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Un madrileño y un argentino están a punto de quitar el sueño mundial al Papa Francisco
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san lorenzo, a la final tras la prórroga

Un madrileño y un argentino están a punto de quitar el sueño mundial al Papa Francisco

Ángel Berlanga y Emiliano Tade llevaron al Auckland City a la prórroga de las semifinales, pero San Lorenzo salió vivo y jugará contra el Real Madrid

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Si nos atenemos a lo que se pudo ver en el Grand Stade de Marrakech, el Real Madrid tiene bien poco de lo que preocuparse. De hecho, lo único que en principio podría evitar que los blancos fueran campeones del mundo sería una excesiva (pero muy excesiva) relajación el próximo sábado. Y ni eso, porque el Madrid jugó de nuevo con el freno de mano echado contra el Cruz Azul y rozó la manita para entrar en la final. San Lorenzo de Almagro no fue ni por asomo lo que ha sido siempre el representante de la Conmebol en lo que fue la Copa Intercontinental y después el Mundial de Clubes. Un equipo de Nueva Zelanda, o para ser más precisos, un argentino y un madrileño, le pintaron la cara.

Un chico que jugó en el Rayo Majadahonda pidió una oportunidad en el Auckland City a un entrenador que hablaba su mismo idioma, puesto que nació en Barcelona. Se conocieron y se gustaron mutuamente. Eso ocurrió hace cuatro años, en los que los dos se empeñaron en hacer al Auckland uno de los equipos oceánicos más grandes de la historia. Ángel Berlanga se adueñó desde entonces del lateral derecho y Ramón Tribulietx es uno de los entrenadores españoles más laureados, aunque los trofeos que ha tenido el honor de levantar tengan mucho menos prestigio internacional que otros. Y a pesar de un palmarés espléndido, los dos son semiprofesionales.

Hace no mucho, la Copa Intercontinental era un partido de los grandes, pero grande de verdad. De aquellos que se recordaban durante mucho tiempo, años incluso. Era la demostración empírica de que el fútbol suramericano no tenía demasiado que envidiar al europeo. Cualquier Sao Paulo o Boca Juniors podía enfrentarse a un Milan o un Real Madrid y no sólo plantearle un partido complicado, sino superarle tanto por fútbol como por el marcador. De hecho, en el registro histórico de campeones, hay tres clubes, Peñarol, Nacional y Boca, de la Conmebol con tres entorchados, y sólo dos europeos con los mismos trofeos, Milan y Madrid.

Que San Lorenzo gane a los de Ancelotti será casi el mismo milagro que el hecho de que el Auckland City forzase la prórroga este miércoles. Es decir, puede pasar, pero es extraño, inusual, antinatural. Edgardo Bauza no ha gestionado al equipo que vimos en Marrakech. Él gestionó al club que se proclamó campeón de América por primera vez en su historia, y lo hizo con cierta justicia. San Lorenzo no jugaba un fútbol de incontables quilates, pero sí tenía vistosidad, era agresivo y trataba con intención el balón. Contra un rival netamente inferior no llevó la iniciativa en ningún momento. Hubo instantes que era difícil distinguir al equipo amateur del que es un grande de Argentina.

En la primera parte, el Auckland maniató a San Lorenzo con una salida casi lavolpiana, con un hombre cerrando y los otros dos defensas pegados en los costados para sacar el balón. Ni un pelotazo mal dado, ni un melón mandado a tomar viento: todo intencionado. Irving ejerció de Matthäus como líbero organizador. Berlanga en un lado, Vicelich al otro, Iwata como extraño lateral izquierdo. Y el peligro pasaba por las botas de un argentino vestido de blanco que, a diferencia del Papa Francisco, iba contra San Lorenzo. Emiliano Tade fue el mejor albiceleste de largo sobre el campo y tuvo el 1-2, pero le tembló todo el cuerpo.

Tade compitió por ese honor con Pablo Barrientos. Exjugador del buen Catania de Vincenzo Montella, Barrientos no fue en absoluto importante para ganar la Libertadores, era más un revulsivo. Quién le iba a decir que de repente, marcaría el primer gol de San Lorenzo en un Mundial. No fue eso lo único que aportó. Fue el único del Ciclón que aportaba algo diferente al ataque. Se le intuía desborde, recorte y disparo. Aparecía de vez en cuando para alborotar el calmado juego que organizaban los neozelandeses, pero como todo lo bueno, venía en pequeñas dosis. Al poco de iniciarse el tiempo extra, Matos marcó. Si lo hubiera hecho un poco antes, el pueblo marroquí se habría ahorrado una prórroga exigua de calidad, pero que tuvo todavía un palo para los casi heroicos navy blues.

Ficha técnica:

2 - San Lorenzo: Sebastián Torrico; Julio Buffarini, Yepes, Walter Kannemann, Emmanuel Más; Néstor Ortigoza (Quignon, m.109), Juan Mercier, Enzo Kalinski (Matos, 77); Gonzalo Verón (Romagnoli, m.69), Pablo Barrientos ; y Martín Cauteruccio.

1 - Auckland City: Williams; Berlanga, Irving, Dordevic (Issa, m.96), Takuya Iwata; Vicelich, Bilen, De Vries, Payne, Tade (Browne, m.90); y Tavano (Burfoot, m.100).

Goles: 1-0, m.45: Barrientos. 1-1, m.67: Berlanga. 2-1, m.93: Matos.

Árbitro: Benjamin Williams (Australia). Amonestó a Mercier (23), Kannemann (40), Ortigoza (59), Barrientos (79), Buffarini (105) por San Lorenzo; y a Dordevic (8), Bilen (60), Berlanga (64) por Auckland City.

Incidencias: encuentro de semifinales del Mundial de Clubes disputado en Le Grand Stade de Marraquech ante 15.365 espectadores, 8.000 de ellos argentinos.

Si nos atenemos a lo que se pudo ver en el Grand Stade de Marrakech, el Real Madrid tiene bien poco de lo que preocuparse. De hecho, lo único que en principio podría evitar que los blancos fueran campeones del mundo sería una excesiva (pero muy excesiva) relajación el próximo sábado. Y ni eso, porque el Madrid jugó de nuevo con el freno de mano echado contra el Cruz Azul y rozó la manita para entrar en la final. San Lorenzo de Almagro no fue ni por asomo lo que ha sido siempre el representante de la Conmebol en lo que fue la Copa Intercontinental y después el Mundial de Clubes. Un equipo de Nueva Zelanda, o para ser más precisos, un argentino y un madrileño, le pintaron la cara.

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