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Leticia Romero, el sueño americano que pasó a ser el más injusto de los chantajes
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Leticia Romero, el sueño americano que pasó a ser el más injusto de los chantajes

La base canaria quiere cambiar de equipo pero desde la organización se niegan a completar el traspaso. La alternativa: jugar un año sin beca, algo prohibitivo

Foto: Leticia Romero durante un encuentro de la pasada temporada con la Universidad de Kansas State. (Foto: Kansas State University)
Leticia Romero durante un encuentro de la pasada temporada con la Universidad de Kansas State. (Foto: Kansas State University)

Gracias a que la localidad canaria de Agüimes no disponía de equipo femenino de fútbol, el baloncesto ganó un diamante que día a día pule detalles y lima imperfecciones a pasos agigantados. Hace diez años que agarró un balón de baloncesto y su ascenso ha sido fulgurante. El 10 de octubre de 2010, con 15 años, 4 meses y 21 días, Leticia Romero (Agüimes, Gran Canaria, 1995) debutaba en Liga Femenina con su equipo, el C.B. La Caja de Canarias. Desde entonces, su crecimiento y proyección le han llevado a dominar todas las categorías inferiores por las que ha pasado (cadete y juvenil), tanto a nivel de clubes como a nivel de selecciones. Su explosión fue tal que cerca de 60 universidades se interesaron el pasado verano por hacerse con sus servicios. Finalmente fue Kansas State quien se llevó la palma y la española pasó a engrosar la lista de españolas (un total de diez) que juegan en la Primera División del baloncesto universitario femenino estadounidense.

Un año después, a dos días de cumplir los 19, la joven vive atrapada en una jaula de la que no le dejan salir. La jugadora quiere cambiar de equipo pero desde la universidad de Kansas State se le deniega la 'one-time transfer exception' que haría efectivo el traspaso. La alternativa: no jugar durante , algo prohibitivo para su bolsillo. Rabia, impotencia y decepción para una de las perlas de la cantera española que, si le dejan, seguirá brillando como lo ha hecho hasta ahora. El pasado mes de marzo, la base canaria ponía fin a su primer año al otro lado del charco. Como ‘freshman’, término utilizado para referirse a los estudiantes de primer año, ha cuajado una temporada brillante. Además de ser elegida debutante de la semana en cuatro ocasiones, ha liderado al equipo en puntos (14,2), rebotes (5,8), asistencias (4,9), robos de balón (1,9) y minutos (32,6). Sin duda, un oasis en medio del desierto en una temporada discreta para un equipo que terminó el curso ocupando la octava posición de la conferencia ‘Big 12’ con un pobre balance de 11-19, registro que cae hasta un escuálido 5-13 en los enfrentamientos ante equipos de su misma conferencia.

Los malos resultados provocaron el despido de la entrenadora, Deb Patterson, y el resto de su cuerpo técnico tras 18 años al frente del equipo. Patterson, un emblema dentro de la institución, fue la encargada de reclutar a la joven promesa española. Su marcha precipitó los acontecimientos. “Después del cambio de entrenador, no sabía qué hacer. Era como ‘no sabía que iba a pasar’. Entonces decidí esperar y ver quién iba a ser el nuevo entrenador. Conocí al nuevo entrenador (Jeff Mittie), entrené, pero no me gustó. No era feliz allí y no me veía tres años más allí. Fue un gran cambio. Todo cambió de repente y me di cuenta de que no quería estar en Kansas State nunca más”, relata en una entrevista concedida la pasada semana al portal especializado ‘Swish Appeal’.

La jugadora se quiere ir porque no es feliz y no se siente a gusto y así lo hizo saber pero la universidad se opone de forma rotunda y se escuda en el carácter privado de la legislación aplicada a los atletas universitarios de la institución a fin de no dar la cara. “Ellos quieren que pruebe durante un año y si en ese año veo que no me gustaba, ellos me dejarían libre. Me parece un chantaje”, reconocía a mediados del mes de abril al diario ‘The Topeka Capital-Journal’. Atendiendo a la estricta normativa NCAA, un traspaso supone un año en blanco antes de que el jugador/a en cuestión pueda prestar sus servicios a otra universidad. Como segunda vía, la española siempre puede irse de Kansas y matricularse en otra universidad. En ese caso, el problema sería doble: habría que estar un año sin competir y sin recibir ayuda económica alguna. “En cualquier caso tendría que estar un año sin jugar, pero si me voy ahora tendré que pagar y es algo que no me puedo permitir. Mis padres… la situación económica en España es muy mala ahora mismo”, narraba con preocupación al mismo medio. Por tanto, asumiendo el año sabático obligado y la no participación en la competición hasta el curso 2015/2016, la única opción de recibir ayuda económica de manera inmediata pasa por que la organización de origen (Kansas State) acepte la solitcitud de traspaso y libere a la jugadora.

Una situación que atormenta justo antes de regresar a España para pasar el verano. “Me gustaría seguir jugando, cambiar de equipo y jugar en una universidad donde me sienta cómoda. No puedo ni mantener ningún contacto con otras universidades. Me gustaría saber qué voy a hacer antes de irme”. El desconcierto es enorme. Leticia cree que su condición de forastera ha tenido parte de culpa en todo el este galimatías. “Si fuera una chica americana y mis padres estuvieran aquí, ellos podrían haber estado en todas las audiencias con el comité y en todas las reuniones. Es duro tener que hacer todo tú misma. Tener que contactar con extraños que no sabes si están hablando en serio contigo o no”, se lamenta con preocupación.

