que cualquier pequeño despiste o error les haga quedar mal o perder credibilidad a nivel internacional, de ahí que la consigna sea que el estadio rezume limpieza y pulcritud por los cuatro costados. En tal sentido, los operarios contratados para dicha labor ya han dado cuenta de la práctica totalidad de pintadas o graffitis existentes, en su mayoría referentes al club que explota los derechos del feudo ubicado en la avenida Tsereteli, a tiro de piedra de la estación de metro Stadion Square.

En la final se estrenará césped

Con lo que tanto Luis Enrique como Unai Emery pueden estar tranquilos es con el siempre espinoso asunto del terreno de juego. Los mentores del Dinamo optaron al final de la anterior campaña por levantar el césped que se había plantado en 2012 para colocar en su lugar una nueva alfombra cuya inauguración se producirá precisamente el día de la Supercopa. La plantilla del Dinamo Tbilisi tiene totalmente prohibido asomar la nariz por su feudo habitual, que solamente pisará el 14 de agosto, esto es, tres días después del choque continental, para recibir en partido de la Liga georgiana al Sapovnela Terjola. Los encargados del mantenimiento del nuevo gramado lo están mimando literalmente con el objetivo de que el próximo 11 de agosto luzca impecable y la pelota ruede con la celeridad que suelen demandar ambos conjuntos, muy especialmente los vigentes campeones de la Champions League.

Las planchas de 'tepes' han soldado perfectamente y reciben una buena dosis de agua hasta tres veces al día. Y es que el fuerte calor también está haciendo estragos en Tbilisi, que viene registrando desde mediados de junio temperaturas superiores a los 30 grados centígrados de media. En otras palabras, que catalanes y andaluces sudarán la gota gorda en busca de una nueva pica que añadir a sus respectivas salas de trofeos. A todo esto, el cartel de 'no hay billetes' lleva colgado más de un mes en las ventanillas de venta de entradas. El sitio web biletebi.ge fue el encargado de ofertar el paquete principal de las mismas con tres precios diferentes: 7, 14 y 30 euros. La avalancha de peticiones fue tal que en pocas horas se agotó el papel.

El temor de las autoridades es que parte de esos compradores puedan ser miembros de mafias organizadas que pretendan hacer su particular agosto con la reventa de boletos en las horas previas al choque. No en vano, en las calles de Tbilisi se habla ya de que el valor de dichas entradas en el mercado negro puede llegar a alcanzar los 1.000 euros, dada la ocasión histórica de ver en directo a los Messi, Neymar, Suárez, Iniesta, Konoplyanka, Piqué, Vitolo, Rakitic, Krychowiak...

Su aspecto exterior retrotrae inexorablemente a los tiempos en los que su Dinamo, el de Tbilisi, se consagró campeón de la extinta Unión Soviética (1978) y de la Recopa de Europa (1981) con aquel brillante equipo gobernado sobre el césped por David Kipiani, el 'divino calvo', y secundado por los Sulakvelidze, Chivadze, Daraselia, Shengelia o Gutsaev. El Boris Paichadze, a la sazón otro icono del balompié georgiano -en este caso de los años 40-, recibirá en una semana (11 de agosto) a Barcelona y Sevilla, tanto monta, luciendo esa imponente chapa grisácea de hormigón que, tras su reconstrucción de 1976, le situó en el tercer escalón de los más grandes anfiteatros de la pelota en la madre patria del comunismo. Sólo el estadio Lenin de Moscú (hoy Luzhniki) y el Olímpico de Kiev (hoy Valery Lobanovskiy) superaban las 75.000 localidades de una de las últimas obras faraónicas de la arquitectura socialista, sita en el populoso barrio de Didube, cuna tradicional del proletariado más recalcitrante en la capital de la joven república caucásica. El tiempo, de hecho, parece haberse detenido en las calles aledañas al otrora Estadio Nacional, donde todavía se respira un melancólico aire con sabor a bolchevismo entremezclado con las sabrosas especias que otorgan un toque exuberante a la gastronomía local.

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