Es noticia
De la lucha, la muerte y el amor en tiempos del SIDA
  1. Cultura
  2. Cine
cuarta jornada del festival de cannes

De la lucha, la muerte y el amor en tiempos del SIDA

'120 battements par minute', el tercer largometraje de Robin Campillo, una reivindicación de la militancia contra el SIDA a principios de los 90, cala profundo en Cannes

Foto: Los protagonistas de '120 battements par minute' | EFE
Los protagonistas de '120 battements par minute' | EFE

La almibarada nostalgia de los ochenta y los noventa tiende a olvidar que aquellos también fueron los años del SIDA. Y que entonces todo estaba todavía por hacer. '120 battements par minute' tercer largometraje de Robin Campillo, que ha calado hondo en su presentación en el Festival de Cannes, deviene, desde la ficción, un ejercicio de memoria viva sobre el activismo del grupo Act-Up París, una de las organizaciones que luchó por la visibilización de la enfermedad y la articulación de políticas sanitarias, desde la prevención a los cuidados paliativos, que la combatieran de forma eficaz.

'120 battements par minute' arranca con una presentación de Act-Up París por parte de uno de sus militantes a los nuevos miembros del grupo en una de las reuniones semanales que dan cuerpo a la película. Campillo combina a lo largo del metraje la plasmación del activismo organizado de los integrantes de Act-Up con la experiencia cotidiana de vivir con el SIDA por parte de estos mismos protagonistas.

También guionista para otros directores, Campillo colaboró por ejemplo en 'La clase' de Laurent Cantet, y la forma de filmar los debates de grupo de los activistas recuerda la viveza, verosimilitud y realismo con que se desarrollaban las escenas en el aula en ese film ganador de la Palma de Oro en 2008. En los continuos encuentros de Act-Up no solo se reconstruyen las principales inquietudes, retos y luchas de quienes afrontaban el SIDA de forma política a principios de los noventa. También la diversidad de posturas y actitudes (diplomáticos, airados, negociadores...), las confrontaciones dialécticas (consenso versus enfrentamiento, Día del Orgullo festivo o militante...) y los perfiles variados que conformaban la organización (en la película vemos sobre todo gays jóvenes, algunas lesbianas y trans, contadas madres, ningún padre...).

También guionista para otros directores, Campillo colaboró por ejemplo en 'La clase' de Laurent Cantet

Campillo plasma estas divergencias internas, por momentos críticas y dolorosas, no como una problemática sino como una característica intrínseca de una organización militante viva y heterogénea. De hecho, dos de los principales protagonistas del film (como película activista, el protagonismo es colectivo y no de ningún héroe individual), Thibauld (Antoine Reinartz) que representa a uno de los principales portavoces de Act-Up y Sean (Nahuel Pérez Biscayart), que encarna en el film el drama humano de sufrir la enfermedad, no sienten especial simpatía uno por el otro.

En otra escena, Nathan (Arnaud Valois) recuerda la primera vez que leyó sobre el SIDA. En un periódico mencionaban el caso de una pareja gay norteamericana y lo ilustraban con dos fotos, un antes y un después que mostraba los estragos físicos de la enfermedad. "Por una vez que la prensa hablaba de los homosexuales y era para decir que íbamos a morir". Fue también a principios de los noventa que surgió el New Queer Cinema, una corriente del cine indie sobre todo estadounidense que no solo llegaba para cubrir ese hueco entre el cine mainstream heteronormativo y el cine gay más marginal.

También combatía esa nueva estigmatización de la comunidad gay a causa del SIDA

También combatía esa nueva estigmatización de la comunidad gay a causa del SIDA que en cierta manera representan films como 'Filadelfia' de Jonathan Demme: hablar de los gays, pero asociándolos solo a la enfermedad y la muerte. El tramo final de '120 battements par minute' sigue la última etapa de la enfermedad de uno de los protagonistas.

Campillo habla de la muerte, una constante en esos años del SIDA en Europa (y todavía una emergencia trágica en incontables países de todo el mundo). Sin por ello dejar de exponer la vida del mismo personaje: su forma de relacionarse y hacer el amor, su apasionado activismo, sus fricciones con otros miembros del grupo. Su muerte y su funeral se convierten también en una forma de activismo y reivindicación vital por parte de la comunidad que le ha acompañado en este último tramo de vida. A su manera, '120 battements par minute' transmite la misma sensación que escuchar a Jimmy Somerville: te entran ganas de bailar y luchar al mismo tiempo.

Desconfianza en el arte contemporáneo

Uno de los nombres de culto del cine de autor europeo más reciente, parecía lógico que el sueco Ruben Östlund se incorporara a la nómina de habituales del Festival de Cannes. El director de 'Play' y 'Fuerza Mayor' debuta en la Competición por la Palma de Oro con 'The Square', donde reincide en su afición por arrastrar a sus protagonistas masculinos lejos de sus zonas de confort para contemplar como los zarandean las circunstancias.

Aquí se centra en el director de un gran museo de arte contemporáneo de Estocolmo quien, después de darse cuenta que le han robado la cartera tras prestar ayuda a unos desconocidos por la calle, empieza a acumular una serie de continuas desdichas. Östlund quiere llevar a cabo una crítica de la desconfianza relacional en la sociedad contemporánea a través de la vacuidad y las falsas apariencias que a veces presiden la institución arte. Excesiva y sobrecargada, la película peca de la misma superficialidad y aparente sofisticación que pretende criticar, aunque también desprende destellos momentáneos de ingenio, como esa fiesta de la aristocracia cultureta perturbada por la performance de un artista que lleva al límite aquello de que el hombre es un lobo para el hombre.

La almibarada nostalgia de los ochenta y los noventa tiende a olvidar que aquellos también fueron los años del SIDA. Y que entonces todo estaba todavía por hacer. '120 battements par minute' tercer largometraje de Robin Campillo, que ha calado hondo en su presentación en el Festival de Cannes, deviene, desde la ficción, un ejercicio de memoria viva sobre el activismo del grupo Act-Up París, una de las organizaciones que luchó por la visibilización de la enfermedad y la articulación de políticas sanitarias, desde la prevención a los cuidados paliativos, que la combatieran de forma eficaz.

VIH Sida
El redactor recomienda