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"Cuando desperté no sabía dónde estaba, pero mi cerebro funcionaba: tac, tac, tac"
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entrevista a kilian jornet

"Cuando desperté no sabía dónde estaba, pero mi cerebro funcionaba: tac, tac, tac"

Kilian Jornet escaló dos veces el Everest en una semana haciendo tiempo récord. Ya en España, explica cómo vivió esos momentos que le colocan de lleno en la historia del alpinismo mundial

"¿Qué pasó Kilian, olvidaste las gafas y volviste a por ellas?". Se imaginan una entrevista con Nadal, después de ganar su décimo Roland Garros, y que la primera pregunta fuera: ¿Qué tal Rafa, tenías amigos en casa y necesitabas otra ensaladera? O el ingenioso: ¿perdiste tu móvil y regresaste a buscarlo?

Kilian Jornet es una persona agradable y prudente. Percibes un cierto estoicismo en su comportamiento. La ironía no la capta bien y puede confundirla con estulticia, no le faltaría razón. Se esfuerza por ser reflexivo y preciso en sus palabras. Es un carácter obstinado, lo notas en la conversación cuando raramente atiende la interrupción, el inciso. Tiene un lenguaje corporal muy contenido que a primera vista pasa por timidez. Su aparente fragilidad y la diferencia de edad hacen que tengas que controlar el pronto para no regañarle. Es un pionero que en el Everest ha roto barreras.

Nos citó a las 11:15 en El Retiro madrileño, en un banco a la altura de la trasera del Jardín Botánico. Un lugar tranquilo y todavía fresco a esa hora. Una vez confirmada la entrevista, llamé a algunos conocidos para pedir consejo: voy a estar con Kilian, ¿tú que le preguntarías? Por sus respuestas, parecería que estaban compinchados: Pedro Nicolás, Lina Quesada, César Canales, también Tom Randall y Pedro Cifuentes… todos querían saber qué sensaciones, qué sentimientos había tenido. Así se lo referí, asintió y esto es lo que hablamos.

Pregunta. En el descenso del segundo intento, en la madrugada del domingo 27 de mayo, a 8.300 metros, viviste unos momentos muy comprometidos. ¿Podrías recordar esas horas que estuviste perdido?

Respuesta. Lo he intentado, pero hay un tiempo en blanco. Estaba bajando y no recuerdo el momento en el que me desvié de la ruta y pasé a la Cara Norte. No sé qué pasó. Mi memoria es una mezcla de pequeñas alucinaciones ¿Es esto un sueño, me voy a despertar? Estaba seguro de que había salido de la cumbre. ¿Quizá estoy en el Campo Base durmiendo? Mis sensaciones eran una mezcla de sueño y realidad.

P. ¿Por qué crees que se produjo ese desconcierto?

R. Ayer —por el lunes 12 de junio— estuve por la mañana con el neurólogo, me hicieron un TAC y en su opinión puede ser hipoxia prolongada, que no provoca mal de altura porque estás bien aclimatado.

Estaba con los pies hacia el vacío, recostado contra la roca que me me protegía de la nieve. No hacía mucho frío, no notaba los pies"

P. ¿Te provocó descoordinación?

R. No, descoordinación no. Una vez perdido tuve que escalar bastantes tramos con un cierto grado de dificultad técnica y mi cuerpo funcionaba bien. Quizá fue la suma de la hipoxia más la deshidratación: llevaba dos litros de agua, uno se heló y las últimas 15 horas no bebí. Tenemos deshidratación más hipoxia, más falta de azúcar, esos tres factores, según el neurólogo, me pudieron provocar una disfunción cognitiva. Físicamente estaba bien, era esa sensación de '¿esto es real?'.

P. ¿Cómo reaccionaste?

R. Pensé: aquí hay algo que va mal. Estaba en una posición delicada, con mucha caída. No sabía exactamente dónde estaba porque era de noche. Desconcertado me dije: antes de hacer una tontería párate, descansa, espera que salga un poco de luz para ver dónde estás y cómo sales. No recuerdo con precisión, es posible que estuviese unas cuatro horas haciendo la travesía hasta que paré y luego quizá estuve una hora durmiendo.

