'El infiltrado', una gigantesca operación antidroga en las altas esferas

Pese a que inspirarse en un caso histórico de por sí debería garantizarle un mínimo de distinción, 'el infiltrado' aun así se las apaña para ser como un muestrario de piezas sobrantes de títulos como 'Donnie Brasco' o 'Corrupción en Miami' —tanto la versión televisiva como la cinematográfica— o, cómo no, el cine de gánsteres de Scorsese. Y sin duda eso se debe a que, mientras el director Brad Furman recrea una de las mayores operaciones antidroga de la historia de EEUU, cada idea que podría darle envergadura temática al relato es contemplada de soslayo e inmediatamente descartada. 'Infiltrado' es otra de esas películas basadas en una historia real que se conforman con funcionar como versiones en vídeo de una entrada de la Wikipedia.

Tomando como punto de partida el libro de memorias de Robert Mazur, el investigador de la Agencia de Aduanas estadounidense que lideró la operación, la película se centra menos en malas calles y tiroteos entre sicarios que en el dinero procesado en las lavanderías de las altas esferas. No es un ángulo habitual en el cine criminal, y 'El infiltrado' demuestra por qué.

La película se centra menos en malas calles y tiroteos entre sicarios que en el dinero procesado en las lavanderías de las altas esferas

Estamos a mediados de los ochenta. El cártel de Medellín entra en Estados Unidos unas 15 toneladas de polvo blanco cada día. Mazur comprende que, para poner freno al tráfico, en lugar de ir detrás de la droga misma hay que seguir el rastro del dinero que la venta genera —unos dos trillones de dólares al año—, a través de paraísos fiscales y entidades bancarias hasta llegar a los peces gordos. Para ello, Mazur asume la identidad de un empresario sin escrúpulos conectado con la mafia y, de forma insólitamente sencilla, empieza a lavar dinero para el cártel.

Como dicta el cliché, cuanto más se implica en ese submundo, más peligros afronta. A al menos eso es lo que sucedería si Furman fuera capaz de generar cierta tensión.

Considerando que es la historia de un hombre al que el más mínimo error podría haber abocado a la más cruel de las muertes, resulta frustrante que 'El infiltrado' en ningún momento trate de transmitir un nivel similar de riesgo. Durante la mayor parte del metraje, está más interesada en el lujo que rodea a Mazur —las piscinas, el champán, los coches— que en su seguridad o en las minucias del trabajo de incógnito o en los dilemas morales que supone ganarse la confianza de otros y luego traicionarla, o en el coste personal que vivir una doble vida acarrea.

El grueso de la narración es la investigación misma, y es tan grueso que en él no cabe nada más que detalles puramente argumentales

Del mismo modo, Furman poco tiene que decir sobre asuntos como la implicación de bancos y gobiernos en las finanzas ilegales, o la demencia de la guerra contra las drogas o la brutalidad asociada al transporte de narcóticos entre fronteras. Algunos de esos asuntos se asoman por la pantalla, sí, pero sin aportar sustancia alguna. El grueso de la narración es la investigación misma, y es tan grueso que en él no cabe nada más que detalles puramente argumentales.

Quizás es por eso que la intriga se resuelve de forma tan simple y rutinaria. Mazur y los suyos completan su operación y docenas de mangantes son detenidos, y da exactamente lo mismo. Cuando el típico montaje final nos informa de la suerte que esos tipos corrieron, comprendemos que en realidad ni sabemos quiénes son ni qué hacían exactamente, y que no nos importa.

Si algo mejor parado sale Mazur, es esencialmente gracias al solvente trabajo actoral de Bryan Cranston en la piel de un hombre obligado a hacer equilibrios entre dos identidades que pertenecen a mundos opuestos. Una de ellas lo empuja a cuidar y velar por la seguridad de su esposa y sus hijos; la otra lo rodea de mafiosos y clubes de 'strippers'. En todo momento, el fantasma de Walter White planea sobre el personaje, en tanto que, como el antihéroe de 'Breaking Bad', Mazur es un simple hombre de familia que se sumerge en un territorio cuyas trampas no está preparado para sortear. En todo caso, dos horas cualesquiera de la mítica teleserie son mejor escaparate del talento de Cranston que esta película y, de hecho, que cualquiera de las películas que ha hecho desde que dijo adiós a White.

Pese a todo, 'El infiltrado' alcanza a ser una película medianamente efectiva, especialmente cuando se centra en los detalles del funcionamiento de las redes y el negocio del blanqueo. No es una mala película, solo una carente por completo de inspiración, y tan rematadamente blanda como su título da a entender.

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