El Mundial de Balonmano pone a prueba la capacidad organizativa y deportiva de España

¡Qué comience el espectáculo! Sólo faltan horas para que el controvertido Mundial de Balonmano eche a andar. Atrás quedaron el cambio de sede (Caja Mágica por Madrid Arena) y hasta un hipotético traslado a otro país. Madrid, Barcelona, Sevilla, Zaragoza y Granollers ya están preparadas para albergar el vigésimo tercer Campeonato del Mundo de la disciplina, donde precisamente la anfitriona, la España de Valero Rivera, es una de las grandes candidatas a colgarse el oro y suceder así en el trono a una Francia empeñada en los últimos tiempos en ser la ‘bestia negra’ de nuestro balonmano.

Un oro que podría servir para poner en alza un deporte que siempre ha dado grandes alegrías a nuestro país (oro en el Mundial 2005, bronce en 2011; tres medallas olímpicas, Atlanta 96, Sidney 2000 y Pekín 2008; y cuatro medallas en Campeonatos de Europa, plata en 96, 98 y 2006 y bronce en 2000) y para sacar de ese agujero negro en el que parece haber entrado desde hace unos años en lo que a la competición nacional se refiere. ‘La siempre fácil de seguir Liga Asobal’, como así la denominan jocosamente algunos compañeros periodistas, se ha convertido en un auténtico quebradero de cabeza para los aficionados. Tan pronto se juega un sábado como un martes, hay Liga de Campeones entre semana o fin de semana, los horarios son absolutamente dispares, no existe ningún tipo de unanimidad de criterios… Eso, y que tan sólo esporádicamente Teledeporte (que ofrecerá el Mundial) emite algunos encuentros, ha terminado por ahuyentar a todos aquellos que han pretendido engancharse a este deporte.

“El balonmano está peor que mal”, señalaba Alberto Entrerríos semanas antes del comienzo del Mundial. En buena medida, la crisis económica ha dejado muy tocado al balonmano (el propio Entrerríos ha tenido que buscar un mejor contrato en Francia, en el Nantes), pero no hay duda que la organización del calendario y la puesta en escena de este Campeonato del Mundo no son los mejores ejemplos para dar el espaldarazo definitivo a este deporte. Y es que una semana antes del inicio del Mundial apenas se había puesto en marcha la maquinaria publicitaria y de marketing para darlo a conocer. Mal presagio, y más aún cuando este Mundial puede ser un gran escaparate con vistas a la futura e hipotética organización de los Juegos Olímpicos de 2020 en Madrid.

Todos contra la Francia de Karabatic

Sin embargo, de nada vale ya lamentarse de todo lo anteriormente citado. Lo único que importa desde ahora y hasta el próximo 27 de enero es la pura competición. España comenzará la fase preliminar en un grupo, a priori, sencillo. Tan sólo Croacia y Hungría pueden suponer una gran amenaza, ya que Argelia, Egipto y Australia no debieran ser un gran obstáculo para los de Valero Rivera. La clasificación se presupone asequible, ya que serán cuatro los equipos de cada grupo que se metan en la siguiente fase.

Será a partir de aquí cuando empiecen los mayores inconvenientes. Duelos a cara o cruz desde octavos de final y donde cualquier mínimo error puede mandarte para casa. Y ahí tiene buen escarmiento el combinado nacional español, que tras una primera fase impecable en los pasados Juegos Olímpicos de Londres, se encontró con una Francia, de menos a más, que les apeó de la lucha por las medallas.

Quizá por aquí haya cierta sed de venganza en los jugadores españoles que, espoleados por el público, quieren volver a repetir el gran éxito de 2005 en Túnez. Además de la selección capitaneada por el genial Nikola Karabatic, habrá que tener muy en cuenta a selecciones como Dinamarca, Croacia, Serbia, Hungría o Alemania, algunas de ellas agazapadas y en un segundo plano a la espera de poder dar el gran zarpazo.