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Sólo quedan cuatro 'primeras' para que Dumoulin cambie la historia de la Vuelta
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La otra etapa reina es su último reto

Sólo quedan cuatro 'primeras' para que Dumoulin cambie la historia de la Vuelta

No somos conscientes de lo que supone que Dumoulin pueda ganar la Vuelta. No es sólo la confirmación de un enorme ciclista, sino un cambio de tendencia histórico en la ronda española

Foto: Ningún velocista gana la Vuelta desde Ángel Casero (EFE).
Ningún velocista gana la Vuelta desde Ángel Casero (EFE).

No hay una realidad más grande en el ciclismo moderno que la creciente importancia de la montaña durante la mayor parte posible de las grandes vueltas. Las etapas con grandes puertos, constantes, cada vez más duros, hacen que el deporte del sufrimiento pase a un segundo nivel de crudeza. Desde hace mucho tiempo, para un corredor que no tuviera entre sus especialidades los grandes ascensos tenía opciones remotas de poder vestirse el maillot de campeón tras la última etapa. Y sin embargo, cuando más se endurece el terreno, cuando más se empina y desciende la carretera, un corredor al que le gusta la velocidad tiene delante de él la oportunidad de cambiar la historia.

A Tom Dumoulin le quedan cuatro puertos de primera categoría para entrar en Madrid como un emperador entraba en Roma para ser proclamado. Bueno, en realidad son tres puertos de primera, porque al Alto de la Morcuera se subirá en dos ocasiones por dos vertienes diferentes. Ese es el último reto que le queda al jersey rojo de la Vuelta para no soltar esa camiseta de aquí a que se acaben los miles de kilómetros que lleva sobre las piernas, para presentarse al mundo como el futuro del ciclismo y para recordarle a Cavendish que no siempre ganan los escaladores en la "estúpida" Vuelta.

"Nadie quiere ir a la Vuelta salvo que te hayas caído en el Tour de Francia", dijo el de la Isla de Man. "Una cosa para los espectadores: los velocistas no son malos ciclistas. No tienen que ir rápido cuesta arriba para hacer una buena carrera", Cavendish estaba cabreado por los recorridos de la Vuelta. En realidad, no le falta razón al decir que "once llegadas en alto" son muchas. No es normal, o al menos no era lo habitual hasta hace no mucho. Por supuesto que hay que tocar los Pirineos, el Cantábrico o Sierra Nevada alguna vez, pero cada vez hay más. Y sí, para los espectadores es maravilloso... y parece que para los rodadores también.

Evidentemente, Dumoulin no está intentando ganar esta Vuelta para demostrar nada, ni siquiera para demostrar que es el más fuerte, como dijo nada más dejar tirado a Aru en Ávila. Lo hace porque realmente puede hacerlo. Porque nadie ha dicho que un gran contrarrelojista no pueda ganar una grande de las nuevas (Zülle y Ullrich ya ganaron en su día un par de ellas). Dumoulin puede hacerlo, le va a costar un mundo aguantar esos mínimos seis segundos que tiene sobre Fabio Aru.

Han pasado trece años, el ciclismo ha cambiado bastante, pero más ha cambiado la Vuelta. Aun después de todo este tiempo, no deja de tener mérito lo que logró Aitor González en 2002. Se podría decir que fue el último corredor que ganó una ronda española sin ser un escalador, siendo más un contrarrelojista que otra cosa. Aquella edición, la que terminó en el Bernabéu por el centenario del Real Madrid, mantenía una novedad: la crono de la última etapa. Esa era la manera que tenían de fastidiar a los escaladores y darle una oportunidad a los demás. El año antes, Ángel Casero le robó el triunfo así a Óscar Sevilla y después lo hizo González con Roberto Heras.

Si Tom Dumoulin gana esta Vuelta a España no lo hará por la contrarreloj de Burgos. Si la gana, será por coronar el primero la Cumbre del Sol, por aguantar entre los mejores escaladores del mundo en la etapa más dura de la historia del ciclismo español, por robarle tres segundos más en una etapa tramposa en Ávila, por subir y bajar cuatro puertos de primera después de tres semanas de suplicio. Si no la gana, la lógica se impondrá e Italia se llevará otro jersey rojo.

No hay una realidad más grande en el ciclismo moderno que la creciente importancia de la montaña durante la mayor parte posible de las grandes vueltas. Las etapas con grandes puertos, constantes, cada vez más duros, hacen que el deporte del sufrimiento pase a un segundo nivel de crudeza. Desde hace mucho tiempo, para un corredor que no tuviera entre sus especialidades los grandes ascensos tenía opciones remotas de poder vestirse el maillot de campeón tras la última etapa. Y sin embargo, cuando más se endurece el terreno, cuando más se empina y desciende la carretera, un corredor al que le gusta la velocidad tiene delante de él la oportunidad de cambiar la historia.

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