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'Pieles': un pastiche asustaviejas con mucho estilo y poco fondo
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'Pieles': un pastiche asustaviejas con mucho estilo y poco fondo

El debut de Eduardo Casanova en la dirección de largometrajes peca de lo mismo que pretende criticar: mucha estética y poca profundidad

Foto: Fotograma de 'Pieles'.
Fotograma de 'Pieles'.

En una de las mejores escenas de la maravillosa 'Bienvenidos a la casa de muñecas' (1995), de Todd Solondz —que no puedo dejar de recomendar enfervorecidamente—, la protagonista, Dawn Wiener, una niña de 11 años no demasiado agraciada físicamente y bastante torpe en las relaciones sociales, sufre el acoso de la matona de la clase dentro de los baños del colegio. "¿Por qué me odias?", pregunta desesperada Dawn. A lo que la matona le responde con un lacónico y categórico: "Porque eres fea". El segundo largometraje de Solondz no es ni mucho menos redondo y en algunos momentos puntuales renquea, pero está lleno de pildoritas de ácida y terrible verdad. Todos los personajes son odiosos, irritantes en la hipérbole de sus imperfecciones, pero el espectador acaba prefiriendo que todos ganen y consigan sus deseos a que mueran lenta y dolorosamente, como podrían ansiar en un principio. Solondz consigue crear una extraña empatía con sus personajes y, a la vez, remueve los intestinos de la clase media americana con una crítica a la superficialidad y a la injusticia, la frustración y la ira que esta provoca.

'Pieles', el debut del actor Eduardo Casanova en la dirección de largometrajes, bebe directamente del agua de la cinta de Solondz, aunque tras la digestión se acaban convirtiendo en dos películas remotas. Y eso a pesar de un comienzo potentísimo con el desnudo de la actriz septuagenaria Mara Ballestero, que condensa en su aparición el concepto de belleza defendido por John Waters, otra clarísima referencia: "Para mí la belleza es algo que no puedas olvidar. Una cara debería impactar, no reconfortar". Pero esta primera escena, la más llena de verdad de toda la película, donde una actriz se entrega a portagayola y con generosidad a la encarnación de crítica de los cánones de belleza convencionales, engaña.

El comienzo de 'Pieles' es potentísimo, gracias al desnudo de la actriz septuagenaria Mara Ballestero

Porque 'Pieles' puede pretender criticar la frivolidad de la sociedad contemporánea, del reinado de las Bellas y las Gigis Hadid, puede querer señalar la marginación a la que se empuja a gente por cuestiones de aspecto, puede buscar reivindicar el valor de la diferencia, pero acaba siendo un ejercicio tan superficial como aquello que pretende censurar. Sus personajes son un muestrario de 'freaks' y familias disfuncionales cuyas historias se van entrelazando de manera inconsistente y que al final quedan totalmente eclipsadas por la potente —y trabajadísima— estética de la producción, que a ratos también recuerda el trabajo de Pierre et Gilles. A diferencia de 'Bienvenidos...' o de, pongamos, 'Los sexoadictos', de Waters, la ópera prima de Casanova se queda en un mero ejercicio manierista e inocuo.

placeholder Ana Polvorosa es Samantha en 'Pieles'.
Ana Polvorosa es Samantha en 'Pieles'.

Dicho esto, hay que aplaudir el impulso de Casanova de arriesgarse e innovar, de intentar transgredir, aunque el resultado es, lamentablemente, contraproducente: en 'Pieles', la forma se acaba comiendo al trasfondo y se queda con hambre. El director de 26 años cuida la colorimetría, el vestuario, la cinematografía y el arte con un mimo con el que no ha atendido al guion, al mensaje, a los personajes. Después de un comienzo epatante, llevando el estilo 'barbie' al extremo más sórdido y con una dirección de fotografía —a cargo de Nono Muñoz— que evoca un potencial anuncio de una colonia con olor a chicle de fresa, el filme se va desinflando, buscando una dirección que no acaba de encontrar.

Hay que aplaudir el impulso de Casanova de arriesgarse e innovar, de intentar transgredir

Por un lado, está Laura (Macarena Gómez), una joven prostituta sin ojos que no conoce el amor y últimamente está recibiendo muchas visitas de Itziar (Itziar Castro), la encargada obesa de una cafetería con dificultades para intimar físicamente. Por otro, Samantha (Ana Polvorosa), una chica con el aparato digestivo invertido —la boca en el ano y el ano en la boca— que vive encerrada en casa con su padre por miedo a las burlas y las agresiones que la esperan fuera de ella. Christian (Eloi Costa) quiere arrancarse las piernas, porque las sirenas tienen cola y él quiere ser una sirena, a pesar de que su madre (Carmen Machi), una mujer despechada por el abandono de un marido con tendencias sexuales oscuras, le quiere quitar la idea de la cabeza llevándolo al psiquiatra (Carolina Bang). Vanesa (Ana María Ayala) es una mujer acondroplásica que trabaja como mascota en un programa de éxito infantil del que quiere marcharse y, por último, Ernesto (Secun de la Rosa) es un hombre al que le excitan las malformaciones de Ana (Candela Peña), quien a su vez encuentra en Guille (Jon Kortajarena), que perdió el rostro en un incendio, un igual que realmente la entiende.

placeholder Carmen Machi como Claudia, madre de familia disfuncional en 'Pieles'.
Carmen Machi como Claudia, madre de familia disfuncional en 'Pieles'.

