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Mucho ojo con las gafas de sol que usas para esquiar, no todas valen
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Mucho ojo con las gafas de sol que usas para esquiar, no todas valen

Si esquías habitualmente te darás cuenta de que en las pistas cada vez se ven gafas de sol más de moda… pero que no protegen de los rayos del sol ni del reflejo de la nieve

Foto: Las gafas son mucho más importantes de lo que pensamos (Foto: EFE / Vassil Donev)
Las gafas son mucho más importantes de lo que pensamos (Foto: EFE / Vassil Donev)

Cuando llega el verano estamos acostumbrados a que nos inunden con campañas de prevención del cáncer de piel, alertando de lo peligroso que es el sol para nuestra capa exterior pero… ¿por qué nadie nos dice lo peligroso que es también para nuestros ojos? Pues no hace falta que esperemos al calor del verano porque los amantes del esquí nos enfrentamos a este peligro cada día que practicamos nuestro deporte favorito.

Y es un peligro cada vez mayor… por nuestra culpa. Las modas también cuentan, y mucho, en el mundo del deporte blanco y cada vez son más los que suben a pistas con las mismas gafas de sol que usan cuando salen por la calle un día normal. Craso error. Las gafas de sol están hechas para protegernos del sol y, en la nieve, esa protección debe ser aún mayor por culpa de la exposición directa a los rayos UV y al reflejo que se produce sobre la nieve.

Porque, aunque estemos acostumbrados a esguinces, roturas, luxaciones y todo tipo de problemas por traumatismo, algunas de las lesiones más frecuentemente asociadas al esquí son aquellas que ocurren como consecuencia de la exposición a las radiaciones solares. Y hay una causa muy importante para que esto ocurra así, como nos explica Diego García-Germán Vázquez, colaborador de la Clínica Nasser, centro médico oficial de la Federación Española de Deportes de Invierno: “El 50% de las radiaciones ultravioletas que recibimos no provienen directamente del sol, sino de radiación difusa secundaria al reflejo del sol en las nubes u otros elementos”.

Para que nos entendamos: si vamos caminando por el campo un día soleado, la hierba sólo refleja un 2 por ciento de la radiación solar. Sin embargo, cuando esquiamos, la nieve refleja un 94% de esa radiación. Por eso necesitamos proteger nuestros ojos y hacerlo con lentes de buena calidad, no con las que estén de moda en una u otra temporada.

Un problema que no es una broma

Si nos rompemos una rodilla esquiando no nos quedará otra que parar tres meses y descansar. Sin embargo, si nuestros ojos van sufriendo en silencio la radiación solar no nos daremos cuenta y puede que cuando lo hagamos sea tarde. Valga el ejemplo de los guías de montaña: mientras sólo un 10 por ciento de las personas sufren cataratas, en este grupo de población expuesta directamente a los rayos del sol el porcentaje se eleva hasta el 39%; más aún, en el caso de otra enfermedad ocular, pterigium, la sufre uno de cada cinco guías, aunque en el resto de la población su incidencia no llega siquiera al 1%. ¿Es para tenerlo en cuenta?

Aunque este podría ser el caso extremo para personas que pasan mucho tiempo al aire libre, lo cierto es que es necesaria una protección, como asegura Javier Chulilla, Business Development de la firma de gafas de sol polarizadas de alto rendimiento Costa del Mar: “La luz de alta energía (también conocida como luz azul o HEV) se refiere a longitudes de onda de 380 a 500 nanómetros, la producen tanto aparatos electrónicos como la luz directa y es la que causa cataratas, degeneración macular, ceguera, etc. Son muy pocas las gafas de sol de calle con filtros para luz HEV y, sin duda, son las que se deberían usar para esquiar. Que tengan protección para hasta 580 nanómetros”. De hecho, con esta tecnología se consigue cortar casi por completo la luz amarilla que son esos molestos y cegadores reflejos del sol sobre la nieve.

Para tener las gafas perfectas, Chulilla nos da estos consejos: “Que sean lentes con protección 100% ante rayos UV y que tengan también 100% de protección HEV. Además, aconsejaría que sean de policarbonato, ya que son unas lentes muy resistentes a impactos y son las más adecuadas para hacer deporte”.

¿De sol o de ventisca?

La respuesta a esta pregunta, como los colores, depende de los gustos. Sin embargo, una cosa está clara: si buscamos protección visual elegiremos gafas de ventisca por una razón evidente: nos protegen también la zona lateral de los ojos. Como hemos visto, los rayos solares no sólo los recibimos de frente, sino también reflejados en la nieve y, cuidado, también en las lentes. Si llevamos unas gafas de sol normales, los rayos se pueden reflejar en nuestras lentes por detrás y afectar directamente a los ojos. Por tanto, si buscamos protección, la respuesta es las gafas de ventisca.

Sin embargo, son muchos los que por estética o comodidad no quieren ese tipo de gafas y prefieren las de montura de toda la vida. En ese caso, además de buscar material para las lentes de policarbonato, como ya hemos dicho, hay que intentar que sean monturas que se adapten a la cara todo lo posible para dejar el menor espacio posible para la entrada de rayos solares.

Aunque hemos hablado de la medición solar en nanómetros, lo cierto es que casi todas las marcas se basan en una escala de 0 a 4, donde el filtro 0 apenas detiene los rayos del sol y el filtro 4 protege hasta en un 97 por ciento de la luz solar. Sin duda, para esquiar y para cualquier actividad en alta montaña, el filtro que se debe seleccionar al elegir unas gafas de sol es el 4.

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Dos factores más animan a escoger gafas de ventisca. Por un lado, quienes las usan siempre apuntan a que abrigan más la cara, por lo que se sufre menos frío en la montaña. Por otro, a la protección contra la radiación solar hay que añadir la protección contra los imprevistos y los bastones de otros esquiadores se suelen cruzar en el camino de nuestros ojos más veces de las que podemos suponer. Por tanto, por seguridad también se escogerían este tipo de gafas.

El problema de los niños

Si los adultos necesitamos unas gafas con lentes de buena calidad que nos protejan del sol, en el caso de los niños es aún más importante, ya que hasta la adolescencia no se terminan de formar los componentes visuales y los daños que se puedan generar en los ojos podrían llegar a ser irreversibles, como nos explica el doctor García-Germán Vázquez: “La mayor parte de las radiaciones con menor longitud de onda y mayor energía son absorbidas en la córnea y no pasan al cristalino. En los niños esta absorción es menor, debido a la ausencia de cromóforos amarillos en el cristalino, y parte de la radiación progresa hasta la retina, pudiendo ser la exposición prolongada en etapas tempranas un factor de riesgo para desarrollar futuros problemas de retina como la degeneración macular”.

Cuando llega el verano estamos acostumbrados a que nos inunden con campañas de prevención del cáncer de piel, alertando de lo peligroso que es el sol para nuestra capa exterior pero… ¿por qué nadie nos dice lo peligroso que es también para nuestros ojos? Pues no hace falta que esperemos al calor del verano porque los amantes del esquí nos enfrentamos a este peligro cada día que practicamos nuestro deporte favorito.

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