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Diaw, el 'gordito' a quien los Spurs le darán 500.000 dólares si se mantiene en su peso
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Su tendencia al sobrepeso no le impide triunfar

Diaw, el 'gordito' a quien los Spurs le darán 500.000 dólares si se mantiene en su peso

En junio estaba en 113 kilos. Ahora pesa 125. Popovich quiere que vuelva a su peso. Para ello seduce su falta de voluntad con una prima fraccionada más que apetitosa

Foto: Diaw trata de superar a Durant durante las Finales del Oeste entre los Spurs y los Thunder.
Diaw trata de superar a Durant durante las Finales del Oeste entre los Spurs y los Thunder.

Resulta obvio el papel preponderante del peso en el rendimiento de los deportistas de élite. El razonamiento es muy intuitivo: a menor peso, mayor velocidad, mayor capacidad de salto, menor sufrimiento para las articulaciones y menor riesgo de sufrir lesiones. Todo, siempre que se mantengan unos niveles de fuerza óptimos y relativizándolo a unas alturas determinadas. En el caso del baloncesto, acostumbramos a ver cuerpos definidos con una masa muscular portentosa. Un culto al músculo que inevitablemente lleva consigo un aumento del peso y, bajo según qué niveles, supone un obstáculo para el desarrollo de la potencia. Se trata de encontrar un equilibrio entre el peso y la fuerza para no mermar cualidades imprescindibles sobre el parqué como la movilidad y la explosividad. En la práctica, sin embargo, esta teoría no siempre se cumple.

La herencia recibida, representada por la socorrida tendencia a engordar, la falta de compromiso para cuidar su cuerpo o problemas médicos (obesidad, tiroides, etc.) provocan que no todos los jugadores luzcan un cuerpo ideal. Es el caso de Boris Diaw. El ala-pívot de los Spurs nunca se ha caracterizado por su estilizada figura. Su fornida constitución, con predilección por el desparrame, y su evidente dejadez cuando se trata de machacarse en el gimnasio han sido dos rasgos definitorios desde que comenzara a brillar en la antigua INSEP francesa, centro de reclutamiento de jóvenes talentos donde creció junto a su amigo Tony Parker. Un debate eterno que el propio jugador se ha encargado de dinamitar a golpe de talento.

Su papel preponderante en los Spurs no es casualidad. Si los Spurs encandilan a medio mundo con un juego total es, en buena parte, por contar en sus filas con Boris Diaw. No es el más alto, tampoco el más fuerte. Mucho menos el más atlético. Pero su descomunal IQ (término con el que se define la inteligencia sobre la pista de un jugador) le permite derribar cualquier obstáculo que se interponga en su camino. Diaw es el pase, la finta, la colocación, el tiro de cuatro metros que ningún profesional se perdona fallar, el postear para fijar a la defensa, el base, el alero, el ala-pívot vanguardista que crea y ajusticia sin miramientos… Hace de todo y casi todo bien. Un don innato para la práctica de este deporte que le ha convertido en una de las piezas más codiciadas del panorama NBA.

Por todo ello en la franquicia tejana no dudaron en renovarle (3 años y 22 millones con un cuarto opcional para el equipo por 7,5 millones) al final de temporada. Tras ganar el anillo a los Heat en unas Finales que fueron una oda al juego colectivo que tanto le gusta, Boris recuperó fuerzas antes de ponerse a las órdenes del seleccionador francés Vincent Collet. En el Mundial de España, ‘Le President’ nos apeó junto al resto de soldados galos en unos cuartos de final de infausto recuerdo para todos los españoles. Luego, en el undécimo verano consecutivo sirviendo a su patria, se colgaba el bronce tras eliminar a Lituania en semifinales. Tres meses apoteósicos donde sólo ha habido un pero: los problemas para mantener su peso. “Se lo está tomando en serio. Este año contrató a un cocinero. Se ha mantenido saludable, ha cuidado su cuerpo y se puede ver la diferencia. Ha estado jugando a un gran nivel para nosotros”. En el fragor de la batalla ante los Heat, Tony Parker ensalzaba su compromiso.

