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Di Stéfano jamás habría hecho lo del escudo de Cristiano en Córdoba
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el portugués y los valores del madridismo

Di Stéfano jamás habría hecho lo del escudo de Cristiano en Córdoba

La Saeta siempre respetó unos valores que se ha llevado el viento por culpa del presidente del Madrid y más de otro dirigente que le da palmaditas a Cristiano

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Aquel grito que lanzóCristiano Ronaldo en la Gala del Balón de Oro,el ya famoso “¡Siiiiiuuuuuuhhhhhh!”,que ni venía a cuento y dejó boquiabiertos a los asistentes de tan dorado certamen, se volvió en contra del jugador portugués en el partido que el Real Madrid jugó en El Arcángel el pasado sábado 17 de enero. Aquel zumbido en la citada Galafue un clamor en las gradas del campo cordobés cada vez que CR7 tenía el balón en sus pies.

Los abucheos de los seguidores del Córdoba y el tesón del equipo andaluz, que llegóa poner a los Ancelloti contra las cuerdas, hicieron mella en este jugador que, por su carácter de ganador y sus indiscutibles virtudes futbolísticas, está en la cúspide de los ídolos. Precisamente por ello, por estar entre las estrellas que brillan en el firmamento futbolístico, debería mostrar más fair-play sobre los terrenos de juego por una sencilla e inapelable razón: dar ejemplo de deportividad a esos miles de niños y jóvenes que no sólo le idolatran, sino que sueñan con emularle algún día.

El ruido que brotaba de las gradas, acompañado por una sonora música de viento, llevó a Ronaldo a perder los nervios, a mostrarse crispado e incómodo y a echar un borrón en la dilatada historia del Real Madrid con unas actitudes que no se corresponden con la zamarra que defiende. El puñetazo con el que se zafó de Crespo y el bofetón a Edimar lo pasaron por alto el árbitro del encuentro, Hernández Hernández, y sus ayudantes. Lo que si vio el colegiadofue la patada sin balón que el portugués propinó al citado Edimary, lógicamente, lemandó a la caseta.

El protagonista quiso dar más auge a su papel de principal actor, cuando la película del partido llegaba a su final, marchándose a los vestuarios, tieso y estirado como un faquir, menospreciando a la afición cordobesa. Ronaldo, con paso cansino y erguido, se iba del campo frotándose el escudo de campeón del mundo.

Quizás el portugués no sepa que antes de venir él al equipo blanco, la Sala de Trofeos del club comenzó a poblarse de trofeos nacionales e internacionales que conquistaron generaciones de futbolistas. Es decir, los verdaderos artífices de que el Real Madrid fuera nominado por la FIFA el Mejor Club del Siglo XX. Una entidad que llegó a ser admirada en todo el mundo por sus incontables triunfos, su caballerosidad y su señorío. Valores que, desgraciadamente, se los ha llevado el viento por culpa del actual presidente y más de un dirigente que le da palmaditas en los hombros.

Entre aquellas generaciones, podríamos citar a un buen número de ellos que dejaron su impronta con su espíritu de lucha y su ambición de victoria. Uno de ellos, incuestionablemente, fueel añorado Alfredo Di Stéfano, considerado el futbolista más completo del mundo y el que cambió la historia del Madrid, tras firmar por el club en aquel lejano 23 de septiembre de 1953, día que debutó con la camiseta blanca en un partido amistoso contra el Nancy francés en el campo de Chamartín.

A lo largo de mi vida periodística han sidocuantiosas las veces que conversé, profesional y personalmente, con Di Stéfano. En una ocasión, hablando de la entidad madridista, a la que perteneció once años, aseguró:

“El club está por encima de dirigentes, empleados, jugadores… Santiago Bernabéu, en las charlas que a veces nos dedicaba, siempre hacía hincapié que había que respetar al contrario, aunque fuera de Regional, ser humildes dentro y fuera de la cancha, mantener una disciplina ejemplar y procurar no dañar nunca la imagen de la institución. Cuando alguno éramos expulsados por el árbitro, ya sabíamos que, además de la sanción que estaba estipulada, y que no te la quitaba ni el ministro de Justicia, Bernabéu nos iba a dar un repaso verbal que te dejaba para el arrastre, pero ahora, querido, los tiempos han cambiado tanto que el respeto y la cordialidad los han borrado de un plumazo”.

En otra oportunidad, hablando de los colegiados y preguntarle sobre el cartel que le colgaron al Madrid de que los árbitros lo ayudaban, respondió: “Usted o sus colegas quieren hacer una mala crónica cuando se ponen a escribir. No, ¿verdad? Yo no conozco a ningún tipo, salvo a los ladrones y atracadores, que a propósito quieran hacer las cosas mal. Todo el mundo se puede equivocar. Usted juegue bien, tire siete veces a la portería y verá como hace algún gol”.

Tras guardar un pequeño silencio, Di Stéfano añadió: “Si mal no recuerdo, a mí me expulsaron dos veces: una en el campo de Las Palmas y otra en nuestra cancha frente al Zaragoza en las semifinales de la Copa del Generalísimo de la temporada 1962-63. Nuestro orgullo estaba herido después de perder en casa de los aragoneses por 4-0. Aquellos cuatro goles que encajamos en La Romareda nos martilleaban en la cabeza. Nos conjuramos para devolverles la moneda cuando nos visitaran y, como mínimo, forzar la prórroga. Camino de jugarla íbamos e incluso de sacar adelante la eliminatoria, porque apenas rebasada la media de juego ganábamos por tres a cero. Yo marqué el primer gol y Gento y Félix Ruiz hicieron los otros dos, pero me expulsaron y el Zaragoza, que nos dio leña hasta en el carné de identidad, logró clasificarse para la final porque en el segundo tiempo no hubo más goles”.

“Creo que faltaban unos cinco minutos para llegar al descanso, cuando el brasileño Duca me zancadilleó. Me levanté y le agarré por el brazo reprobándole su actitud. Le doy la espalda y cuando estaba a punto de reanudarse el juego vino hacia mí y me dio tal patada que me hizo perder el equilibrio y caer sobre el césped. Cuando me levanto, tras atenderme el gran masajista Legido, viene el árbitro y nos expulsa a los dos. La afición bramaba porque pedía justicia. Me fui al vestuario sin rechistar, pero pensando que el referee me mandó a la calle injustamente. En estos casos no hay vuelta de hoja porque en la cancha manda el señor colegiado. Creo que uno de los apellidos del árbitro era Contreras.Ahora, al recordarlo, le podía haber dicho: ¡Que no te enteras, Contreras!”.

Sobran más comentarios y, por otra parte, dejar al margen aquellos aficionados, incluso a Florentino Pérez, que comparan a Cristiano Ronaldo con Alfredo Di Stéfano. El hispano-argentino, que nunca presumió de sus inconmensurables dotes como futbolista, jamás se habría ido de un terreno de juego frotándose un escudo. Y no sólo fue campeón del mundo, sino que ganó, entre otros muchos títulos, cinco Copas de Europa consecutivas.

Aquel grito que lanzóCristiano Ronaldo en la Gala del Balón de Oro,el ya famoso “¡Siiiiiuuuuuuhhhhhh!”,que ni venía a cuento y dejó boquiabiertos a los asistentes de tan dorado certamen, se volvió en contra del jugador portugués en el partido que el Real Madrid jugó en El Arcángel el pasado sábado 17 de enero. Aquel zumbido en la citada Galafue un clamor en las gradas del campo cordobés cada vez que CR7 tenía el balón en sus pies.

Cristiano Ronaldo Santiago Bernabéu
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