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'Coach K', el héroe silencioso de EEUU
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balance de 66-1 con Krzyzewski en el banquillo

'Coach K', el héroe silencioso de EEUU

Llegó como entrenador tras el fiasco de Atenas '04. Con Krzyzewski a los mandos, EEUU ha ganado dos Juegos, un Mundial y ostenta un balance de 65-1

Foto: Mike Krzyzewski sigue la evolución de sus jugadores durante el último amistoso antes del Mundial (EFE)
Mike Krzyzewski sigue la evolución de sus jugadores durante el último amistoso antes del Mundial (EFE)

Después de ganar el oro en Barcelona’92 con el mejor equipo que jamás haya pisado una cancha de baloncesto, la selección estadounidense comenzó su cuesta abajo. Cualquiera lo diría en vista de los resultados: oro en Canadá'94, oro en Atlanta'96, meritorio bronce en Grecia 1998con el 'lockout' obligando a jugar con dos NCAA y americanos FIBA y oro en Sídney'00. Pero la hemeroteca no engaña. Sabedores de su inigualable talento y de su ilimitado potencial, los 'yanquis' iban de sobrados. Exprimían los plazos ysu metodología lo fiaba todo a la supremacía física y al talento individual. Una chapuza en forma de arreón a última hora valía para salvar la papeleta con más o menos holgura. Casi sin darse cuenta, los chicos del ‘Star-Spangled Banner’ y la mano en el pecho subestimaban el progresivo crecimiento del baloncesto internacional. Ese ‘overseas’ que tanta grima y rechazo provocó durante mucho tiempo en la NBA, sin discusión, la mejor competición de baloncesto del planeta.

Y así llegaron los disgustos. El primero llegó en casa, durante el Mundobasket de Indianápolis'02, con una sonrojante sexta plaza que desnudó las vergüenzas de un combinado de perfil medio. Insuficiente para la exquisita pólvora de Yugoslavia, campeona, y la inconsolable plata de Argentina. Dos años después, en Atenas’04, la sensación de vacío se apoderó de un elenco de estrellas carentes de empatía y sobrados de avaricia y soberbia. A las derrotas ante Lituania (94-90) y Puerto Rico (92-73) en la fase de grupos le seguiría el 89-81 contra Argentina en semifinales. La cohesión y la empatía, unidos a la tibieza defensiva fueron sus peores enemigos. La medalla de bronce supuso un escaso botín para un equipoliderado por Tim Duncan, Allen Iverson y un trío de ‘rookies’ que respondían a los nombres de LeBron James, Dwyane Wade y Carmelo Anthony. Duros reveses que se digerían como la más sangrante de las afrentas. Desahuciados y abatidos, sentían que habían perdido la hegemonía baloncestística después de más de un siglo sentando cátedra sin demasiados sofocos. “A veces necesitas un golpe que te despierte, ya tenemos el nuestro”, diría Larry Bird en aquellos tiempos de deshonra y egos destruidos. Tocaba reinventarse. La catarsis era innegociable.

Julio de 2005. “¿Sabes? Amo este juego. Lo amo con lo más hondo de mi corazón. Y lo amo tanto como puedas hacerlo tú. El baloncesto me ha dado mucho. Me ha dado todo. Creo que es buen momento de devolverle el favor”. En un suntuoso restaurante de Las Vegas, Jerry Colangelo, que en abril había sido elegido presidente de USA Basketball, le ofrecía a Mike Krzyzewskiel puesto de seleccionador. Semejante mensaje caló hondo en el corazón de un patriota con años de experiencia en West Point. El 26 de octubre de ese año, el entrenador de la prestigiosa Universidad de Duke, el hombre con más victorias en la historia de la NCAA (balance de 983-306 en 39 años de carrera como técnico), aceptaba el reto. Sería el encargado de liderar un proyecto de reconstrucción a medio plazo encargado de recuperar el trono perdido. “Para un entrenador,éste es el mayor honor que puede recibir. La oportunidad de dirigir al equipo que representa a tu país”, comentaba en un encuentro con los medios en el Helmsley Park Lane Hotel de Manhattan.