P. ¿Qué pensabas?

R. ¡Ostras! ¿Por dónde puedo bajar?

P. ¿Antes de dormir seguías con la empanada mental?

R. Sí, sí.

Kilian describe la plataforma en la que durmió, a unos 8.300 metros, como algo más ancho que el banco del parque donde estamos sentados. Recoge las piernas y simula la posición. "Me senté con los pies hacia el vacío, recostado contra la roca que me cubría un poco y me protegía de la nieve. No hacía mucho frío, no notaba los pies, bueno, lo mismo que en casa —Noruega— o en los Alpes. Nevaba y hacia aire".

P. Bueno, no tenías otra, ¿verdad?

R. Caí dormido directo, ¡pam! Apareció el cansancio acumulado. En la primera ascensión estuve en total 40 horas sin dormir, después descansé dos días… quizá eso también influyó.

Aquí es cuando te dan ganas de regañarle: “Hombre, Kilian que tú eres súper hombre, pero no eres súper, súper hombre”. “No —afirma—, por eso, influyó el cansancio”. En efecto, es obstinado. “Cuando desperté no sabía exactamente dónde estaba, pero mi cerebro funcionaba… 'tac, tac, tac'”.

P. ¿Y cómo es ese 'tac, tac, tac' de tu cerebro?

R. Bueno, te levantas y es real. Estoy aquí, observas a tu alrededor: por aquí no puedo bajar, busco otra salida.

P. ¿Tenías algo de luz?

R. No, eran las tres de la madrugada, pero miré el GPS, amplié el zoom y vi cómo bajaba la arista… estoy en la Cara Norte. Comprobé los kilómetros y estaba convencido de que 300 metros más abajo encontraría la travesía de nieve que hizo Reinhold Messner. Esa parte de la montaña la había estudiado mucho, ya que mi primera intención era subir por allí. Recordé la foto mental que había hecho para tener claro por dónde ir. Escalé 50 metros, esa parte más técnica que te comenté, y me dirigí hacía la derecha, comencé a bajar y ya con un poco de luz alcancé la travesía.

P. Antes de continuar, tengo un encargo de Pedro Nicolás, el presidente de Peñalara, me dijo que te preguntase si es posible de noche y solo, pasar el segundo escalón y no agarrarse o asegurarse a las cuerdas.

R. Las dos primeras escaleras se pueden subir escalando por la roca y destrepar. La tercera escalera la utilice. La verdad es que, si la quitas se puede escalar, hay una fisura buena, pero va a venir gente y tampoco se trata de fastidiar. En el tercer escalón ponen las cuerdas fijas, pero unos quince metros a la derecha hay como una rampa de nieve, luego hace una especie de cascada de hielo que puedes ir atravesando, me metí por ahí. Técnicamente no es complicado.

P. ¿Cómo funcionas en situaciones de estrés?

R. En estos dos descensos no he tenido miedo en ningún momento. Sin embargo, el año pasado nos la jugamos mucho. Había mucha nieve, peligro de alud, cada día el listón del riesgo estuvo muy alto en esa expedición —se refiere al intento de ascensión al Everest de 2016 con Seb Montaz y Jordi Tosas—. Intentamos abrir una nueva vía en la Cara Noroeste y a 7.800 metros cambió el tiempo y tuvimos avalanchas. Salimos de allí, salimos con vida. Tomamos las decisiones correctas, tienes que ser rápido, no puedes estar estresándote. Soy bastante racional. Con el transcurso de los años he llegado a un punto en el que sé apartar las emociones y evaluar: ¿A qué riesgo real me estoy enfrentando? Cuando hay miedo, si puedes, es mejor darse la vuelta. En ocasiones, ante un riesgo elevado que sabes que puedes asumir por tus condiciones técnicas, te preguntas: ¿vale la pena hacerlo? Sé que si algo falla me voy a matar. Hay días que dices sí y hay días que dices no.

P. ¿Y qué sucede cuándo decides hacerlo?

R. El día que dices sí, cuando estas allí no tienes miedo, tienes tensión. Si notas que esa tensión sube mucho, cálmate, respiras una vez y dices 'vale, cual es el riesgo real'. Intentas racionalizarlo todo. Este proceso hace que te sientas confortable en situaciones que objetivamente no lo son.

P. Eres una persona con una gran capacidad estratégica. Planificas con detalle y no dejas nada de lo que está en tu mano al albur. ¿Cuando tomaste la decisión de un segundo intento, valoraste los riesgos que corrías de desmerecer la primera cumbre si no lo conseguías o si el tiempo que marcabas era peor?

