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La dura confesión de Peñalver: "Me despertaba y lo tenía encima"
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en una entrevista a 'el país'

La dura confesión de Peñalver: "Me despertaba y lo tenía encima"

Peñalver cuenta por primera vez su experiencia con Millán. "Todo fue mentira. Cuando abracé a Millán a ganar la medalla en los Juegos, pense ¿qué mierda estoy haciendo", dice

Foto: Antonio Peñalver posa con su medalla en Barcelona'92.
Antonio Peñalver posa con su medalla en Barcelona'92.

"Mi historia es la misma que podría contar cualquiera de mis compañeros. Cuando eres víctima no tienes escapatoria posible. Te desarraiga de tu familia y así se hizo mi padre, mi consejero, mi amigo, todo. Mi única solución era dedicarme solo al entrenamiento. Y el tiempo libre era estar en su casa, compartir la media vida, películas, todo eso, como si fuera yo uno más de la familia. Hasta que llega el momento en el que, de repente, una noche te está tocando", relata Antonio Peñalver.

Foto: Antonio Peñalver, el día que ganó la plata en el decatlón de Barcelona'92 (Cordon Press).

El medallista español, que confesó hace un par de días que sufrió abusos de su exentrenador Miguel Ángel Millán, relata su historia en 'El País'. "Intentaba evitarlo, pero siempre había un sitio reservado a su lado. Al final te vencía el sueño y te despertabas con él encima. Yo intentaba no quedarme dormido", continúa Peñalver. El exdecatleta español, plata en los Juegos de Barcelona 92, reconoció los abusos hace una semana después de la denuncia de un atleta canario por hechos similares.

"Esto ocurría en Sierra Espuña, aquí cerca, en la casa", sigue narrando. "Al principio los sábados subíamos a hacer algo de entrenamiento, que luego se convirtió en acampada, y luego este hombre se compró una casa casi caída y los niños íbamos ahí a entrenarnos y también a restaurar la casa. Hacíamos de peones de albañil, críos de 14 años. Esto muestra el poder y la imagen que tenía en el pueblo como para que un montón de chavales estuviéramos allí, conscientes los padres de que estábamos con un señor que era un puñetero dios, de imagen intachable, esa de ayudar a los pobrecitos con necesidades económicas, ayudar a los chicos con problemas para que el deporte los reconvirtiera, los alejara de los vicios... Hasta que desaparecían. Sospecho que los que desaparecían era por lo mismo".

"Por esa época yo era un chaval que saltaba altura. Mi desarrollo hormonal fue muy tardío", cuenta Peñalver. "No me llegó la testosterona hasta que no tuve 15, casi 16 años. Era alto, desgarbado, malo. Saltaba poco pero prometía porque era muy alto. En el momento en que se produjeron los abusos no entiendes lo que está pasando. Solo la primera vez me dirigió la palabra, y yo contesté que no, pero siguió, por supuesto. Se repitió unas cuantas veces, no sé cuántas, durante unos meses. No era todas las semanas. Fueron varias excursiones a la sierra. Después de trabajar y entrenar, nos acostábamos en una habitación de unos 15-20 metros cuadrados. En el suelo dormíamos sobre esterillas o jarapas uno al lado de otro... Y te despiertas con, con... ¿Qué haces? ¿Gritas? No puedes hacer nada. Al menos, entonces, yo no pude hacer nada. Ni los compañeros. Estaba a 15 centímetros del de al lado. ¿Qué haces?

"Mi historia es la misma que podría contar cualquiera de mis compañeros. Cuando eres víctima no tienes escapatoria posible. Te desarraiga de tu familia y así se hizo mi padre, mi consejero, mi amigo, todo. Mi única solución era dedicarme solo al entrenamiento. Y el tiempo libre era estar en su casa, compartir la media vida, películas, todo eso, como si fuera yo uno más de la familia. Hasta que llega el momento en el que, de repente, una noche te está tocando", relata Antonio Peñalver.

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