Había que ponerse manos a la obra. “Formaremos un equipo que represente como es debido a nuestro país tanto dentro como fuera de la cancha y que juegue al baloncesto de la manera que debe jugarse. Es nuestro deporte y es hora de reclamarlo”. Unas palabras impregnadas de orgullo que sentaban los cimientos de una nueva era. Y vaya si lo hicieron. Los norteamericanoshan vuelto a sonreír y ascienden de nuevo al pináculo de la canasta. Todo, gracias al influjo de ‘Coach K’, un motivador nato; un héroe silencioso, prudente y sosegado. Desde su aterrizaje en el banquillo estadounidense, el balance de Estados Unidos es monstruoso: 65 victorias y una sola derrota que se traducen en dos oros olímpicos (2008 y 2012), un Mundial (2010) y un Torneo de las Américas (2007). Y eso que la primera y única mácula en el expediente no se hizo esperar.

Ocurrió en el Saitama Super Arena ante Grecia en las semifinales del Mundial de Japón'06. En una de las mejores actuaciones ofensivas que se recuerdan en el baloncesto FIBA, los Papaloukas, Spanoulis, Diamantidis y compañíaentraron en trance y lucieron una exuberancia mediterránea que dejó hipnotizados al grupo formado por LeBron James, Dwyane Wade, Carmelo Anthony, Shane Battier, Brad Miller, Dwight Howard, Chris Bosh, Elton Brand, Antawn Jamison, Kirk Hinrich, Chris Paul y Joe Johnson. La esencia del ‘pick and roll’ destrozó los planes de los NBA y dejó a los griegos en un inabordable 62,5% de acierto en tiros de campo. Segundos antes del final, Krzyzewski observó el luminoso sin dar crédito a lo que estaba viviendo. No lo podía creer. 101-95. Estados Unidos había perdido la posibilidad de luchar por un oro que acabaría siendo para España. En medio del abismo, se volvió, centró su mirada en Jerry Colangelo y, balanceando su cabeza como muestra de resignación, le dijo: “Lo siento. Lo siento mucho”. Acto seguido, tras insuflar todo el aire que pudo, se acercó hasta la oposición de su colega heleno, Panagiotis Giannakis. “Enhorabuena, amigo. Sé que ésta es una victoria muy importante para ti”.

Una y no más. Desde el desliz nadie se ha atrevido a mojar la oreja al gen competitivo de un hombre singular. Un resurgir que desgrana de manera magistral el periodista Gonzalo Vázquez, bajo el título ‘Humanidades en Pekín’, en el segundo número de la revista ‘Cuadernos de Basket’ (segundo trimestre de 2012). Antes de llegar a Pekín, el 'USA Team' tenía que certificar su billete en el Torneo de las Américas que se disputaba en Las Vegas. La receta para el éxito estaba en la responsabilidad de todos para trabajar unidos y sin altibajos. La impronta de Krzyzewski quedó reflejada en la respuesta masiva de unas estrellas que, ahora sí, estaban decididamente comprometidas para aunar fuerzas y luchar por la causa. Kobe, LeBron, Carmelo, Kidd, Deron Williams y compañía trituraron a los rivales y mantuvieron la concentración durante los diez envites que disputaron en el torneo.

Si en Japón Estados Unidos se había dado algún mus en defensa (decimosextos de 24 equipos en porcentajes concedidos en tiros de dos y decimoterceros en triples), en Pekín todo cambió. Además de la victoria final ante España (118-107) en un partido épico al que le sobraron dos minutos, Estados Unidos terminó como la selección que peores acierto en el tiro concedía a sus rivales, la que más rebotes rebañaba y la que más tiros descuajeringaba. “Si no hubiéramos estado estos tres años juntos, no habríamos ganado este partido ante España, un gran equipo con un enorme carácter”. Además del aspecto motivacional que envolvió aquella concentración, el éxito se fraguó agachando el culo y asfixiando al rival sobre el parqué.

