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El triplista más prometedor deserta de Cuba... ¿para terminar en España?
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El triplista más prometedor deserta de Cuba... ¿para terminar en España?

Pedro Pablo Pichardo es uno de los cinco atletas que han saltado más de 18 metros en su prueba. Con 23 años ya es dos veces campeón del mundo y ha decidido escaparse del país

Foto: Pedro Pablo Pichardo, en una reunión atlética. (EFE)
Pedro Pablo Pichardo, en una reunión atlética. (EFE)

Pedro Pablo Pichardo Peralta (4p) pasará los ocho próximos ocho años sin poder pisar Cuba. Es el castigo de la deserción, la pena que se impone a quien ya no quiere vivir en su país de nacimiento. Ocho años alejado de la familia sabiendo que la vida ya no volverá a ser la que un día fue. Estará alejado de su padre, el profesor de educación física que le enseñó a saltar, y de su madre, una prestigiosa bailarina.

Foto: Las Nike Zoom Vaporfly Elite (Nike)

Y, aún así, ocurre. El triplista, doble subcampeón del mundo, se encontraba en una concentración en Stuttgart con otros ídolos del atletismo cubano como el vallista Dayron Robles. El martes no fue a entrenarse, cuando acudieron a su habitación vieron que estaba vacía, se había llevado sus cosas. Días después se ha confirmado su fuga. Tampoco sorprendió, está muy lejos de ser la primera vez que pasa.

Pichardo tiene solo 23 años, lo cual es el equivalente a decir que el futuro es suyo. En hoja de servicio hay una marca, 18.08, que le señala como uno de los grandes triplistas de todos los tiempos. Solo cinco atletas han conseguido superar la barrera de los 18, el patrón oro de la excelencia en los saltadores. Desde muy joven ha demostrado que tiene en las piernas unas grandes marcas por hacer, quién sabe si el récord del mundo, actualmente en posesión del mítico Jonathan Edwards, que lo batió dos veces en la misma tarde.

El salto es uno de los graneros naturales del atletismo cubano, uno de los más célebres del mundo. Sotomayor en altura, Pedroso en longitud, son nombres que resonaron en los noventa, absolutos dominadores de sus disciplinas. El récord del triple es de Pichardo, lo consiguió cuando tenía 21 años, estando aún casi en categoría promesa. Una potencia singular la del triplista, el típico atleta rápido y que solo rozando el suelo se impulsa hacia adelante como si tuviese muelles en las piernas.

Tiene espacio para mejorar, pues su técnica, siendo buena, no es la más pulida entre todos los saltadores de la actualidad. El segundo paso, siempre clave, es su punto débil. En ese movimiento es en el que se produce la mayor desaceleración, el momento en el que la potencia disminuye al máximo de cara a la batida final. Conseguir economizar ese esfuerzo para llegar fresco a la última parte del brinco es esencial, y ese era uno de los puntos que estaba practicando Pichardo. Por varios motivos no se sentía del todo cómodo haciéndolo en Cuba, lo que a buen seguro le ha empujado a tomar una decisión que marcará su vida para siempre.

placeholder Pichardo, compitiendo con Cuba. (EFE)
Pichardo, compitiendo con Cuba. (EFE)

Problemas con la federación cubana

Cuando tenía 20 años estuvo seis meses sancionado por la federación atlética de su país por desavenencias con su entrenador. En cuba la jerarquización del deporte es clave y a una estrella rebelde se le trata mucho más como rebelde que como estrella. Pichardo tuvo que cambiar de técnico y aunque la evolución seguía él parecía cada vez más incómodo. Tampoco ayudó al tema que no pudiese ir el año pasado a los Juegos Olímpicos, la meta última de cualquier atleta que se precie.