Steve Nash, actual base de los Lakers y compañero de Diaw en los Suns, también destacaba su entrega para bajar esos kilitos sobrantes. Además, el canadiense rompía una lanza a su favor y no creía que fuera justa la etiqueta de ‘gordito’ que siempre le ha acompañado. En junio estaba en 113 kilos, un peso cercano al ideal dada la anchura innata de su porte (2,03). Pero como ocurriera un verano estando en los Suns, en el periodo estival se ha desparramado hasta situarse en 125 kilos. No tomó nota de y LeBron James, que adelgazó más de 10 kilos con su dieta paleolítica y Carmelo Anthony, que también ha reducido ostensiblemente su cintura. “Estará tomándose piñas coladas ahora mismo. Tenemos una porra para averiguar su peso cuando vuelva. La apuesta mínima está en 125 kilos”. En el Media Day que daba inicio a la pretemporada de forma oficial, Gregg Popovich acertaba. Mientras, su pupilo apuraba sus últimos días de asueto debido a su ajetreado verano y a través de su perfil en Instagram contestaba a su jefe, copa de vino en mano y gesto sonriente, con un mensaje tranquilizador: “Sin problemas Pop ¡sólo un vaso de vino y entrenamientos diarios!”.

Aunque de cara al público se lo tomaba con filosofía y bromeaba con el tema, no ha tardado en tomar cartas en el asunto. Según informaba la ESPN, la franquicia tejana habría incluido una cláusula en el contrato del jugador por la que podría embolsarse hasta 500.000 dólares en el presente curso si consigue acreditar 115 kilos (o menos) en tres ocasiones a lo largo de la temporada. En otras palabras, bajar unos 10 kilos desde ya. Un apetitoso bonus fraccionado en los siguientes plazos: 150.000 dólares si pesa 115 kilos (o menos) el 25 de octubre, otros 150.000 si la báscula no sube la aguja del peso mágico después del All-Star Weekend (lunes 16 de febrero) y 200.000 más si consigue mantenerse en forma al término de la temporada regular (mediados de abril). Con esto, Popovich pretende darle un incentivo sin agobios. No cabe duda de que es mejor tenerle a tono. Pero también sabe que, sea cual sea su peso (dentro de unos límites, claro está), Boris seguirá haciendo mejores a sus compañeros con su infinito repertorio.

Sobrepeso de ahora y de siempre

Como se pueden imaginar, el francés de padre senegalés no es una rara avis dentro del universo baloncestístico. Siempre ha habido jugadores que tenían a la báscula como peor enemigo. En 2005, Associated Press publicaba un estudio que arrojaba un dato demoledor: 200 de los 426 jugadores de la NBA tenían sobrepeso, incluso cuatro eran obesos. Una estimación que en su día recibió muchas críticas puesto que el índice de masa corporal (IMC), la variable sobre la que se llevó a cabo la investigación, es sólo un primer paso, un criterio más a la hora de determinar el nivel de sobrepeso de un individuo. Pero no el único. El músculo pesa más que la grasa, y nos podemos encontrar con casos de sobrepeso viciados por un exceso de músculo aunque el nivel de grasa en el cuerpo se encuentre en unos niveles relativamente bajos. Por poner un ejemplo, nadie se cree que de la maciza musculatura de Karl Malone en el punto más álgido de su carrera fuera a salir un IMC que revelara una gordura sobre el papel inexistente.

Mientras algunos pasaban de largo y se escaqueaban con el cartel de corpulentos, fortachones, rellenitos o robustos, a otros, en cambio, el físico no dejaba lugar a la especulación. En el mencionado estudio, Shaquille O’Neal, que en aquel tiempo jugaba en los Heat, rondaba los 150 kilos (ahora revienta trajes como comentarista y masón de una logia de Boston) pero se encontraba en plena forma. "He leído lo de la fórmula, pero como atleta me siento fenomenal. Puedes echarme un vistazo si quieres", dijo. Demoledor, una fuerza de la naturaleza y uno de los pívots más dominantes de todos los tiempos. Sí. Un gordo sin ambages, también. En este sentido, nos hemos propuesto hacer un humilde recordatorio a algunos de los jugadores más rollizos que han lucido sus gelatinosas panzas sobre una cancha, ya sea en la NBA o fuera de los confines de la mejor liga de baloncesto del planeta. Ríete tú de Boris Diaw, sin duda, un escuálido al lado de estas bestias pardas. Para evitar que los puristas sufran y se tiren a la yugular cual felino, aclarar que, tras desechar los menos conocidos para el gran público, no están todos los que son pero podemos asegurar que son todos los que están.

-Shaquille O’Neal (2,16 y 147 kilos), retirado. Por votación popular estamos ante uno de los hombres que ejercieron una de las dictaduras más bestiales en la pintura. Su fisionomía abandonó las líneas rectas para doblarse y dibujar una curva de la felicidad que fue creciendo con los años. Pese a ello, su tiranía en las inmediaciones del aro se mantuvo intacta hasta casi los últimos coletazos de su dilatada carrera. Después de ganar el anillo como escudero de la mejor versión de Dwyane Wade en 2006, su gancho no fue el mismo. Sus años en Suns, Cavs y Celtics marcaron su ocaso. Pese a ello, en 2009, con 37 primaveras, consiguió promediar 17,8 puntos y 8,4 rebotes.

