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La marcha de Pau trae el frío a los Lakers, una franquicia que navega a la deriva
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lesiones, mala gestión y un abismo que se acerca

La marcha de Pau trae el frío a los Lakers, una franquicia que navega a la deriva

El segundo equipo más laureado de la NBA vive al borde del abismo. Las lesiones de Nash y Randle, los fichajes de medio pelo y las sospechas de tanking son su condena

Foto: Julius Randle tumbado en la camilla ante la preocupada mirada de sus compañeros.
Julius Randle tumbado en la camilla ante la preocupada mirada de sus compañeros.

134 días después de que los Spurs fulminaran con un baloncesto gourmet a los Heat en las últimas Finales, la nueva temporada NBA echaba a andar con un puñado de esperanzas y buenas intenciones. Una noche ilusionante que pronto torció el gesto para los aficionados de Los Angeles Lakers. Poco después del penoso pique entre Kobe Bryant y Dwight Howard, con el Lakers-Rockets visto para sentencia, el rookie Julius Randle se disponía a entrar a canasta con decisión. La imagen del jugador tendido sobre el parqué visiblemente dolorido era sobrecogedora. El Staples Center quedó sumido en un silencio sepulcral, presagio de la mala onda que estaba por venir. Tras marcar el primer paso con su pierna izquierda en una penetración hacia el aro, y proseguir con el segundo con la derecha, el novato se elevó con un gesto poco ortodoxo después de trastabillarse. Soltó el balón y al aterrizar se dio cuenta de que no podía andar. Una acción extrañísima.El pronóstico era demoledor: rotura de tibia y adiós a lo que resta de temporada. El último despropósito para una franquicia que navega a la deriva.

El desconcierto se apoderaba del ambiente. Hasta el cámara encargado de la ‘kiss cam’ no atinó a enfocar a la primera a Kanye West y Kim Kardashian, una de las parejas de famosetes que habitualmente se dan citaen el pabellón. El primer rapapolvo del curso (90-108) era lo de menos. “Es desgarrador porque le he visto trabajar durante todo el verano. Comprobé toda la fuerza con la que estaba trabajando. He visto la progresión que estaba consiguiendo, los pasos que estaba dando para mejorar. Y en su primer partido le pasa algo así. No creo que nadie en el vestuario esté contento por la forma en la que jugamos, pero lo estará menos aún por el hecho de perder a uno de nuestros jóvenes jugadores”, comentaba Byron Scott, técnico del conjunto californiano tras la ruinosa puesta en escena de sus chicos.

Su potencia y su habilidad con el balón en las manos le convertían en la pieza más esperanzadora en un proceso de reconstrucción a medio plazo. Un animal con pies de bailarín de claqué que aumentó elcaché dela mejor generación de novatos de la última década. Pero llegó la maldición y el sueño de triunfar deberá posponerse. En esa aparatosa camilla que le retiró del parqué se fueron buena parte de las opciones y los alicientes para ver a los Lakers este año.Poco después de que el drama cogiera forma, James Worthy, compañero de Carolina del Norte de Michael Jordan y miembro destacado del ‘Showtime’ de los Lakers que encandiló al mundo en los ochenta, escribía un tuit en su perfil donde daba ánimos al joven jugador angelino. “Tuve la misma lesión que Julius Randle. Se recuperará muy bien”, expresaba el exjugador que pasara por el mismo calvario durante su primer año en la Liga. Caprichos del destino, hasta que saliera el nombre de Randle en el séptimo lugar del último draft, el hombre de las gafas había sido la elección de la franquicia de oro y púrpura.

“La adversidad pone a prueba el verdadero carácter de un hombre. Lo siento por él. Me siento realmente mal por él. Estaba al borde del llanto en el vestuario. En ese momento le dije que se mantuviera fuerte. Eso es lo que va a hacer mejor jugador de baloncesto”, proseguía Scott, visiblemente abatido. Sin él, un hombre que en sus 40 partidos con Kentucky se fue hasta los 15 puntos, 10,4 rebotes y 1,4 asistencias, los tambaleantes mimbres de los Lakers se resienten. El peor arranque posible para una temporada que, si bien era de transición, parecía encaminada a olvidar el mal trago del curso pasado, cuando los californianos cuajaron la peor temporada de su historia desde que se mudaron a Los Ángeles allá por 1960 (27-65).

Pese a la inopinada tragedia, no es la única fuente de tormento que complica un año más el futuro dela segunda franquicia más laureada de la historia. En medio de la desgracia, Kobe Bryant fue raudo tratando de consolar a su compañero. Justo antes, se había enfrascado en una suerte de tangana con Howard donde el ‘trash talk’ vivió su máxima expresión. La ‘Mamba Negra’ llamó blando a quien fuera su compañero en otra campaña (la 2012/2013) para olvidar, mientras el pabellón cantaba al unísono: "¡Howard apesta!, ¡Howard apesta!". Al término del envite, Bryant se lo tomaba con sorna: "Es un oso de peluche. No puedes ayudarle, pero te gusta". Una imagen deplorable que no hace sino evidenciar la impotencia que reina en el equipo.

