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La temible Serbia y su imponente 'tri prsta' se conjuran para asustar a Estados Unidos
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FINAL DEL MUNDIAL ANTE el combinado NBA (21.00)

La temible Serbia y su imponente 'tri prsta' se conjuran para asustar a Estados Unidos

Nadie apostaba un duro por ellos. Los serbios se meten en una final mundialista tras 12 años. Sin nada que perder, los de Djordjevic quieren dar la sorpresa

Foto: Teodosic y Bogdan Bogdanovic son dos de los estiletes de una Serbia que quiere volver a lo más alto del baloncesto Mundial.
Teodosic y Bogdan Bogdanovic son dos de los estiletes de una Serbia que quiere volver a lo más alto del baloncesto Mundial.

“Y el domingo la final: España-Estados Unidos”. Y luego nos caemos de la cama. Con media España en estado de shock tras la derrota ante Francia en cuartos de final, a muchos todavía les traiciona el subconsciente. No quieren aceptar la realidad. Es duro, sí, pero la vida sigue. España está eliminada y este domingo (21.00, Cuatro) la final la jugarán Serbia y Estados Unidos. El esperado enfrentamiento ante los yanquis que habían previsto los encargados de llevar a cabo un cuadro teledirigido cayó en saco roto el pasado miércoles, día en el que la generación dorada del baloncesto patrio rubricó su epílogo más triste. “No estoy sorprendido por su eliminación. Ha habido faltas de respeto hacia nosotros. Decían que eran más grandes y mejores. Pensaban que nos iban a ganar fácil”, comentaba con cierto aire hostil el pívot de Estados Unidos. Kenneth Faried. Nunca lo sabremos. El exceso de confianza, la falta de concentración, la incompetencia de Orenga y el magistral trabajo de la pizarra de Vincent Collet han impedido si quiera comprobarlo.

“Serbia tiene muchas armas con las que puede hacerte daño juega con el espíritu que tenía Djordjevic, que era un gran jugador y ahora parece tener muy buena relación con sus muchachos". El seleccionador estadounidense, Mike Krzyzewski, sabe de lo que habla. Su homólogo en el banquillo ha sido el gran culpable del resplandor que vive el baloncesto serbio. El día de su presentación como seleccionador serbio, Djordjevic fue rotundo en sus ambiciones: "Quiero volver a convertir a Serbia en una potencia mundial”, a lo que añadió: "Quiero que el proceso para volver a pelear por las medallas sea lo más corto posible". Un Djordjevic que, a pesar de ganar un el Mundial de Grecia en 1998 como jugador, no llegó a tiempo para vivir en primera persona el último enfrentamiento entre Serbia (entonces Yugoslavia) y Estados Unidos. Ocurrió hace 12 años, el 5 de septiembre de 2002, en el antiguo Conseco Fieldhouse de Indianápolis. Los Stojakovic, Bodiroga, Divac, Jaric, Gurovic, Tomasevic y compañía derrotaron a la anfitriona en los cuartos de final del Mundial celebrado en tierras estadounidenses por un ajustado 81-78. Un equipo de ensueño que acabó por alzarse campeón tras una mastodóntica exhibición de Dejan Bodiroga en la final ante Argentina (84-77, prórroga incluida).

Fue la última vez que el nombre de Yugoslavia apareció sobre un parqué. De 2003 a 2006 los jugadores serbios compitieron junto con los montenegrinos bajo la bandera de Serbia y Montenegro. El inicio de una época oscura y tenebrosa para la gran Serbia. Sextos en el Europeo de Suecia (2003), novenos como organizadores dos años después (2005), undécimos en los Juegos de Atenas (2004) y undécimos también en el Mundial de Japón (2006). Ya en 2007, año en el que Serbia empezó a competir como territorio separado de Montenegro, una plata en el Eurobasket de Polonia (2009) y una cuarta posición en el último Mundial de Turquía (2010) figuran como sus logros más destacados. El resto se actuaciones quedan resumidas en dos sonrojantes ausencias olímpicas (Pekín y Londres), undécima plaza en el Eurobasket 2007 (España), octava en el Eurobasket de 2011 (Lituania) y séptima en Eslovenia el pasado año. Con Sasha, perro viejo y excelso motivador, parece haber llegado la resurrección, el regreso de la esencia, no tanto por sus jugadores sino por carácter y espíritu, de la imponente selección 'plavi' que tanto tiempo llevan aguardando en el país serbio.

Gracias a una plantilla corriente que conforma un equipo extraordinario, Serbia, que se planta en el partido número 76 del campeonato tras perder tres partidos en la primera fase (España, Brasil y Francia), se ha liberado por méritos propios de la etiqueta de ‘underdog’. Claro que el renovado combinado serbio ha asombrado al mundo a base de talento, disciplina y baloncesto, mucho baloncesto. Un juego hipnótico, de doble vertiente, que gravita en torno a la figura de un Milos Teodosic en estado de gracia. El director de orquesta de Valjevo es la extensión de Djordjevic en pista. En cada partido maneja el timón y marca el tempo con una jerarquía insultante. Se juega a lo que él quiere, cuando él quiere y cómo él quiere. Una tiranía que se corresponde con los tres apartados del celebérrimo ‘Artículo 34’, el sobrenombre empleado por nuestro admirado Andrés Montes para definir el apabullante dominio ejercido por Shaquille O’Neal durante sus mejores años con los Lakers.

