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Contador empieza a necesitar un golpe mayor que el de Fuente Dé
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Contador empieza a necesitar un golpe mayor que el de Fuente Dé

Solo han pasado cuatro días de Vuelta y Contador ya se ha dejado la mitad, por lo menos, de sus opciones de victoria y debe iniciar ya la remontada para no fracasar por primera vez en España

Foto: Contador, en la subida al muro de Erzo (Suso Carleos / Cordon Press).
Contador, en la subida al muro de Erzo (Suso Carleos / Cordon Press).

Qué bonita es esta Vuelta. La organización quiere que no haya ni una etapa que facilite la siesta al telespectador y por ello reduce al mínimo posible las jornadas en línea, llanas, las únicas de las que disponen los sprinters para su lucimiento personal y que cada vez están más en desuso. Los ciclistas apenas si han empezado a rodar y con solo unos centenares de kilómetros en las piernas ya se han generado unas diferencias ilusionantes en la clasificación general. Sí, ilusionantes. No resulta tan común que con apenas cuatro días de carrera algunos de los principales candidatos ya tengan que remar mucho contracorriente para que las olas no los hundan en el fondo de la tabla. Allí abajo está ya Alberto Contador.

Foto: Contador, durante la etapa (Javier Lizón/EFE).

Esta Vuelta es bonita por lo que hay sobre las bicicletas. El principal valor de una carrera son los ciclistas que en ella participan, más allá de los recorridos elegidos, los cuales pueden ser espectaculares, por supuesto, pero nadie garantiza el espectáculo como lo hacen los mejores corredores del mundo. Se debe presuponer que esta Vuelta es una de las mejores en las últimas décadas por las pocas ausencias de renombre que se han producido. Los que lucharon el Tour, con la excepción de los italianos Aru y Nibali, la están corriendo. Y al menos hasta que Froome no dé un golpe mortal en cualquier etapa de montaña, debemos creer que nos vamos a divertir.

Y Contador nos debe divertir, por necesidad. Suya, claro. En las dos primeras etapas con exigencia seria, Contador se alejó ostensiblemente de la cabeza y si algo nos ha enseñado el pinteño durante su larga carrera es que no se le ha dado bien recuperar el terreno perdido. Si en la primera evaluación suspende el examen y no presenta un trabajo, Contador sufre para obtener ese notable o ese sobresaliente que le asegure aprobar la asignatura. Y a Contador le suele pasar esto en las troncales, en las que realmente cuentan para poder pasar de curso o acabar fuera de la carrera escolar. Y esta vez la excusa no es una caída, como suele con demasiada frecuencia pasarle al madrileño, sino una contrarreloj por equipos lamentable y un pinchazo en mal momento.

Siempre le pasa algo. Si no es una caída, es un pinchazo, falta de apoyo de su equipo (algo endémico en el Tinkoff desde siempre) o un estado de forma mejorable. Pero hasta ahora nunca le había sucedido en la Vuelta. Contador ha participado en tres rondas españolas y ha ganado las tres. Como en el Giro, aunque una se la quitaron por lo del solomillo y el clembuterol. Es su territorio, donde se siente poderoso, superior a todos, incluso capaz de sobreponerse de una evidente falta de rodaje, como ya dejó bien claro en 2014. Entonces se retiró del Tour por una caída (más grave que las sufridas en la pasada edición) y ganó con una suficiencia notable.

Sin embargo, en ninguna de las otras tres Vueltas en las que se vistió de rojo (bueno, se vistió aún de dorado en 2008) se encontró en una situación tan contraria a sus intereses como este año. 1:52 con el líder Atapuma, que bueno, eso es salvable porque el colombiano no debería estar allí arriba cuando la carretera se endurezca como suele, pero es prácticamente un minuto y medio de diferencia con Valverde y poco menos con Froome y Quintana. Nunca ha recuperado una diferencia tan significativa contra semejante terna de corredores.

Empieza desde ya a necesitar una serie de golpes similares al que dio en Fuente Dé en 2012, el cual le puso cuesta abajo su segunda Vuelta. En aquella edición, Purito Rodríguez tenía encarado su triunfo. En la décima etapa aventajaba al de Pinto en un minuto, con Froome segundo a 53 segundos. Siete jornadas después, la diferencia ya se había reducido hasta los 28 segundos. Y Contador se guardaba el milagro de Fuente Dé. Aquel día atacó en el segundo puerto, a 50 kilómetros de la meta, y fulminó a Purito. Fue su primera victoria después de la sanción, una liberación de la rabia contenida. Y esa rabia es la que debe sacar desde ya Contador para redondear su plento en Vueltas y borrar la imagen tan negativa que dejó en los dos últimos Tours de Francia.

Qué bonita es esta Vuelta. La organización quiere que no haya ni una etapa que facilite la siesta al telespectador y por ello reduce al mínimo posible las jornadas en línea, llanas, las únicas de las que disponen los sprinters para su lucimiento personal y que cada vez están más en desuso. Los ciclistas apenas si han empezado a rodar y con solo unos centenares de kilómetros en las piernas ya se han generado unas diferencias ilusionantes en la clasificación general. Sí, ilusionantes. No resulta tan común que con apenas cuatro días de carrera algunos de los principales candidatos ya tengan que remar mucho contracorriente para que las olas no los hundan en el fondo de la tabla. Allí abajo está ya Alberto Contador.

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