R. No, no. Para mí era mucho más importante hacer las cosas bien, creo que estoy en un momento que puedo hacerlo. Si vas a una carrera quieres ganar, pero no me importa lo que se diga, si gano o pierdo.

No necesitas dos meses para preparar una expedición y subir una cima, sino que en un mes puedes hacer tres o cuatro cumbres"

P. ¿Entonces, los records son sólo el estímulo?

R. Sí, porque para mí lo único realmente interesante consistía en comprobar si era posible volver a subir, hacerlo mejor y luego decir: “Vaya en un mes he estado tres veces por encima de 8.000 mil metros”. El día 15 de mayo salí y estaba muy bien aclimatado. Subí del Campo Base Avanzado, a 6.400 metros, hasta los 8.400 en seis horas y me encontraba muy bien, muy fuerte. Luego, el día del primer ascenso la verdad es que fui haciendo tiempos marcados hasta 7.600 metros y ahí empecé a vomitar y, bueno, subí a la cumbre porque estaba allí, tampoco iba a bajar, pero un virus estomacal había impedido que pudiera sentirme en plenitud. Bajando sabía que venía otra ventana de buen tiempo. Iba pensando: “Si hace buen tiempo y me recupero de la barriga, volveré a intentarlo”.

P. Durante esos días las noticias fueron confusas en España.

R. Todavía teníamos días de permiso para la expedición, pero al final tuvimos que regatear un poco para tener comida. Nosotros íbamos con Makalu Aventure, con un cocinero que le hicimos bajar. La noche que estuvimos en el Campo Base Avanzado nos dejaron dormir en el suelo de la tienda comedor de la expedición de Alpen Globe.

P. ¿Tu afán competitivo y de superación hacia dónde se encamina?

R. La experiencia en el Everest me ha motivado mucho. Llegas al Campo Base y haces actividad, no necesitas dos meses para preparar una expedición y subir una cima, sino que en un mes puedes hacer tres o cuatro cumbres. La verdad es que ahora, sin ninguna presión, me gusta competir. Creo que la competición es el mejor entrenamiento. El sábado corrí en Noruega una media maratón con 1.500 metros de desnivel súper motivado. También tengo proyectos en Alpes, de alpinismo. Quiero ser competitivo y polivalente en disciplinas distintas. No voy a especializarme en 'ochomilismo', pero sí quiero hacer expediciones cortas más rápidas. Además, he comprobado que las actividades se complementan. La competición en larga distancia es lo que me ha permitido esas cimas tan rápidas o los encadenamientos en Alpes. Y no solo me aporta condiciones físicas también, y es muy importante, la forma de gestionar la alimentación en carrera.

P. Kilian, Pedro Cifuentes y Tom Randall te dan un fuerte abrazo. Hace un par de días estuvieron escalando en Galayos y Tom me dijo que te preguntara que es lo que buscas.

R. ¿Qué es lo que busco? Bueno, es algo que evoluciona con el tiempo. Cuando eres adolescente, tu interés, es decir: 'Ey, estoy aquí. Ey, ese soy yo'. Necesitas saber quién eres, ponerte en el mapa. Una vez que empiezas a madurar, evolucionas y buscas conocerte más, ya sabes quién eres, ahora necesitas conocer qué eres, miras más en tu interior. Ahora mi tiempo es el de aportar y aprender. Qué puedo hacer que sirva y que inspire a los demás. Lo que hace otra gente a mí me inspira y pienso: 'Ostras, yo quizá puedo hacer esto, si pruebo esa forma de aclimatar. Funciona, no funciona... O este tipo de entrenamiento cómo va, me puede servir a mí o a otros'.

Hace 64 años, el 29 de mayo de 1953, Tenzing Norgay y Edmund Hillary, componentes de la Expedición Británica al Everest, lograron el primer ascenso oficial usando la ruta de la arista sureste. Fue un hito en la conquista de las montañas. Recuerda Pedro Nicolás que hoy, además de explorar territorios y espacios, también lo hacemos con los límites. Kilian es la avanzadilla de esos exploradores de límites en la montaña.

"¿Qué pasó Kilian, olvidaste las gafas y volviste a por ellas?". Se imaginan una entrevista con Nadal, después de ganar su décimo Roland Garros, y que la primera pregunta fuera: ¿Qué tal Rafa, tenías amigos en casa y necesitabas otra ensaladera? O el ingenioso: ¿perdiste tu móvil y regresaste a buscarlo?

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