-Charles Barkley (1,98, 115 kilos), retirado. Llegó a superar los 130 en algunos momentos de su carrera. Ya vino pasado de kilos de su Alabama natal. El sobrenombre de ‘Gordo’ estaba más que justificado. Pese a su aparente tosquedad y que no llegaba a los dos metros, lograba gobernar los aros con mano de hierro. En su tercer año en la NBA promedió 14,6 rebotes por noche, la mejor marcar allá por 1987. Conforme fueron pasando los años fue reduciendo algo su volumen. Lo que no redujo fue su talento y sus enorme hoja de servicios.

-Glen Davis (2,05 y 130 kilos), actual ala-pívot de los Clippers. Lo de ‘Big Baby’ es un recuerdo de las lágrimas que brotaban de sus ojos sin consuelo cuando era un crío y los mayores se burlaban de él. Cuando compartió taquilla con Shaq en los Celtics se convirtieron en una pareja de lo más pesada. Estando en los Magic inició una dieta vegetariana, según dijo, para prevenir lesiones. Este año, su primer curso entero a las órdenes de Doc Rivers en los Clippers, dice que ha perdido diez kilos después de machacase en verano. “Nadie se da cuenta, pero yo sí. Ha puesto en un montón de trabajo“, defendía Rivers con su habitual sentido del humor durante los primeros días de pretemporada.

-John Williams (2,03 y 140 kilos), retirado. Tras irrumpir con relativa intensidad en la NBA durante la década de los noventa, los problemas con las lesiones fueron un tormento. Cuando jugaba en los Clippers le suspendieron por sus problemas para controlar el peso. Fue el paso previo antes de cruzar el charco para jugar en ACB. En nuestro país se ganó el cariño de muchos durante sus etapas en Valladolid, Manresa, Alicante y Granada. Fue cogiendo peso y en Alicante se rondó los 150 kilos repletos de talento y, cómo no, de un generoso tejido adiposo.

-Robert Traylor (2,03 y 132 kilos), fallecido. Llegó desde Detroit con la vitola de elección alta del draft (número 6 en 1998) pero pronto se confirmó como un bluff. Su discreta aportación y sus evidentes problemas de peso no le dieron demasiadas oportunidades en la NBA. Tuvo que emigrar a Europa, donde jugó en España (Vigo), Turquía e Italia. Luego volvío al continente americano para proseguir su carrera en México y Puerto Rico, donde moriría en 2011 a los 34 años víctima de un ataque al corazón.

-Sofoklis Schortsanitis (2,08 y 146 kilos), actual pívot del Maccabi Tel Aviv. Su peso es orientativo, puesto que ha ido subiendo y bajando como si de una montaña rusa se tratase a lo largo de su etapa como profesional. A este potente cruce racial (de padre griego y madre camerunesa) lo de ‘Baby Shaq’ se le queda corto. En los últimos tiempos se lo ha tomado más en serio y ha hecho caso de los consejos de los endocrinos y preparadores físicos. Nada que ver con los cerca de 180 kilos que se dijo llegó a pesar en el glorioso verano de 2006, tras eliminar con Grecia a Estados Unidos en el Mundial.

- Otros jugadores de inabarcable cintura: Shawn Kemp (2003 en los Magic), Darryl ‘Chocolate Thunder’ Dawkins (etapa en los Pistons), Sam Perkins (Supersonics), John Pinone (Estudiantes), Rashard Griffith (Baskonia y Kinder Bolonia), Michael Sweetney (2,03 y 150 kilos), Eddy Curry (2,13 y 154 kilos), Jerome James, Nathan Jawai… La lista es gruesa, como el aspecto de estos contundentes artistas del balón naranja.

Resulta obvio el papel preponderante del peso en el rendimiento de los deportistas de élite. El razonamiento es muy intuitivo: a menor peso, mayor velocidad, mayor capacidad de salto, menor sufrimiento para las articulaciones y menor riesgo de sufrir lesiones. Todo, siempre que se mantengan unos niveles de fuerza óptimos y relativizándolo a unas alturas determinadas. En el caso del baloncesto, acostumbramos a ver cuerpos definidos con una masa muscular portentosa. Un culto al músculo que inevitablemente lleva consigo un aumento del peso y, bajo según qué niveles, supone un obstáculo para el desarrollo de la potencia. Se trata de encontrar un equilibrio entre el peso y la fuerza para no mermar cualidades imprescindibles sobre el parqué como la movilidad y la explosividad. En la práctica, sin embargo, esta teoría no siempre se cumple.

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