El personaje de Samantha —al que Casanova recupera del corto 'Eat My Shit'—, aunque 'a priori' es el más risible, consigue despertar la empatía del espectador en gran parte gracias a la interpretación doliente de Polvorosa que, como mérito añadido, carga todo el peso dramático en su mirada y su lenguaje corporal, los únicos recursos que quedan cuando llevas una prótesis con forma de ano que impide hablar o mover la cara —estupendo el trabajo del equipo de caracterización, por cierto—. Además, el personaje de Samantha es el que más problemas tiene para adaptarse en sociedad. Y no porque ella no lo intente, sino porque el resto del mundo no la deja. Sin embargo, la inclusión de su historia lleva a la película a un tono caricaturesco que le hace perder fuerza y ganar liviandad.

Merecería un capítulo aparte el episodio protagonizado por Carmen Machi, como siempre soberbia en su papel

Merecería un capítulo aparte el episodio protagonizado por Carmen Machi, como siempre soberbia en su papel, en esta ocasión de ama de casa 'poligonera' e histérica, con el que acaba robándole el plano a cualquiera que se interponga en su camino. Casanova —que también es el guionista— salta de una historia a otra de forma desigual, consciente de que alguna de sus propuestas acaba dejando escapar el interés del espectador.

placeholder Eloi Costa y Carmen Machi, en 'Pieles'.
Eloi Costa y Carmen Machi, en 'Pieles'.

Con una estricta colorimetría que no se desvía del rosa, el lila y el azul acero, el director refuerza la percepción de un universo cerrado, pero también de un mundo de fantasía. Y ese equilibrio ambiguo entre el plano real y el fantástico no acaba de funcionar. Además, aunque 'Pieles' tiene sentido del humor y cierta ironía, vuelve a quedarse en la superficie y la obviedad, sin dejar lugar a la sorpresa. Se echa de menos una sutileza que no anuncie las intenciones a golpe de bocina y neón; por culpa de la brocha gorda, una película que podía haber sido transgresora y subversiva termina siendo un simple 'asustaviejas'.

placeholder Cartel de 'Pieles'.
Cartel de 'Pieles'.
Foto: Fotograma de 'Pàtria', de Joan Frank Charansonnet.
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Eulàlia Iglesias

Producida por Álex de la Iglesia —muy interesado también en el mundo de los parias—, 'Pieles' participó en la sección Panorama del Festival de Berlín, un primer paso nada desdeñable para la ópera prima de un director joven. Sin embargo, al pensar en otros títulos que exploran y reflexionan sobre las mismas cuestiones que el filme de Casanova y acordarse de, por ejemplo, lo extraordinaria y espontánea que es 'Hedwig and the Angry Inch', de John Cameron Mitchell, o lo genuinamente irreverente de otros títulos del universo 'camp' como 'Pink Flamingos', es inevitable percibir en 'Pieles' una sensación de impostura y artificiosidad que desmerecen la intención loable de la película.

Foto: Fotograma de 'American Pastoral'.

En una de las mejores escenas de la maravillosa 'Bienvenidos a la casa de muñecas' (1995), de Todd Solondz —que no puedo dejar de recomendar enfervorecidamente—, la protagonista, Dawn Wiener, una niña de 11 años no demasiado agraciada físicamente y bastante torpe en las relaciones sociales, sufre el acoso de la matona de la clase dentro de los baños del colegio. "¿Por qué me odias?", pregunta desesperada Dawn. A lo que la matona le responde con un lacónico y categórico: "Porque eres fea". El segundo largometraje de Solondz no es ni mucho menos redondo y en algunos momentos puntuales renquea, pero está lleno de pildoritas de ácida y terrible verdad. Todos los personajes son odiosos, irritantes en la hipérbole de sus imperfecciones, pero el espectador acaba prefiriendo que todos ganen y consigan sus deseos a que mueran lenta y dolorosamente, como podrían ansiar en un principio. Solondz consigue crear una extraña empatía con sus personajes y, a la vez, remueve los intestinos de la clase media americana con una crítica a la superficialidad y a la injusticia, la frustración y la ira que esta provoca.

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