Ahora que nos encontramos al final de la senda, conviene recordar el sentir en el seno del combinado serbio en los días previos al inicio del torneo. “Sasha Djordjevic se ha ganado la confianza de todos en muy poco tiempo. Fue un gran jugador, tiene mentalidad de jugador, nos entiende perfectamente. Estableció una excelente relación con nosotros desde el principio. Hay un ambiente muy sano, sin el más mínimo problema. Contamos con nuevos jugadores muy ambiciosos y eso está bien. Me parece que ha logrado un buen equilibrio”. En estos términos se expresaba Nenad Krstic, uno de los veteranos del combinado con 31 años. Alejado de su pico de rendimiento, el nuevo jugador del Anadolu Efes, equipo donde tendrá como jefe a Dusan Ivkovic, acepta su rol como hombre de rotación. Por delante, Raduljica y Bjelica constituyen la pareja interior titular. No importa, el caso es sumar y contribuir al crecimiento de un éxito basado en el altruismo de todos y cada uno de los jugadores que forman el plantel.

Raduljica ha sido otra de las sensaciones del campeonato. Con su barba de naufrago al más puro estilo James Harden, su rival en la gran final, o Sergio Rodríguez, su peinado de mohicano, sus tatuajes y sus rígidos vendajes, el pívot se ha erigido en el brazo ejecutor de los balcánicos en la pintura. Además de las alegrías, el Mundial ha supuesto un escaparate perfecto para un jugador que, por increíble que parezca, está en el paro. Tras terminar la pasada temporada con los Milwaukee Bucks, fue contratado por los Clippers. Sin embargo, en virtud de las libertarias normas del mercado NBA, la franquicia angelina, al igual que hiciera con el argentino Carlos Delfino, decidió liberar espacio salarial y prescindir de sus servicios.

Un cuarto nombre de obligada cita es el de Bogdan Bogdanovic. Descargado de labores de dirección como ocurre en el Partizan, el escolta sale del banquillo para apuntillar con su muñeca cualquier intento de escaramuza rival. Un diamante en bruto en pleno desarrollo. La perla ‘plavi’. “Sin talento no puedes ser tirador, pero sin trabajo no puedes pulir tu talento”. Una constancia que tiene su reflejo en los 1000 triples que se obliga a anotar después de cada entrenamiento gracias a un metódico ritual. “Tiro desde cinco posiciones, como en un concurso de triples: 100 tiros anotados desde cada posición. […] Después cambio de aro. No me voy a la ducha sin meter 1000 triples”. Tras ser nombrado ‘Rising Star’ de la Euroliga (14,7 puntos, 3,7 rebotes y 3,7 asistencias), premio otorgado al jugador más prometedor de la temporada, y brillar con luz propia en el Mundial, si nada cambia este año no jugará en la máxima competición continental. ¿NBA? Todavía queda. “No quiero irme antes de tiempo y chupar banquillo. Me iré cuando llegue al máximo en Europa. Una de las opciones es jugar un par de temporadas más en algún equipo europeo ante de irme a la NBA”, reconocía en una charla con el periodista Vladimir Stankovic en el número de junio de la revista ‘Gigantes del Basket’. Paradojas de un grupo de obreros, donde, por último, habría que destacar la emergente pujanza y descaro de Nikola Kalinic, así como la sobriedad de Stefan Markovic. Todos, los que acaparan el foco y los que agitan la toalla desde el banco, ostentan su parte de culpa en el fulgurante y romántico despertar de un gigante dormido.

En la última semana de campeonato, desde que Serbia arrancó los cruces con el duelo de octavos de final ante Grecia, en el Palacio se ha venido repitiendo un saludo muy peculiar. Los tres dedos hacia arriba (pulgar, índice y corazón) con los que celebran sus aciertos los serbios (jugadores y aficionados) simbolizan el ‘tri prsta’. El origen de este gesto se asocia normalmente con la Santísima Trinidad de la fe cristiana -el mismo Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo- y encuentra su medio de expresión en la frase “Nema krsta bez tri prsta” (No hay cruz sin tres dedos). Con los deberes hechos y sin nada que perder, la raza balcánica se aferrará a un arma cargada de mística con la que tratar de amedrentar a una selección estadounidense que parte como la indiscutible favorita para hacerse con la victoria. "Este equipo se merece ganar el campeonato y aunque eso no asegura la victoria, suele ayudar a conquistarla", comentaba ‘Coach K’. El hombre que ha sido capaz de ganar un Mundial (2010) y dos oros olímpicos (2008 y 2012) gracias a un monstruoso balance de 74-1 (derrota en las semifinales del Mundial de Japón ante Grecia) desde que asumiera el mando del combinado yanqui en octubre de 2005, tiene en sus manos la posibilidad de seguir haciendo historia con el Team USA. Además del cetro mundial, el triunfo sellará la presencia del ganador en los Juegos Olímpicos de Río.

“Y el domingo la final: España-Estados Unidos”. Y luego nos caemos de la cama. Con media España en estado de shock tras la derrota ante Francia en cuartos de final, a muchos todavía les traiciona el subconsciente. No quieren aceptar la realidad. Es duro, sí, pero la vida sigue. España está eliminada y este domingo (21.00, Cuatro) la final la jugarán Serbia y Estados Unidos. El esperado enfrentamiento ante los yanquis que habían previsto los encargados de llevar a cabo un cuadro teledirigido cayó en saco roto el pasado miércoles, día en el que la generación dorada del baloncesto patrio rubricó su epílogo más triste. “No estoy sorprendido por su eliminación. Ha habido faltas de respeto hacia nosotros. Decían que eran más grandes y mejores. Pensaban que nos iban a ganar fácil”, comentaba con cierto aire hostil el pívot de Estados Unidos. Kenneth Faried. Nunca lo sabremos. El exceso de confianza, la falta de concentración, la incompetencia de Orenga y el magistral trabajo de la pizarra de Vincent Collet han impedido si quiera comprobarlo.

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