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John Pinone, un americano para toda la vida
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el estudiantes homenajea al equipo de 1992

John Pinone, un americano para toda la vida

El pívot estadounidense es la estrella del homenaje que este fin de semana realiza el Estudiantes al equipo que ganó la Copa del Rey y llegó a la Final Four de 1992

Foto: John Pinone jugó en el Estduantes entre 1984 y 1993. (Cordon Press)
John Pinone jugó en el Estduantes entre 1984 y 1993. (Cordon Press)

John Pinone llegó en 1984 a Madrid para jugar un año y acabó quedándose nueve en los que se convirtió no solo en uno de los mejores jugadores de la historia del Estudiantes, sino en uno de los más recordados del baloncesto español. La huella que dejó fue tan profunda y el recuerdo tan imborrable, que casi un cuarto de siglo después de su marcha sigue siendo una figura capaz de generar una atención mediática a la que ningún jugador de la plantilla actual puede aspirar.

Este viernes, en el primer acto del homenaje al equipo de 1992, que fue campeón de Copa del Rey y jugó la 'Final Four' de Estambul, el estadounidese fue la estrella. Una decena periodistas se agolpaba a su alrededor para preguntarle. Otros cuantos esperaban su turno para hablar con él: el Estu recibió casi 25 peticiones de entrevista. Como señala un empleado del club, tener a Pinoso en Madrid es como ver pasar al cometa Halley. "No entiendo cómo me siguen recordando", dice Pinone.

placeholder Anne Marie junto a John Pinone este viernes a su llegada a Madrid. (Foto: Club Estudiantes)
Anne Marie junto a John Pinone este viernes a su llegada a Madrid. (Foto: Club Estudiantes)

Alejadas unos metros del corro de periodistas y jugadores estaban una de sus hijas y su esposa Annmarie, para las que este reencuentro también es significativo. "Tenemos una conexión muy especial con Madrid. Nueve años es mucho tiempo", explica Annemarie a El Confidencial. ¿Le sorprende el recibimiento? Se encoge de hombros y responde: "Bueno, es el Estudiantes. Es como nuestra familia, so...".

La conversación dura apenas cinco minutos, pero en ese tiempo repite la palabra "familia" varias veces. Intenta explicar por qué su marido encajó tan bien en un equipo como el Estudiantes, pero las palabras no le salen ni en inglés ni en español. "Es difícil de explicar", dice. "Es parte de él. Todo lo hacía con mucha pasión, le encantaba y lo dio todo aquí. Todas esas personas que ves ahí se convirtieron en su familia, en nuestra familia. Estábamos unidos. Era algo diferente, pásabamos mucho tiempo juntos, no solo los jugadores, sino las mujeres y los hijos. Era una familia. Era genial".

"Fondón, medio calvo y cabreado"

"Pinone era un tío joven; vino con 23 años y se encontró muy cómodo en un ambiente, el del Magariños, que tenía un punto de NCAA o 'high school', algo que él había vivido", expone Guillermo Ortiz, autor del libro 'Ganar es de horteras', que relata aquellos años. "Era el líder no por cualidades físicas, sino por su mentalidad. Se encontró con un público de chavales de instituto. Creo que para él era un poco volver a la universidad, donde le había ido tan bien. Ese entorno le vino de maravilla".

El caso de Pinone es extremo por su duración, afirma el periodista Javier Ortiz, autor del libro '101 Historias del boom del basket español' y conocedor de aquella época del baloncesto español, pero no es una excepción. Hubo varios jugadores americanos que marcaron una época en la ACB, como Nate Davis, Essie Hollis, Granger Hall, Audie Norris o David Russell, también jugador del Estu. Nada que ver con los extranjeros de quita y pon del baloncesto actual. Con Pinone, el Estu fichó a un americano para toda la vida.

"Está muy relacionado con la diferencia de calidad entre el baloncesto americano y este", explica Ortiz. "Ahora la sigue habiendo, pero no tanta. Entonces no estaban abiertas las fronteras y los dos extranjeros tenían que marcar las diferencias. Los que venían desde allí (Estados Unidos) eran extraterrestres que tenían una labor casi mesiánica de enseñanza y liderazgo, los que conseguían adaptarse bien". Pero Pinone no podía estar más alejado del prototipo de americano estrella de aquellos años. Así lo describe Guillermo Ortiz en su libro:

"Era un americano distinto: fondón, medio calvo a sus veintipico años, cabreado todo el rato, levantando los brazos para que la gente animara aún más o abroncando al junior precipitado de turno. Paco Garrido le dejaba los 40 minutos en la cancha y adelante, Bonaparte. Russell era la estrella. Pinone era el líder".

"No sabía nada del Estu; quería jugar en la NBA"

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Pinone durante el acto a la prensa de este viernes en el Magariños (EFE)

"Era muy listo. Fue un jugador muy europeo, por eso seguramente casi no jugó en la NBA. Es un caso raro, pero por eso también fue tan carismático", continúa Javier Ortiz. "Pinone llega después de ser uno de los 15 mejores universitarios de Estados Unidos y jugar el Mundial de Colombia. No llega un cualquiera, sino un buen jugador. Lo que pasa es que por su altura, dos metros pelados, en la NBA no tenía nada que hacer jugando de pívot. E incluso cuando llega a Europa la primera impresión fue: 'Este no es un americano'". Fichabas a un americano para que fuera un animal, pero apareció Pinone y cambió la percepción", comenta Guillermo.

Aquel americano atípico llegó al Estu sin tener ni idea de dónde se metía. "No sabía nada del club ni de jugar en Europa. Yo quería jugar en la NBA, ese era mi sueño. Pero después del primer año sabía que quería seguir aquí", recuerda Pinone. Y acabó jugando nueves años en los que se convirtió en el máximo anotador de la historia del club. "Nunca he jugado con una persona que haya llevado el baloncesto tanto en la cabeza como John Pinone, no creo que existan muchos jugadores que hayan sido capaces de entender este juego como él", afirma Pablo Martínez Arroyo, uno de los integrantes del equipo del 92 presentes en el acto de este viernes.

Aquel equipo alcanzó cotas impensables ahora, pero a Pinone no se le recuerda solo por eso. Aquel pívot rechoncho, al que le sobraba clase y mala leche, conectó tan bien con la afición que aun hoy sigue siendo un ídolo. "El otro día decía uno en Twitter: 'Los chicos ya no recuerdan quién es Nacho Azofra' (este es el tuit original)", dice el exjugador, otro de los bases del equipo del 92. "Bueno, esas cosas pasan. Pero habrá que explicar a los chicos pequeños también quién ha sido John Pinone en este club".

John Pinone llegó en 1984 a Madrid para jugar un año y acabó quedándose nueve en los que se convirtió no solo en uno de los mejores jugadores de la historia del Estudiantes, sino en uno de los más recordados del baloncesto español. La huella que dejó fue tan profunda y el recuerdo tan imborrable, que casi un cuarto de siglo después de su marcha sigue siendo una figura capaz de generar una atención mediática a la que ningún jugador de la plantilla actual puede aspirar.

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