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Bajemos el precio del cine... ¡ya!
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propuesta para dejar la entrada en 6 euros

Bajemos el precio del cine... ¡ya!

En Italia, Francia, España, Reino Unido y Alemania se concentra el 75% de las entradas de cine que se venden en la UE. El precio medio

Foto: La reducción de beneficios de los distribuidores y productores beneficiaría a los exhibidores y espectadores. (EFE)
La reducción de beneficios de los distribuidores y productores beneficiaría a los exhibidores y espectadores. (EFE)

En Italia, Francia, España, Reino Unido y Alemania se concentra el 75% de las entradas de cine que se venden en la UE. El precio medio de la más cara es de 10,62 euros. En España, el precio más caro ronda los 9 euros. En el resto de la UE, el precio medio es de 4,82 euros. Mientras persista el paro y la crisis que nos azotan desde hace unos años, y pensando en los próximos tres, el coste máximo de una entrada no debería superar los 7 euros.

La sensibilidad a la bajada del precio del cine queda demostrada en el éxito creciente de la Fiesta del Cine. En la última edición acudieron durante los tres días 2.196.101 espectadores, un 491% más que los mismos días de la semana anterior y un 38% más que la edición de 2013. El “miércoles de cine” consigue tanto público como los días de fin de semana.

Nuestra propuesta es pedir al Gobierno que reduzca el IVA cultural del 21% al 10%. La reducción debería ser apoyada también por los productores y distribuidores, bajando su porcentaje de participación en taquilla en un 40%. De tal forma, si ahora el precio máximo de una entrada es de 9 euros (con el 21% de IVA incluido) y la participación en taquilla del distribuidor-productor es de un 50%, este porcentaje pasaría a ser de un 30%.

Así, las salas percibirían el 50% de la recaudación neta, es decir (reducidos los impuestos), 4,05 euros, en vez de los 3,34 euros que perciben ahora por el excesivo efecto del IVA actual. El productor-distribuidor, al reducir su porcentaje, pasaría a recibir 2,47 euros en vez de los 3,34 euros que percibe ahora. Además, las entradas pasarían a costar al espectador 6 euros y no los 9 de hoy. Si el productor-distribuidor redujera 87 céntimos en sus beneficios, el consumidor pagaría 3 euros menos por ir al cine.

Incremento en las salas

Esta política de reducción de precios debería ir acompañada de una reducción de los precios de palomitas, refrescos y otras chucherías, especialmente elementales para los niños, que asemejen sus costes a los de la calle.

Estamos seguros de que estas moderaciones supondrían un incremento espectacular en la asistencia a las salas y mantendrían abiertos locales en trámite de cierre, muchos de ellos regentados por grandes amantes del cine. La crisis, el cambio de hábitos en el consumo, la piratería y otras circunstancias nos han afectado a todos nosotros, pero en especial a los propietarios de las salas de cine. Con ellos nos toca ahora ser solidarios y debemos apoyarlos para que sus pantallas se mantengan iluminadas, como tan fervientemente desea el joven proyeccionista que nos ha remitido el siguiente texto para su publicación.

“El cine me dio la primera gran oportunidad laboral de mi vida, cuando con 16 años me hicieron encargado de la sala de cine del lugar donde veraneo. Allí es donde he crecido de verdad, allí es donde he madurado pero, sobre todo, allí he vivido momentos inolvidables. Es uno de los lugares donde más cómodo me siento y nunca dejará de ser mi casa. Si a todas las emociones que puedes vivir en una sala convencional (intimidad, placer o comodidad), le añades la grandiosa sensación que tiene uno cuando está de vacaciones, entenderás por qué digo todo esto.

La sesión comienza a las 22:30, pero desde que abrimos la puerta a eso de las 22:00 disfruto viendo a los espectadores entrar con una sonrisa, a los niños correr para coger su sitio favorito. Unos se acercan al bar, otros apuran para ir al servicio y los padres abrigan a los niños con poderosas y desmesuradas capas de ropa y mantas, mientras le quitan el papel de plata al bocadillo de la cena. Estos minutos previos a la proyección son plena y hermosamente costumbristas y me encanta saborearlos. Ya a las 22:30 entro en juego con la responsabilidad (en el sentido más poético de la palabra) más grande de todas: proyectar. En el momento en que corto el primer circuito de luz, en la sala se entremezclan los gritos y correteos de los más pequeños con el silencio y el debido respeto de los adultos a la pantalla. Cuando entro en la cabina me invade esa magia que sólo un proyeccionista conoce y al llegar el momento de pulsar el play tiene lugar la más hermosa de las simbiosis de la Tierra, que es la del hombre con esa máquina de sueños llamada proyector.

Un templo laico

Considero que los pequeños cines son tan importantes como los poderosos multisalas, puesto que, aunque estos nos pueden ofrecer mayor variedad de programación, les falta intimidad. En un cine pequeño cada pase es exclusivo, mientras que en el multisalaslos proyectores están programados para toda una semana, desapareciendo así la espontaneidad de una sesión y convirtiéndose en algo parecido a la lata de Sopa Campbell que dibujó Andy Warhol. Un cine pequeño es como un templo en el que se rinde culto a esas piezas que conocemos como películas y es allí, en esas pequeñas salas, donde se concibe el cine como arte. Con este argumento intento ser objetivo, pero tampoco quiero ser hipócrita puesto que yo en muchas ocasiones recurro a estos grandes magnates de la exhibición.

Hemos de tener en cuenta la labor que cumplen tanto los unos como los otros y hemos de darle importancia a un trabajo tan hermoso como el de proyeccionista, que ha sido mi primer oficio y que me costará tiempo deshacerme de él, porque en ese cine he crecido, he aprendido y he madurado. Prueba de que al séptimo arte se lo debo todo (Alex8ymedio)”.

Los redactores de este artículo y de los publicados en este mismo medio en semanas pasadas hemos adoptado el seudónimo de Furtivos sin ningún ánimo de ocultar nuestra personalidad, ni tampoco de dejar de asumir la responsabilidad sobre lo que escribimos. Somos un colectivo que quiere evitar personalismos. La redacción de este periódico nos conoce a todos nosotros y revelaremos en algún momento nuestra identidad.

Pretendemos con estos artículos que se conozca el sentir y la opinión sobre los problemas del cine en España contados por la gente que lo ama y vive. Terminamos los artículos con un "continuará", ya que publicaremos reflexiones que cubran los aspectos más problemáticos de nuestra industria.

Continuará…

En Italia, Francia, España, Reino Unido y Alemania se concentra el 75% de las entradas de cine que se venden en la UE. El precio medio de la más cara es de 10,62 euros. En España, el precio más caro ronda los 9 euros. En el resto de la UE, el precio medio es de 4,82 euros. Mientras persista el paro y la crisis que nos azotan desde hace unos años, y pensando en los próximos tres, el coste máximo de una entrada no debería superar los 7 euros.

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