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Kimetto, el granjero que pasó de plantar maíz a batir el récord mundial de maratón
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ganó la maratón de berlín con 2:02:57

Kimetto, el granjero que pasó de plantar maíz a batir el récord mundial de maratón

Hace seis años, trabajaba en una granja de una aldea keniata para conseguir un jornal con el que alimentar a su familia. Hoy con 30 es nuevo recordman del maratón

Foto: Dennis Kimetto posa sonriente al lado del reloj que acredita el nuevo record del mundo de maratón.
Dennis Kimetto posa sonriente al lado del reloj que acredita el nuevo record del mundo de maratón.

Dennis Kimetto trataba de agarrar de la forma más ortodoxa posible una inmensa jarra de cerveza. Ataviado con un cortavientos naranja fosforito y una corona de laurel, el atleta keniano posaba para la prensa con una mirada impregnada de pureza y bondad. A sus 30 años, acababa de pulverizar el récord mundial de maratón (2:02:57). Lo hizo a lo grande, rebajando en 26 segundos el anterior registro en manos de su paisano Wilson Kipsang (2:03:23), en una carrera épica por las calles de Berlín. “Hoy es un día grande para mí. Los fans me hicieron sentirme confiado y pensé que podría conseguirlo”, comentaba con una naturalidad insultante.

Kimetto arrancó una carrera para la historia consus ojosfijados en el horizonte, queriendo ver más allá, y su espigada figura hambirenta de gloria. Los parciales (menos de 2:55 cada kilómetro) eran el indicador más fiable de que algo bueno se acercaba. Se llegó al kilómetro 30 con el reloj en 1:27:37, algo nunca visto. Las liebres se retiraron después de alargar al máximo su solidaridad y compromiso con los jefes. Hasta cinco corredores se mantenían en disposición de pulverizar el récord del mundo.

Quedaron tres (Kimetto, Mutai y Kamworor) y pese al sofoco no dudaron en mantener la presión y darse alguna puñalada en forma de cambio de ritmo. Unos vaivenes que dejaron fuera de combate a Kamworor. Mientras, Kimetto a lo suyo: hombros altos, tronco rígido y zancadas gigantescas. Una pasada. Como elemento darwiniano, el triunfo se le presentó sin modificar un ápice su inabordable cadencia sobre el asfalto berlinés. Mutai se fue quedando, aunque le dio tiempo de seguir la estela y contemplar a lo lejos el histórico momento. “Actualmente creo que puedo ser un magnífico correr otros diez años, hasta los 40". El éxito llegó para un tipo que hasta hace seis años no empezó a ver en el atletismo una forma de ganarse el pan.

Nacido en el seno de una familia de agricultores con siete hijos a los que alimentar, el futuro más inmediato estaba hipotecado. No hubo tiempo para ir a la escuela: tocaba trabajar para salir adelante. En la granja de sus progenitores, situada en una aldea llamada Kapngtuny, cultivaba maíz y cuidaba al ganado. Siempre le atrajo la idea de correr, pero era algo que aparecía muy abajo en la lista de prioridades. "No teníamos ni televisión ni radio en casa, por lo que en los Juegos Olímpicos de Sídney (2000) me fui al pueblo. El recuerdo del duelo de Haile Gebrselassie frente Paul a Tergat en los 10.000 metros me inspiró. Pensé si alguna vez podría hacer lo mismo y correr a ese nivel", comentaba horas después de su extraterrestre gesta.

Un momento que acabó llegando en 2008, cuando decidió convertirse en atleta profesional. "Mi padre me dijo que me entrenara tan bien como pudiera y que luchara, porque podría cambiar mi vida". Su vida, pero sobre todo la de su familia. Kimetto siempre que el mayor incentivo que tiene para correr sin parar es la posibilidad de ofrecer un mejor futuro a los suyos. De hecho, cuando comenzó a despuntar, además de comprar una buena choza en Eldoret (ciudad en el Oeste de Kenia) y un buen coche, invirtió gran parte de sus ingresos en ampliar y modernizar la granja.

Ahora que los ojos del mundo ensalzan su fibroso cuerpo de ébano, Kimetto recordará con emoción cómo una casualidad permitió empezar a forjar su hazaña. Hace seis años, mientras corría por la tierra rojiza de los alrededores de su aldea, se cruzó con Geoffrey Mutai. El hombre que en 2012 se hundió cuando tenía a tiro el récord del mundo de maratón y que logró en Boston un registro de 2:03:02 (no homologado por las rampas favorables y la ausencia de curvas de su recorrido), quedó sorprendido ante la zancada y las hechuras de Kimetto y le propuso entrar en su academia. Sin renunciar a su familia, optó por alternar los entrenamientos con el trabajo en la granja. Algo que Mutai no veía claro y en 2010 le convenció para que se centrara en el atletismo.

