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El monte Ologno, inédito 'rompepiernas' cuyo descenso ayudó a Indurain a sentenciar
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en la llegada a verbania cerró su primer giro

El monte Ologno, inédito 'rompepiernas' cuyo descenso ayudó a Indurain a sentenciar

El Monte Ologno se estrena en el Giro de Italia como un puerto de primera categoría en el que podrán lucirse Contador y Landa como hicieran Chiapucci e Indurain en el primer rosa del navarro

Foto: Miguel Indurain junto a Franco Chioccioli en el Giro de 1992 (Cordon Press).
Miguel Indurain junto a Franco Chioccioli en el Giro de 1992 (Cordon Press).

Ha habido un número considerable de sprints en este Giro, pero la buena cifra cosechada está tocando a su fin. La llegada a Lugano fue el penúltimo caso en el que, si todo sale como se espera, habrá una volata masiva en la llegada a la línea de meta. En esas lides, no ha habido un equipo tan superior como Lampre-Merida. Los italo-taiwaneses no tienen un líder que pudiera entrometerse en la lucha que ha tenido Contador con Fabio Aru y Mikel Landa, así que su función en el Giro era otra bien distinta a buscar el rosa. Era ganar etapas, llamar la atención, hacerse ver. La apuesta les salió niquelada: cuatro victorias ya en lo que va de carrera, con doblete de Sacha Modolo incluido. Aprovecharon bien sus oportunidades, pero este jueves no tendrán muchas opciones de repetir.

Han sido dos jornadas de montaña muy intensas las que se vivieron el domingo pasado, con la ascensión a Madonna di Campiglio, y el martes, cuando el Mortirolo supuso la sentencia de Alberto Contador. El paseo hacia Suiza fue suave, relajado, sin las incidencias de otras carreras en teoría sencillas. Pero ahora viene otro plato fuerte, de esos que complican cualquier digestión, sobre todo si se trata de una comida extraña, nunca antes catada. El Monte Ologno se estrena en el Giro de Italia y alrededor del mismo existe mucho desconocimiento. Una etapa llana en casi su totalidad, con un hermoso paisaje del Lago Mayor alrededor, hasta los últimos 40 metros, donde aparece imponente el Ologno, con una pendiente media de más del 9% y con un desnivel máximo del 13%.

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Se trata de una subida tremendamente exigente con un laberinto de curvas en una carretera estrecha desde donde las panorámicas del Lago Maggiore son de auténtica postal. Pero por muy bonitas que puedan ser las instantáneas que obtengan los fotógrafos, lo que realmente interesa a los ciclistas son los cinco kilómetros por encima del 10%, y sólo se encontrarán dos pequeños descansos muy breves hasta encontrar ese terrible 13%. Pero quizás lo más sorprendente de este puerto no sea ya sólo su dura subida, que lo es, sino su descenso, por el mismo camino angosto de la subida y girando constantemente. El grupo se dividirá en la subida y en la bajada se jugará la victoria de etapa.

Se da la circunstancia de que el Monte Ologno no ha sido coronado por ningún ciclista del Giro de Italia, pero la carretera que de él desciende es en parte la misma que baja del Alpe Segleta, un puerto con bastante historia en la corsa rosa. Ese alto de los Alpes piamonteses fue, de hecho, una de las etapas culminantes del Giro de 1992, por no decir que fue la que confirmó que Miguel Indurain iba a llegar al Parco Sempione de Milán con la maglia rosa por primera vez en su carrera. Dio allí otra demostración del poderío imperialista que derrochó a principios de los años 90, conquistando Francia e Italia a la vez.

Vídeo:La llegada a Verbania en 1992.

Era la penúltima etapa, justo anterior a la contrarreloj que iba a llegar a Milán con Indurain a la cabeza. Para evitar que eso pasara, tanto Franco Chioccioli como Claudio Chiapucci tenían que atacarle. Más bien tenían que tirarlo al suelo y esperar que no se levantase, porque los dos sabían que si cualquiera de ellos conseguía superarle pero llegaba con poca ventaja a la crono, los destrozaría (como así hizo, en realidad). Por tanto, en el ascenso al Segleta no había más opción que ir a por todas, a intentar dejar atrás al ciclista más en forma del mundo. Había que jugársela, quien no arriesga no gana. Eso pensó Chioccioli.

El ciclista toscano tenía la obligación de defender el rosa que había ganado el año anterior, en el que confirmó su progresión en los Giros anteriores. Pero en el 92 estaba Indurain, y ese reto era mucho mayor, era colosal. Pero en realidad, lo que Chioccioli logró fue que el Giro no fuera tan fácil como pareció para Miguel Indurain. El día de la llegada a Verbania, donde también llegará hoy la etapa con Contador de rosa, el objetivo que se había propuesto Chioccioli era ganar la etapa, entrar primero en la meta por delante de Indurain. Por supuesto quería reducir la distancia en la general, pero eso es otra historia. Atacó en la ascensión y durante unos segundos pudo estar solo. Al poco, el navarro ya le había cogido la rueda y no la soltó hasta el sprint final de Verbania. En un descenso sensacional, los dos, junto a Chiapucci, lideraron la carrera. Después, Indurain ni compitió la etapa. Chioccioli tenía lo que quería, su victoria, e Indurain sentenció otro triunfo, el Giro.

Ha habido un número considerable de sprints en este Giro, pero la buena cifra cosechada está tocando a su fin. La llegada a Lugano fue el penúltimo caso en el que, si todo sale como se espera, habrá una volata masiva en la llegada a la línea de meta. En esas lides, no ha habido un equipo tan superior como Lampre-Merida. Los italo-taiwaneses no tienen un líder que pudiera entrometerse en la lucha que ha tenido Contador con Fabio Aru y Mikel Landa, así que su función en el Giro era otra bien distinta a buscar el rosa. Era ganar etapas, llamar la atención, hacerse ver. La apuesta les salió niquelada: cuatro victorias ya en lo que va de carrera, con doblete de Sacha Modolo incluido. Aprovecharon bien sus oportunidades, pero este jueves no tendrán muchas opciones de repetir.

Miguel Indurain Alberto Contador
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