Dejando de lado el pretexto académico, poco creíble cuando hablamos de deportistas que asoman a la élite, se trata de un hecho que sólo tendría una explicación lógica cuestiones meramente deportivas. Como ha ocurrido en otras situaciones de tira y afloja, si la dejan ir el programa deportivo del equipo quedará desposeído de uno de sus puntales. La esencia de estos equipos es mantener la cohesión a fin de construir un proyecto fiable que les permita crecer más pronto que tarde. En el caso que nos atañe, al haber renovado el staff técnico, la idea del factor estratégico y el cubrirse las espaldas de posibles chivatazos por parte del que se va pasarían a un segundo plano.

Un boicot en toda regla donde la universidad de Kansas State encarna al dedillo el papel del perro del hortelano, ese que ni come ni deja comer. En medio del alboroto Leticia habla sin tapujos sobre los motivos que le llevaron a tomar una decisión de no retorno. “Creo que hice todo lo que se supone que tengo que hacer para conseguir mi libertad. Les dije que me quería ir y ellos me lo impidieron. Decidí recurrir, que es lo que puedes hacer una vez se te niega la posibilidad de irte, e ir al comité y explicarme. Aun así, ellos siguen en las mismas. Lo más frustrante es que nadie me ha explicado las razones por las que ellos están actuando así conmigo”, reconoce desconcertada en la mencionada conversación.

Para acabar de enmarañar las cosas, el pasado jueves tuvo lugar un nuevo episodio es uno de los casos más extraños que se recuerdan en años en el mundo del deporte. A fin de no pillarse los dedos y no cerrar puertas, durante su particular cruzada en aras de solicitar el ansiado ‘ok’ para ser traspasada a otro equipo, Leticia suministró una lista de 94 centros en los que estaría dispuesta a jugar. Pese a seguir sin desbloquear la situación, según el diario local ‘Manhattan Mercury’, los ‘Wildcats’ dieron permiso a la universidad de Middle Tennessee State, una de las que figuraban en su nómina de futuribles destinos, para contactar con Leticia. Algo que Donald Jackson, abogado de Leticia, espera que sea el primero de muchos equipos con los que pueda establecer relaciones en los próximos días y acabar con la pesadilla.

Más cuando hace unas semanas se le impedía siquiera mantener contacto con equipos que figuraban en la lista facilitada por la jugadora. Porque, además de reservarse la potestad de liberar a su jugadora de la beca, el reglamento de la NCAA permite al equipo evitar que la jugadora liberada vaya a según qué destinos. “No hay justificación para esto. Llegados a este punto, el sentido común y la decencia deben prevalecer. No es lógico decir que el comité tiene la última decisión. Esto es completamente falso porque el director deportivo (John Currie) podría resolver este problema hoy mismo, en cinco minutos”, denuncia el letrado de la jugadora.

Traspasar jugadores es una práctica muy habitual en el deporte universitario, especialmente cuando un entrenador es despedido o decide afrontar nuevos retos profesionales. Los datos no engañan y muestran una tozuda realidad que se empeña en contradecir la discutible y controvertida decisión que están llevando a cabo desde Kansas State. Sin ir más lejos, el pasado año Kansas State facilitó el ‘transfer’ a tres jugadores de su sección de baloncesto masculina. Según la ESPN, desde que la temporada tocara a su fin, más de 400 jugadores (varones) han optado por desvincularse de sus equipos. Por su parte, la propia NCAA ha señalado que en torno al 40% de los jugadores que participan en la ‘Division-I’ del basket universitario dejan su equipo una vez cumplido se segundo año (sophomore).

En Estados Unidos, donde el tema está causando bastante revuelo, se preguntan si hay algo más detrás que pudiera justificar esta injusta decisión. De no ser así, de no haber explicación lógica que lleve a cercenar vilmente (que no la hay) los deseos e ilusiones de una jugadora de 19 años, la organización de la Universidad de Kansas debería avergonzarse de la postura adoptada y del trato proferido a Leticia. “No hay almohada más cómoda que la conciencia tranquila”, reza el último de sus tuits con fecha del pasado lunes. Un proverbio que resume a la perfección su sentir. Con todo, pese a la innumerable lista de piedras en el camino, la canaria se muestra confiada y trata de lidiar con la desconcertante situación cargada de optimismo y confiando en que en las próximas semanas se llegue a una solución que ponga fin al angustioso calvario.

Gracias a que la localidad canaria de Agüimes no disponía de equipo femenino de fútbol, el baloncesto ganó un diamante que día a día pule detalles y lima imperfecciones a pasos agigantados. Hace diez años que agarró un balón de baloncesto y su ascenso ha sido fulgurante. El 10 de octubre de 2010, con 15 años, 4 meses y 21 días, Leticia Romero (Agüimes, Gran Canaria, 1995) debutaba en Liga Femenina con su equipo, el C.B. La Caja de Canarias. Desde entonces, su crecimiento y proyección le han llevado a dominar todas las categorías inferiores por las que ha pasado (cadete y juvenil), tanto a nivel de clubes como a nivel de selecciones. Su explosión fue tal que cerca de 60 universidades se interesaron el pasado verano por hacerse con sus servicios. Finalmente fue Kansas State quien se llevó la palma y la española pasó a engrosar la lista de españolas (un total de diez) que juegan en la Primera División del baloncesto universitario femenino estadounidense.

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