“Tengo miedo a fallar.Todos tenemos nuestras dudas. No hay por qué negarlo, pero tampoco por qué rendirse. Hay que aceptarlo, sobreponerse. No sé cómo voy a volver de esta lesión.Quizá seré una mierda...o quizá no, pero voy a seguir hasta averiguarlo". En medio de su tedioso proceso de recuperación después de romperse el talón de Aquiles, Koke Bryant se abría en canal para exponer las dudas que lo atormentaban. El miedo al fracaso ocupaba sus noches en vela mientras trataba de imaginarse con un sexto anillo. Un deseo que, a sus 36 años, se esfuma de forma irremediable. En el estreno, el escolta angelino volvió a ser el puntal ofensivo (19 puntos en 17 lanzamientos). Aportación insuficiente para competir. Una tónica que se repetirá con frecuencia hasta abril, en buena medida por la desidia y las controvertidas decisiones que emanan de los despachos gobernados por los descendientes de Jerry Buss y el General Manager, Mitch Kupchak.

Cierto que con la renovación de Kobe (2 años y 48,5 millones) se mantiene viva la llama del mito, pero a costa de no reunir un roster de garantías que evite repetir el escarnio. Los fichajes por un año de Jeremy Lin y Carlos Boozer, así como las extensiones de Wesley Johnson y Nick Young no constituyen atractivos encaminados a lograr el éxito deportivo en el largo plazo. Hambre para hoy y ya veremos si habrá pan para mañana. Observando la feroz competencia en el Oeste, el roster de los Lakers es para echarse a llorar. Para colmo, además de la lesión de Randle, Steve Nash y sus eternos problemas de espalda se bajaron del barco antes de empezar. Una poción venenosa que, tal y como exponía con brillantez el analista Tom Ziller en la web SB Nation, desembocaría en una palabra: tanking. En este contexto de jugar a perder, hay un hecho determinante. Los Lakers sólo podrán tener derecho a su primera ronda del próximo draft si consiguen acabar entre los cinco peores equipos de la Liga. Si no será de los Suns. Un aliciente más para tankear desde el día 1 y poder pescar algo potable en la próxima temporada. Suena duro, pero los desconcertantes indicios hacen que la teoría de la conspiración cobra fuerza.

Mientras, en la Ciudad del Viento, en medio de este desolador panorama, un exlaker como Pau Gasol respira aliviado al tiempo que toca madera. En el deporte, como en la vida, nadie está exento del infortunio y la desgracia, un ente que aparece sin avisar y ante el que no siempre puedes pelear. Este verano, a sus 34 años, por primera vez tenía la opción de ser el dueño de su destino. Tras seis temporadas y media en losLakers(dos anillos y tres finales entre 2008 y 2010) y 13 en el salvaje Oeste, decidió enderezar el rumbo y huir despavorido de un equipo depresivo que le había oprimido durante los últimos dos años y media.

Pau se fue con un ‘no, gracias’ y quiso dedicar unas últimas palabras rebosantes de modales. “Me doy cuenta que los Lakers están en fase de reconstrucción. No dudo que en el futuro vuelvan a ser aspirantes al anillo. Desafortunadamente, las necesidades inmediatas de los Lakers no coinciden con las mías. Les deseo lo mejor al equipo y a sus aficionados”, comentó a principios de verano el jugador en un texto publicado en su página web. Mano de hierro en guante de seda. Es la particular venganza del pívot español, quien afronta con ilusiones renovadas su último capítulo en la mejor liga de baloncesto del planeta.

134 días después de que los Spurs fulminaran con un baloncesto gourmet a los Heat en las últimas Finales, la nueva temporada NBA echaba a andar con un puñado de esperanzas y buenas intenciones. Una noche ilusionante que pronto torció el gesto para los aficionados de Los Angeles Lakers. Poco después del penoso pique entre Kobe Bryant y Dwight Howard, con el Lakers-Rockets visto para sentencia, el rookie Julius Randle se disponía a entrar a canasta con decisión. La imagen del jugador tendido sobre el parqué visiblemente dolorido era sobrecogedora. El Staples Center quedó sumido en un silencio sepulcral, presagio de la mala onda que estaba por venir. Tras marcar el primer paso con su pierna izquierda en una penetración hacia el aro, y proseguir con el segundo con la derecha, el novato se elevó con un gesto poco ortodoxo después de trastabillarse. Soltó el balón y al aterrizar se dio cuenta de que no podía andar. Una acción extrañísima.El pronóstico era demoledor: rotura de tibia y adiós a lo que resta de temporada. El último despropósito para una franquicia que navega a la deriva.

Kobe Bryant Pau Gasol
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