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'El guardián invisible', una adaptación fiel del bombazo editorial de Dolores Redondo
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'El guardián invisible', una adaptación fiel del bombazo editorial de Dolores Redondo

La traslación al cine de la primera entrega de la trilogía del Baztán reproduce tanto las virtudes como los defectos del 'bestseller' de la última premio Planeta

Foto: Imagen de 'El guardián invisible'.
Imagen de 'El guardián invisible'.

"Desde mi cielo, a despedirme llegas fino orvallo que lentamente bañas los robledos que visten las montañas de mi tierra, y los maíces de sus vegas. Compadeciendo mi secura, riegas montes y valles, los de mis entrañas, y con tu bruma el horizonte empañas de mi sino, y así en la fe me anegas". Así cantaba Unamuno al terruño, su terruño, Bilbao, cuando se disponía a dejar a sus espaldas la agreste esencia norteña empapado en cuerpo y espíritu, en su camino hacia la aridez de Castilla.

A pesar de que en 'De vuelta a casa' Unamuno dibujó el mapa de su Vizcaya, sus imágenes podrían trasplantarse al valle del Baztán, en Navarra, a la naturaleza agreste y húmeda de los alrededores de Elizondo, el singular paisaje en el que Dolores Redondo quiso hacer brotar su trilogía del Baztán y al que vuelve Fernando González Molina en la adaptación al cine del éxito editorial masivo de la última premio Planeta.

Tráiler de 'El guardián invisible'

No es el fino orvallo el que recibe a la inspectora Amaia Salazar (Marta Etura) a su regreso a Elizondo —el lugar de su infancia, donde todo ha cambiado pero todo sigue igual—, sino una pared de lluvia densa y asfixiante que nubla la vista, anega el alma y aprisiona el cuerpo. Así se siente ella. Bajo la lluvia torrencial, aquí y allí, espaciados en el tiempo, cuerpos de chicas jóvenes colocadas en posiciones rituales a orillas del Bidasoa, un reguero de ofelias 'millennials' y desnudas que como migas de pan han traído a Amaia de vuelta a su pasado. La vuelta al hogar, esa ambigua sensación, a la vez, de pertenencia y desarraigo, sobre todo cuando al terruño lo determina la particularidad de lo pequeño y lo rural. Esa suspensión del espacio-tiempo donde todo ha cambiado pero todo sigue igual.

Innegablemente heredero de 'Memories of Murder: crónica de un asesino en serie' (2003), al igual que los investigadores de la película de Bong Joon-ho, pero con menos capas y menos atinadas, este 'thriller policíaco' también retrata el choque entre el modo de vida urbanita y abierto de la protagonista y su reencuentro con una forma de organización social más anquilosada, donde todavía el prejuicio y el rumor son fuerzas constitutivas. Una película, en ese sentido, en las antípodas de 'Palmeras en la nieve', el anterior trabajo del director.

placeholder Marta Etura es Amaia Salazar.
Marta Etura es Amaia Salazar.

Ya lo fue antes la Petra Delicado de Alicia Giménez-Bartlett —y de la desafortunada adaptación a la televisión—, pero Amaia sigue representando el prototipo de carácter fuerte, independiente y cosmopolita, una mujer que se mueve en un entorno monopolizado por los hombres y que ha aprendido a hacerse sitio a base de nervio. Un contraste brutal con sus raíces, en un entorno rural donde se impone el matriarcado y donde se quedaron enterrados los cadáveres del pasado que ahora se empeñan en emerger a la superficie.

Las raíces de Amaia se hunden en un entorno rural donde se impone el matriarcado y donde se quedaron enterrados los cadáveres del pasado

González Molina ha sabido captar la esencia del Baztán y de 'El guardián invisible' a través de unos paisajes increíblemente bellos pero también increíblemente perturbadores. Un entorno inhóspito donde es difícil que Amaia vuelva a encontrar el calor familiar que se presupone a la infancia. Desde el momento en que asignan la investigación a la inspectora, el director construye un misterio en torno al pasado de su protagonista y del lugar, y traslada al espectador una sensación latente de incomodidad esotérica.

placeholder Imagen de 'El guardián invisible'.
Imagen de 'El guardián invisible'.

Primero a través de situaciones y más tarde mediante 'flashbacks', el director hace discurrir en paralelo el pasado y el presente de Amaia hasta acabar entrelazados. González Molina consigue mantener la tensión del drama familiar, al tiempo que avanza la investigación policial con la ayuda de su compañero Jonan (Nene), y transmitir la complementariedad entre la ciencia —forense— y las tradiciones mágicas propias de la mitología vasca que caracteriza la novela de Redondo.

'El guardián invisible' probablemente guste a quienes disfrutaron el libro, y a quienes no lo disfrutaron, no les gustará

'El guardián invisible' probablemente guste a quienes disfrutaron el libro, y a quienes no lo disfrutaron, no les gustará, porque como la adaptación fiel que es, la película adolece de los mismos problemas narrativos que la novela. Además, la letra suele ser mejor mentirosa que la imagen, y los fallos de coherencia y las licencias se magnifican. En el tren de pensamiento deductivo de Amaia —por mucho 'basajaun' y arcano mágico que haya— hay demasiado comodín que supone una salida de emergencia demasiado recurrente. Sin hablar del desenlace final, en el que no está bien resuelta la duda de quién no participó en qué, quién sí y hasta qué punto. Además de que el clímax final, en el que se revelan los motivos de los asesinatos, está poco explotado, tanto a nivel psicológico como cinematográfico, y se queda en el cliché.

placeholder 'El guardián invisible'.
'El guardián invisible'.

También deslucen la película unas interpretaciones robóticas, probablemente arrastradas por los diálogos, que caminan en dirección contraria a la apuesta sensitiva, cuidada y sugerente de la puesta en escena. Los únicos momentos en que al director se le escapa el tono apropiado —y se le escapa mucho— son el retrato de la madre de Amaia, que derrapa y se pasa de frenada incluso si la intención era caricaturizar, y el de su hermana Flora (Elvira Mínguez), perfilada demasiado negativamente como para resultar ambigua y misteriosa. Y sobre todo la primera decisión acaba por ser risible, al contrastar tantísimo con la contención de la que hace gala el resto de la cinta.

placeholder Cartel de 'El guardián invisible'.
Cartel de 'El guardián invisible'.

Es obvio que 'El guardián invisible' no está a la altura de la película de Bong Joon-ho, obra maestra del cine policíaco, que además de entretenidísima es una exploración quirúrgica hacia la podredumbre del ser humano. La película española no puede sino quedarse en la superficie. También es obvio que la materia prima con la que han trabajado las dos películas no es la misma. Y también es cierto que ambas películas se manejan en diferentes estamentos cinematográficos. Puede gustar más o menos, pero 'El guardián invisible' sabe en qué liga juega, y con la fidelidad al texto original abraza su naturaleza como producto de entretenimiento, pero pierde posibilidades narrativas más profundas y de mayor calidad. A una mala, siempre nos quedará 'Memories of Murder'.

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"Desde mi cielo, a despedirme llegas fino orvallo que lentamente bañas los robledos que visten las montañas de mi tierra, y los maíces de sus vegas. Compadeciendo mi secura, riegas montes y valles, los de mis entrañas, y con tu bruma el horizonte empañas de mi sino, y así en la fe me anegas". Así cantaba Unamuno al terruño, su terruño, Bilbao, cuando se disponía a dejar a sus espaldas la agreste esencia norteña empapado en cuerpo y espíritu, en su camino hacia la aridez de Castilla.

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