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José Luis Mendilibar 'regaló' la mejor versión de Raúl García al Cholo Simeone
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José Luis Mendilibar 'regaló' la mejor versión de Raúl García al Cholo Simeone

Pocos ven ya al navarro como centrocampista. Desde que se marchara cedido a Osasuna, Raúl se convirtió en un goleador. Todo gracias a la idea de Mendilibar

Foto: Raúl García es un seguro goleador para el Atlético (EFE).
Raúl García es un seguro goleador para el Atlético (EFE).

Pocos entendidos del fútbol ven ya a Raúl García como un centrocampista, muy a pesar de que esa etiqueta, esa demarcación, sea la que más veces en su carrera haya desempeñado. Raúl ya no es un centrocampista al uso, de los que transitan por la medular intentando robar balones u organizar el juego asociativo de su equipo. Hace tiempo que Raúl ya suele ver algo lejos al mediocentro organizador, al volante tapón y mucho más lejos a los centrales propios. Raúl es un delantero, un atacante rematador que puede rematar a gol cualquier balón que se encuentre cerca del área, su nueva zona natural.

Pero si a Raúl se le conocía como centrocampista es porque la mayoría de técnicos que ha tenido en su carrera lo utilizaban en la zona ancha del campo, donde está todo el meollo del juego. Apareció fulgurante en los planes de Osasuna hace casi diez años como el reemplazo ideal de Javi Martínez, que abandonó Tajonar para triunfar en el Athletic Club. Es decir, si era el sustituto de Javi, Raúl era visto por Javier Aguirre como un medio defensivo, puro físico y trabajo constante. El físico le acompañaba para desempeñar esa labor. Raúl es alto y tiene una caja torácica amplia que le permite luchar cuerpo a cuerpo contra los más fuertes. Jugando ahí, al lado de Patxi Puñal, Raúl se hizo grande, se hizo importante en el fútbol español… y para eso lo fichó el Atleti.

Osasuna llegó a las semifinales de la Copa de la UEFA de 2007 con Raúl García como pivote defensivo. Y el entrenador ya no era el Vasco, era el Cuco Ziganda, que también veía en él a un gran centrocampista, a un volante central de cierta ida y vuelta, aunque más centrado en las labores de contención que en la creación y la búsqueda del ataque. La campaña anterior a aquella, Raúl García había sido clave para que Osasuna se metiera cuarto en Liga, en puesto de Champions, competición en la que cayeron en el playoff. Esa temporada enamoró en el Atlético de Madrid y Aguirre, que por entonces estaba en el Calderón, se lo llevó a Madrid para que entrara a jugar de rojiblanco en el centro del campo, haciendo pareja habitualmente junto a Paulo Assunção.

Jugó Raúl en el centro del campo con el brasileño, con Éver Banega, con Maniche, con Cléber Santana, con Tiago Mendes, con Mario Suárez… y Raúl era uno de los considerados mediocentros defensivos. Y teniendo en cuenta las características de sus compañeros, sólo Banega y Maniche podrían considerarse más creativos que un pivote, lo cual no habla muy bien de la planificación deportiva atlética en aquellos años. El pamplonica jugaba y mucho en esa posición en el Atlético, pero nunca parecía un jugador importante y resultaba fácilmente sustituible por otra pieza. Hasta que el club colchonero tomó una de las decisiones más sabias de los últimos años: cederlo un año a su casa, a Osasuna.

Allí se encontró con José Luis Mendilibar, que le cambió de posición, y le cambió la vida. El técnico vasco descubrió en el jugador navarro a un mediapunta de mucho trabajo y de mucho gol. Cuando volvió al Sadar, Puñal seguía en el medio y la alternativa cuando se fue Raúl, Nekounam, ocupaba el puesto del hijo pródigo. Por lo tanto, para hacerle sitio, lo colocó justo delante de ellos y cerca del delantero centro, con el que tenía contacto constante. En ese lugar, Raúl García empezó a encontrar el gol con asiduidad, aprovechando su enorme capacidad para leer los espacios. De ahí nació en él una vocación de rematador hasta entonces desconocida y hoy en día perfeccionada. Los datos hablan por sí solos: en sus dos primeros años en Osasuna marcó diez goles; en su segunda etapa, una temporada, once tantos.

El Cholo Simeone le dio otra dimensión al juego de Raúl García. Lo ha utilizado en casi todas las posiciones del centro del campo hacia delante, pero nunca como pivote. Ha jugado como enganche, en ambas bandas, como segundo delantero y como única referencia ofensiva. Y en todas esas demarcaciones ha rendido, pero en ninguna como cuando juega al lado de un ariete puro. Esa localización sobre el césped le permitió, el año que el Atleti ha sido campeón de Liga, alcanzar los 18 goles en todas las competiciones, haciendo un total desde que volvió al Atlético de 28 tantos, sólo dos menos que en todas sus temporadas anteriores.

Ya la temporada pasada le quitó el puesto a menudo a David Villa como acompañante de Diego Costa, y este año parece un serio candidato a ser la sombra de Mario Mandzukic, o el delantero centro que juegue con el Cholo. Parte como teórico suplente, por detrás de Antoine Griezmann y Arda Turan, pero Raúl siempre acaba apareciendo, como en el Bernabéu. La temporada para el campeón es muy larga, y el objetivo es que los éxitos sean al menos similares a los conseguidos hace unos meses. Habrá espacio para casi todos en el Atleti, pero Raúl probablemente acabe jugando como el que más. Y si mantiene los números de estos meses (años, más bien), quién sabe, hasta podría entrar en la renovación de la Selección que está planeando Vicente del Bosque.

Pocos entendidos del fútbol ven ya a Raúl García como un centrocampista, muy a pesar de que esa etiqueta, esa demarcación, sea la que más veces en su carrera haya desempeñado. Raúl ya no es un centrocampista al uso, de los que transitan por la medular intentando robar balones u organizar el juego asociativo de su equipo. Hace tiempo que Raúl ya suele ver algo lejos al mediocentro organizador, al volante tapón y mucho más lejos a los centrales propios. Raúl es un delantero, un atacante rematador que puede rematar a gol cualquier balón que se encuentre cerca del área, su nueva zona natural.

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