Tras una media maratón en Nairobi en 2011, al año siguiente llegó su estreno internacional. Una puesta de largo que deparó una situación cuanto menos cómica. Kimetto se hizo pasar por junior de nombre Dennis, como el suyo, y de apellido Koech. Una trampa que confundió a los expertos, quienes pensaron que estaban ante una nueva promesa de 18 años, y no de 28, su edad real. La treta coló en la media maratón de RAK y en la de Berlín pero a la tercera, en los 25 kilómetros disputada en la capital alemana en mayo de 2012, no coló y lo descubrieron. Ganó y batió el récord de la prueba con un tiempo de 1:11:18.

Meses después llegó la cita que lo catapultó a la fama. Pese a tener la victoria y el récord del mundo a su alcance en su primera maratón, cedió el triunfo a Mutai, su descubridor, para que pudiera llevarse los 500.000 dólares que se lleva el ganador de las World Marathon Majors (ránking bianual de los mejores maratonianos). Todo un detalle. En 2013, continuó con su senda ganadora haciéndose con los triunfos en Tokio y Chicago. Este 2014 empezó con mal pie. Una lesión le impidió estar a la altura durante la primavera y no pudo terminar el maratón de Boston. Pasó el verano y se hizo la luz en Berlín para un correcaminos que promete seguir dando recitales sobre el asfalto de las grandes ciudades. Ya como líder de la clasificación de la World Marathon Majors, en Nueva York sólo una victoria de Kipsang le privaría del triunfo final.

Berlín, la ciudad donde todo es posible

Con la plusmarca conseguida por Kimetto, se reabre el eterno debate: ¿hasta dónde es capaz de llegar el cuerpo humano? En 1967, el australiano Derek Clayton fue el primer hombre en correr por debajo de las dos horas y diez minutos (2:09:36). En 1985, el brasileño Carlos Lopes despidió su prestigiosa carrera en Róterdam reventando las dos horas y ocho minutos (2h07:12). Tres años después, en la misma cita, el etíope Belayneh Dinsamo hizo saltar el cronómetro por los aires y lo situó en 2:06:50. En los albores del nuevo siglo (1999), el marroquí naturalizado estadounidense, Khalid Khannouchi, dejaba las cosas en 2:05:38. Ya en el siglo XXI, Paul Tergat fue el primer keniata en pulverizar un récord mundial de maratón. Caprichos del destino, ocurrió un 28 de septiembre de 2003 cuando paró el crono en 2:04:55. Un lustro después, Haile Gebrselassie, tercer etíope de la historia en lograrlo, superó el siguiente obstáculo (2:03:59).

En 2011 vendría el keniano Patrick Makau (2:03:38) y el año pasado su compatriota, Wilson Kipsang (2:03:23), para rebajar una marca que sigue cayendo. “Por lo que he visto hoy, los tiempos van a seguir bajando. Probablemente pulvericemos la barrera del 2:01”, comentaba Emmanuel Mutai, segundo el pasado domingo en Berlín con un tiempo de 2:03:13, registro que también hubiera servido para hacer olvidar la anterior plusmarca. Tendrá que ser en Berlín. Curiosamente (o no), los seis récords registrados en los últimos once años han tenido como escenario a la imponente Puerta de Bradeburgo. Los expertos hablan ya de echar abajo el muro de las dos horas. Una locura que nadie se atreve a contradecir. El cuerpo y la mente humana no dejan de sorprendernos.

Dennis Kimetto trataba de agarrar de la forma más ortodoxa posible una inmensa jarra de cerveza. Ataviado con un cortavientos naranja fosforito y una corona de laurel, el atleta keniano posaba para la prensa con una mirada impregnada de pureza y bondad. A sus 30 años, acababa de pulverizar el récord mundial de maratón (2:02:57). Lo hizo a lo grande, rebajando en 26 segundos el anterior registro en manos de su paisano Wilson Kipsang (2:03:23), en una carrera épica por las calles de Berlín. “Hoy es un día grande para mí. Los fans me hicieron sentirme confiado y pensé que podría conseguirlo”, comentaba con una naturalidad insultante.

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