Pichardo tuvo una microfractura de tobillo a principios del año 2016. Una dolencia difícil para un saltador, que tiene en esa articulación una de las claves de su deporte y que ejerce una presión brutal sobre el tobillo en cada uno de los saltos. La dolencia le impidió ir al Mundial de Portland. La recuperación de cara a Río no fue óptima, insuficiente según los médicos cubanos, que decidieron dejarle en casa. Drástica decisión que, probablemente, el atleta no entendió. El deportista siempre quiere forzar, que los Juegos solo se celebran cada cuatro años.

Foto: Bruno Hortelano (EFE)

No estará en Londres dentro de seis meses, pues los atletas que desertan no son bienvenidos en el equipo nacional cubano. Los Juegos quedan lejos aún, dentro de más de tres años. Si el proceso de nacionalización del país que le acoja es rápido es posible que esté en Tokio. No será, en ningún caso, con facilidad, pues la diplomacia deportiva cubana es muy belicosa en estas circunstancias, nunca se da por vencida una guerra política, aunque no siempre les sale la jugada y consiguen impedir al atleta con su nueva nacionalidad.

Y con esas llega la siguiente pregunta ¿qué nacionalidad será? Difícil de saber, aunque hay hipótesis más probables que otras. El atleta ha decidido marcharse de la concentración en Alemania, aunque es improbable que se quede en el país teutón. El choque cultural es demasiado fuerte como para plantearlo con una opción, por más que el país centroeuropeo sea un lugar en el que encontraría todo lo necesario para entrenarse al máximo nivel.

Haber desertado en Europa hace más difícil que termine recalando en Estados Unidos, aunque es uno de los lugares habituales donde terminan los deportistas cubanos, por cercanía y por comunidad de habitantes en el país. Las malas relaciones entre ambos países, aunque en la época de Obama hubo un empujón a los contactos bilaterales. En el Viejo Continente, sin embargo, puede encontrar lo mismo que ahí y con un poco más de calma, ser cubano en Estados Unidos no es siempre fácil.

Foto: Orlando Ortega, en su última carrera en Madrid (EFE)

En realidad, el lugar más lógico para una residencia es España. De hecho el último desertor del equipo atlético cubano, Orlando Ortega, se nacionalizó y consiguió una medalla de plata para el atletismo nacional en los Juegos. No tiene ni un ápice de casualidad, aquí encuentran recursos perfectos para practicar el atletismo, un país en el que la nacionalización 'express' no es complicada, un clima que, sin ser Cuba, está dentro de sus coordenadas y ninguna barrera idiomática que les haga más difícil la adaptación.

En Guadalajara hay un centro atlético especializado en saltos. Allí entrena Yulimar Rojas, venezolana, subcampeona olímpica y la atleta de mayor potencial en el campo femenino. Y Ana Peleteiro, la prometedora española. También Ortega, llamado por el ambiente caribeño de las pistas del lugar. Un entorno muy favorable que está dirigido por Iván Pedroso, cubano, atleta, campeón de todo lo posible en el salto de longitud. Un pequeño microclima caribeño metido en el centro de la península ibérica. También Italia cumpliría casi todos los requisitos para un atleta como Pichardo.

Pichardo es el último, de momento. Las ligas mayores de béisbol en Estados Unidos están llenas de jugadores que algún día se escaparon. En no pocos casos por México, jugándose la vida, pasando meses en países intermedios hasta poder llegar a su destino final, comiéndose, literalmente, pasaportes para que al llegar no hubiese suspicacias. Cuba es ese país que diseña grandes atletas, pero que no siempre es capaz de mantenerlos en sus filas.

Pedro Pablo Pichardo Peralta (4p) pasará los ocho próximos ocho años sin poder pisar Cuba. Es el castigo de la deserción, la pena que se impone a quien ya no quiere vivir en su país de nacimiento. Ocho años alejado de la familia sabiendo que la vida ya no volverá a ser la que un día fue. Estará alejado de su padre, el profesor de educación física que le enseñó a saltar, y de su madre, una prestigiosa bailarina.

Orlando Ortega