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'La promesa': cómo convertir el genocidio armenio en 'El diario de Bridget Jones'
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'La promesa': cómo convertir el genocidio armenio en 'El diario de Bridget Jones'

Más de un siglo después de la muerte de un millón y medio de armenios durante los últimos días del Imperio otomano, Turquía sigue sin asumir

Foto: Christian Bale y Charlotte le Bon en un fotograma de 'La promesa'
Christian Bale y Charlotte le Bon en un fotograma de 'La promesa'

Más de un siglo después de la muerte de un millón y medio de armenios durante los últimos días del Imperio otomano, Turquía sigue sin asumir la autoría de los asesinatos en masa ni por supuesto reconocerlos como genocidio; tampoco la mayoría de países -ni Estados Unidos, ni Gran Bretaña, ni España- reconocen la tragedia como tal. Financiada por Kirk Kerkorian, empresario armenio-estadounidense ya fallecido, 'La promesa' ha sido acusada de ser pura propaganda, y es cierto que culpa inconfundiblemente a Turquía de una limpieza étnica de la que se dice que inspiró el Holocausto. Sin embargo, es demasiado torpe como para funcionar a efectos propagandísticos, a menos que su intención sea disuadir a la gente de ir al cine.

La protagoniza Mikael (Oscar Isaac), un boticario armenio que, al estallar la Primera Guerra Mundial, viaja a Constantinopla para convertirse en doctor desde una región cercana a la frontera siria donde los musulmanes turcos y los cristianos armenios han vivido juntos durante siglos. El Imperio otomano está a punto de entrar en el conflicto como un aliado de Alemania y el Imperio austrohúngaro. Mikael, entretanto, no tarda en verse compitiendo con un fotoperiodista estadounidense, Chris (Christian Bale), por el amor de sobre una mujer armenia, Ana (Charlotte le Bon); y mientras los turcos empiezan a promover las migraciones forzadas, los campos de trabajo y las ejecuciones masivas, la pregunta es inevitable: ¿a cuál de sus pretendientes elegirá Ana? 'La promesa', en otras palabras, toma un escenario parecido al de 'La lista de Schindler' para contar una historia como la de 'El diario de Bridget Jones'. Decir que trivializa un momento histórico particularmente atroz es quedarse corto.

A partir de entonces Mikael será golpeado en las calles de Constantinopla por escuadrones racistas y testigo de ejecuciones de armenios; será enviado a un campo de trabajo, donde sufrirá todo tipo de privaciones y se enfrentará a diario a la muerte, y del que escapará solo después de que un payaso de circo convertido en suicida se inmole frente a los guardias de la prisión -"Yo solía hacer reír a los niños", lamenta el bufón minutos antes de morir- y la explosión lo arroje a él más allá del perímetro del campamento.

Decir que trivializa un momento histórico particularmente atroz es quedarse corto

Y después de todo eso, todo cuanto el muchacho tiene en la cabeza es Ana. Probablemente la intención que el director Terry George tenía con 'La promesa' era que el contexto histórico añadiría importancia al relato de ficción, y que el relato de ficción añadiría drama a la Historia. En lugar de eso, enfrentar algo tan nimio como un romance a una tragedia de tal magnitud solo sirve para banalizar tanto lo uno como lo otro.

En ese sentido tampoco ayuda la falta de pericia con la que George recicla escenas previamente utilizada en películas de temática parecida: el vagón de tren lleno de gente aterrorizada, las montañas de cadáveres, los esclavos explotados hasta la muerte, los militares que racionalizan sus actos; todo eso está presente en 'La promesa', pero no logra aterrorizar ni conmover a pesar la frontalidad con la que George contempla la carnicería.

En general, la película sirve solo para explotar el genocidio y sus víctimas con el fin de humanizar a un trío de personajes a los que en todo caso es difícil contemplar como personas de carne y hueso -quizá sería más fácil si no tuvieran aspecto de haberse quedado dormidos dentro de una cabina de rayos UVA-.

En la piel de Chris, Bale pasa la mayor parte de su tiempo en pantalla entrando en zonas de guerra y agitando papeles al aire mientras grita: "¡Soy americano!". En la de Ana, Le Bon hace poco más que lucir monísima mientras lloriquea o bien pone cara de asombro. Y, encarnado por Isaac, Mikael se revela como un héroe débil, insípido y cobarde, que además no tiene reparos en dejar tirada a su prometida en el pueblo para gastarse la dote en sus estudios y sus amoríos.

En última instancia, todo eso podría ser excusable si 'La promesa' al menos dijera algo sobre el genocidio, pero no se molesta en analizar la situación política de la época ni abordar las razones por las que el gobierno otomano decidió aniquilar a sus minorías. Al parecer George pensó que poner frases como "los armenios son un tumor" en boca de algún fanático turco era explicación suficiente.

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Más de un siglo después de la muerte de un millón y medio de armenios durante los últimos días del Imperio otomano, Turquía sigue sin asumir la autoría de los asesinatos en masa ni por supuesto reconocerlos como genocidio; tampoco la mayoría de países -ni Estados Unidos, ni Gran Bretaña, ni España- reconocen la tragedia como tal. Financiada por Kirk Kerkorian, empresario armenio-estadounidense ya fallecido, 'La promesa' ha sido acusada de ser pura propaganda, y es cierto que culpa inconfundiblemente a Turquía de una limpieza étnica de la que se dice que inspiró el Holocausto. Sin embargo, es demasiado torpe como para funcionar a efectos propagandísticos, a menos que su intención sea disuadir a la gente de ir al cine.

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