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Cómo sobrevivir a la Milán-San Remo cuando te dejan tirado a 200 km de meta
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rubén plaza no guarda buen recuerdo

Cómo sobrevivir a la Milán-San Remo cuando te dejan tirado a 200 km de meta

La Milán-San Remo es una de esas carreras que con sólo mencionar su nombre ya hace cuadrarse al más pintado del mundo ciclista. Rubén Plaza da fe de ello

Foto: Rubén Plaza (Movistar) en la salida de la Vuelta a Murcia (Efe).
Rubén Plaza (Movistar) en la salida de la Vuelta a Murcia (Efe).

La Milán-San Remo es de esas carreras que con sólo mencionar su nombre ya hace cuadrarse al más pintado del mundo ciclista. La ‘Classicissima’ y sus casi 300 kilómetros de recorrido son uno de los cinco Monumentos del ciclismo (Flandes, Roubaix, Lieja-Bastoña-Lieja y Lombardía son los otros) y este domingo celebra su 105 aniversario buscando un nuevo nombre que añadir a su ilustre elenco de ganadores. Coppi, Bartali, Merckx, Fignon, Sean Kelly o el mismísimo Óscar Freire han levantado los brazos en su legendaria meta. El ciclista cántabro lo hizo en tres ocasiones y este año hace diez de su primera victoria.

Como es tradición, cada tercer fin de semana de marzo –antes en sábado y desde hace unos años en domingo- la Piazza Sempeione de Milán, desde bien temprano, es un hervidero de ‘tifosis’ y cazaautógrafos. Los hombres rápidos son los favoritos a la victoria –sobre todo este año sin las dificultades de Le Maine y Pompeiana- y los que más atención reciben. Sin embargo, los jóvenes que debutan en la ‘Classicissima’ viven con más nervios si cabe su estreno, que los ‘gallos’ sus opciones de victoria. Eso es lo que le pasó, precisamente, a Rubén Plaza en la edición del 2002.

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El alicantino, por entonces en las filas del Ibanesto, apenas presumía de 22 primaveras en su DNI y sólo dos años en el pelotón profesional. El ciclista de Ibi ahora corre para el Movistar y en su palmarés lucen Campeonatos de España, una crono en la Vuelta a España, triunfos en carreras por etapas y un largo etcétera de victorias. Sin embargo, uno de los días que nunca olvidará es el 23 de marzo del 2002. Su estreno en la mítica Milán-San Remo.

“Era mi segundo año de profesional y me estrenaba en una gran clásica. Llegué bien al avituallamiento, pero poco después nos quedamos cortados unos 20 corredores. Los coches de equipo y el coche escoba fueron recogiendo a los rezagados, pero a David Muñoz, Joaquim López (ambos ciclistas del Kelme) y a mí no nos recogió nadie”, recuerda Rubén aún sin saber el porqué. “Nos quedaban 200 kilómetros por delante y empezamos a subir el Turchino -una de las pocas dificultades montañosas que hay en el recorrido de la Milán-San Remo, pero que dada su lejanía a meta no sirve para romper la carrera- con la esperanza de que alguien nos recogería”. Pero nada más lejano de la realidad. El trío de españoles, entonces, empezó a pensar que tendría que cubrir el recorrido en solitario.

“De repente nos encontramos con el tráfico abierto y casi ni había signos de que por allí hubiera pasado una carrera profesional”, señala Plaza. “Intentamos parar a algunos coches para que nos llevaran hasta la meta, pero nadie nos hizo caso. Algunos nos miraban como si estuviéramos locos y otros casi nos atropellan”, continúa. “No nos quedó otra que tirar hacia delante y llegar a San Remo siguiendo la señalización vial”.

Por suerte para el bueno de Rubén y sus compañeros de aventura, la ‘Classicissima’ es una carrera ideal para los velocistas, donde apenas hay estribaciones, como se podrá ver este domingo cuando los Gilbert, Sagan, Degenkolb, Ciolek (ganador el pasado año) o, por qué no, José Joaquín Rojas luchen por el triunfo en el paseo Lungomare Italo Calvino –desde 2008 la meta ya no está en la mítica Via Roma-. No obstante, sus dificultades se presentaron de otra manera. “Teníamos que ir parando en los pueblos para reponer agua, estábamos sin comida y sin medios para arreglar ni siquiera un pinchazo, que por suerte no tuvimos. Como es lógico no llevábamos dinero encima ni para comprar ni para nada. Fueron horas de desesperación que me hicieron cogerle un poco de manía a esta carrera. Probablemente mi peor día encima de la bicicleta”, señala el alicantino, que de hecho no ha vuelto a correr una Milán-San Remo y eso que ya va para 14 temporadas de profesional.

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Ese año ganó Mario Cipollini, siendo Óscar Freire quinto. Los primeros en llegar emplearon seis horas y casi 40 minutos en cubrir los 287 kilómetros de recorrido. Plaza, Muñoz y López llegaron una hora y media después que el ganador. “Nos fuimos directos al hotel. Eludimos subir La Cipressa y el Poggio –las dos dificultades que seleccionarán este domingo el grupo de los elegidos que lucharán por la victoria, aunque su dureza y su extensión no son nada del otro mundo- y aún así llegamos casi de noche”, recuerda. “No pedí explicaciones de por qué no me habían recogido. No me quedaban fuerzas para nada. Ahora, recuerdo que poco después de llegar exhausto a la habitación, nos montaron en los coches para desandar el camino que tanto esfuerzo me había costado cubrir con la bici horas antes para llevarnos al aeropuerto de Milán”.

La Milán-San Remo es de esas carreras que con sólo mencionar su nombre ya hace cuadrarse al más pintado del mundo ciclista. La ‘Classicissima’ y sus casi 300 kilómetros de recorrido son uno de los cinco Monumentos del ciclismo (Flandes, Roubaix, Lieja-Bastoña-Lieja y Lombardía son los otros) y este domingo celebra su 105 aniversario buscando un nuevo nombre que añadir a su ilustre elenco de ganadores. Coppi, Bartali, Merckx, Fignon, Sean Kelly o el mismísimo Óscar Freire han levantado los brazos en su legendaria meta. El ciclista cántabro lo hizo en tres ocasiones y este año hace diez de su primera victoria.

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