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'El profesor de violín': la música vence a las armas
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'El profesor de violín': la música vence a las armas

El cineasta brasileño Sérgio Machado lleva a la pantalla la historia de Silvio Baccarelli, el maestro de orquesta que acercó la música a la favela más grande de São Paulo

Foto: Fotograma de 'El profesor de violín'.
Fotograma de 'El profesor de violín'.

En 1967, fue el profesor Mark Thakeray (Sidney Poitier) de 'Rebelión en las aulas'; en 1995, la LouAnne Johnson (Michelle Pfeiffer) de 'Mentes peligrosas'; en 2004, el Clément Mathieu (Gérard Jugnot) de 'Los chicos del coro'; en 2008, el François Marin (François Bégaudeau) de 'La clase'. Diferentes épocas, distintos países, y diversos contextos que muestran una trama común protagonizada por un profesor abnegado frente al reto de llevar esperanza a un grupo de alumnos conflictivos que lo tienen todo en contra para escapar de un destino de exclusión, precariedad y violencia. Ya sea en la campiña francesa tras la Segunda Guerra Mundial o en un instituto conflictivo de East Palo Alto en los años noventa, persiste la reflexión sobre lo abrupto y sacrificado del camino del docente, sobre todo cuando se enfrenta a un público hostil.

Tráiler de 'El profesor de violín'

El cineasta brasileño Sérgio Machado ('Cidade Baixa', 2005) retoma la figura del docente que llega a una comunidad conflictiva para ofrecer esperanzas y nuevas opciones de futuro a un grupo de adolescentes descreídos y escépticos, cuyas vidas rodeadas de miseria, violencia e injusticia les han hecho perder la ilusión. En 'El profesor de violín', Machado recurre a la historia real del maestro Silvio Baccarelli, un músico de orquesta que comienza a impartir clases de música en una de las favelas más extensas de o Paulo, la persona real en la que se basa el personaje de Laerte (Lázaro Ramos), protagonista central de la película.

Machado recurre a la historia real del maestro Silvio Baccarelli, un músico que impartió clases de música en una de las favelas más extensas de São Paulo

Laerte es un violinista que se prepara para formar parte de la Orquesta Sinfónica del Estado de São Paulo, una de las más importantes de América del Sur; el sueño de su vida desde que de pequeño comenzase a tocar el violín, y el sueño de su familia, que supo ver su talento y alentarlo como opción para conseguir una vida mejor. Sin embargo, cuando su maestría a las cuatro cuerdas sucumbe a la presión y no consigue pasar las pruebas de acceso, Laerte tendrá que replantearse la vida y conseguir un trabajo que le permita subsistir: profesor de música en una de las favelas más conflictivas de la ciudad más poblada de Brasil.

La pluma contra la espada

Nada más llegar, el violinista se encontrará con que la música no tiene siquiera espacio propio -literalmente- en la formación de sus alumnos, que tienen que ensayar en una pista de baloncesto descubierta, gastada y herrumbrosa. También se dará de bruces con un clima de violencia y desafección de una juventud resignada a perpetuar los únicos esquemas sociales que ha conocido, donde el pensamiento artístico no tiene lugar, puesto que la mente se ocupa de la supervivencia más básica del día a día. Una comunidad en la que una tutoría de clase puede acabar a punta de pistola.

Machado traslada el esquema profesor entregado frente a comunidad en -riesgo de- exclusión social a la idiosincrasia de las favelas brasileñas, barrios ilegales construidos a base de infravivienda que pueden llegar a tener cientos de miles de habitantes, como es el caso de Villa Heliópolis, donde se desarrolla 'El profesor de violín'. Comunidades en que la policía solo entra armada y donde la discriminación racial hace de los jóvenes negros presas fáciles, tanto para las autoridades como para las bandas.

El filme plantea la música clásica -al igual que podrían serlo la literatura, la pintura o la escultura- como una vía de escape para estos jóvenes

Sin embargo, el filme plantea la música clásica -al igual que podrían serlo la literatura, la pintura o la escultura- como una vía de escape para estos jóvenes que se puede convertir, incluso, en una pieza clave en sus vidas que ayude a cambiar su destino. Saber captar la atención y el interés de sus alumnos, la importancia de la motivación, de la perseverancia frente a los obstáculos, serán las nuevas destrezas adquiridas por el profesor, que asimismo experimentará un proceso de aprendizaje que también repercutirá en su futuro. Una experiencia de crecimiento personal bidireccional y enriquecedora para todos.

Machado, además, contrasta la vida de Laertes con la de sus alumnos, que empiezan a verle como alguien que fue como ellos y que ha conseguido romper las cadenas y labrarse un futuro fuera de las estrecheces económicas y mentales de unos orígenes igualmente desfavorecedores. El profesor conseguirá calar en algunos estudiantes -no todos-, en un canto a la esperanza, la idea de que una sola persona puede provocar un cambio positivo, por pequeño que sea, primero en un individuo, quizás en una comunidad, e incluso en un país, y que entonces el sacrificio habrá merecido la pena.

Una mirada distante

placeholder Cartel de 'El profesor de violín'.
Cartel de 'El profesor de violín'.

Con una estética realista -pero excesivamente cuidada- y un reparto compuesto principalmente por actores no profesionales, Machado consigue sumergir al espectador en un relato social bien construido pero demasiado distante, al que le falta calidez para llegar a emocionar. La mirada se siente ajena a la realidad que retrata, a pesar de la más que solvente interpretación de los actores. Una puesta en escena demasiado limpia y trabajada en los movimientos, los encuadres, los colores, que obstaculiza la inmersión total en el ambiente de las comunidades paulistas más precarias.

Con 'El profesor de violín', Machado loa a esos héroes anónimos que con humildad y tesón consiguen infundir ilusión en condiciones adversas, una reflexión sobre el poder del individuo que apela a cada uno de los espectadores, cuando la sensación general es de que nada puede cambiarse, de desencanto frente a una existencia marcada por las circunstancias. Una película, a pesar de su tibieza, con buenas intenciones, que al menos propone una ventana abierta cuando casi todas las puertas parecen cerradas.

Foto: Fotograma de 'Cazafantasmas'.
Foto: Fotograma de 'El caso Fischer'.

En 1967, fue el profesor Mark Thakeray (Sidney Poitier) de 'Rebelión en las aulas'; en 1995, la LouAnne Johnson (Michelle Pfeiffer) de 'Mentes peligrosas'; en 2004, el Clément Mathieu (Gérard Jugnot) de 'Los chicos del coro'; en 2008, el François Marin (François Bégaudeau) de 'La clase'. Diferentes épocas, distintos países, y diversos contextos que muestran una trama común protagonizada por un profesor abnegado frente al reto de llevar esperanza a un grupo de alumnos conflictivos que lo tienen todo en contra para escapar de un destino de exclusión, precariedad y violencia. Ya sea en la campiña francesa tras la Segunda Guerra Mundial o en un instituto conflictivo de East Palo Alto en los años noventa, persiste la reflexión sobre lo abrupto y sacrificado del camino del docente, sobre todo cuando se enfrenta a un público hostil.

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