Acababa de nacer el germen de algo grande. En el Mundial de 2010, pese a las ausencias de los Kobe, LeBron, Carmelo, Wade, Bosh, Howard y alguno más, las nuevas generaciones respondieron.Liderados por Kevin Durant, ‘Coach K’ y su inseparable anillo no sufrieron sobresaltos, a excepción de un partido apurado ante Brasil (70-68) en la primera fase, para coronarse en Estambul como campeones del mundo. En los Juegos Olímpicos de Londres, Kobe, LeBron y Carmelo retornaron para realizar su último servicio a la patria. En la final, otra vez tocó dejar con la miel en los labios y cercenar los sueños de España (107-100). Algo así como la cuadratura del círculo, el más difícil todavía para un director implacable que, tras su habitual mesura, no cabía en sí de gozo. Lo había logrado. Estados Unidos seguía en la cima.

Sin embargo, después de convertirse en el segundo seleccionador estadounidense en conseguir dos oros olímpicos consecutivos junto con el legendario Henry Iba (Tokio’64 y México'68), las dudas empezaron a acosar a un ‘Coach K’ que no veía claro el futuro. En febrero de 2013 el futuro pintaba negro. Tras meses en el alambre, rodeado de mucha incertidumbre, el embrujo de Jerry Colangelo volvió a convencerle. En mayo se comprometió a seguir en el barco hasta los próximos Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. Todo el país respiró aliviado. Porque, guste o no, bajo esa mirada seria y hasta cierto punto redicha se esconde el candidato ideal para gestionar un vestuario anárquico por definición. Antes de jugar el primer envite de las finaldel Este de 2013 ante los Pacers, LeBron James condensaba el valor añadido que genera el líder silencioso del 'USA Team'. “Su significado para USA Basketball va más allá de lo que hacemos en la cancha. Es lo que hacemos como estadounidenses,honrar la bandera cada vez que subimos al autobús, vamos a entrenar o a hablar con los medios”.

Asumido de nuevo el reto, en el horizonte sólo una palabra: ganar. “Tenemos el mejor talento. Ahora tenemos que desarrollar el mejor equipo. Hemos sido capaces de hacerlo durante las últimas tres competiciones”, comentó durante la rueda de prensa celebrada en su adorado campus de la Universidad de Duke. Pese a lo accidentado de la concentración y la alargada sombra de España y su temible juego interior, la idea se mantiene inamovible. “Espero que ganemos, pero no soy tan listo para saber cómo terminarán las otras selecciones. Espero que ofrezcamos lo mejor de nosotros mismos para conseguirlo", comentaba antes de su sexagésima quinta victoria con el equpo de EE. UU.desde 2005.

Después de ganar el oro en Barcelona’92 con el mejor equipo que jamás haya pisado una cancha de baloncesto, la selección estadounidense comenzó su cuesta abajo. Cualquiera lo diría en vista de los resultados: oro en Canadá'94, oro en Atlanta'96, meritorio bronce en Grecia 1998con el 'lockout' obligando a jugar con dos NCAA y americanos FIBA y oro en Sídney'00. Pero la hemeroteca no engaña. Sabedores de su inigualable talento y de su ilimitado potencial, los 'yanquis' iban de sobrados. Exprimían los plazos ysu metodología lo fiaba todo a la supremacía física y al talento individual. Una chapuza en forma de arreón a última hora valía para salvar la papeleta con más o menos holgura. Casi sin darse cuenta, los chicos del ‘Star-Spangled Banner’ y la mano en el pecho subestimaban el progresivo crecimiento del baloncesto internacional. Ese ‘overseas’ que tanta grima y rechazo provocó durante mucho tiempo en la NBA, sin discusión, la mejor competición de baloncesto del planeta.

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