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'Regreso a casa': la comedia involuntaria de un director cobarde
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'Regreso a casa': la comedia involuntaria de un director cobarde

Zhang Yimou construye un melodrama imperfecto en torno a la represión de la Revolución Cultural de Mao Zedong en un filme protagonizado de nuevo por su musa Gong Li

Foto: Fotograma de 'Regreso a casa'
Fotograma de 'Regreso a casa'

Con el paso del tiempo, el director Zhang Yimou ha sido objeto de un proceso de reconsideración por lo que respecta a su posición tanto dentro de la industria cinematográfica china como en la escena internacional de cine de autor. Durante los años 80 y 90 Zhang se ganó sus galones rodando una serie de melodramas femeninos que, aunque en apariencia apolíticos, eran inconfundiblemente críticos con una sociedad china históricamente atrapada bajo un yugo tradicionalista y autoritario. Los censores del régimen comunista incluso llegaron a prohibirle hacer cine durante dos años tras el estreno de 'Vivir' (1994). La actriz Gong Li fue su musa durante una época -protagonizó sus siete primeras películas- al final de la que, él sabrá por qué, se reinventó como director de epopeyas de acción que miraban al pasado remoto de su país de forma romántica y hasta celebratoria. El proceso de transformación culminó en 2008 cuando el director diseñó las monumentales ceremonias de apertura y clausura de los Juegos Olímpicos de Pekín.

Zhang y Gong se reunieron puntualmente en 2006 en la fastuosa 'La maldición de la flor dorada', pero es con su última colaboración hasta la fecha, 'Regreso a casa', que parecen tratar de revivir el que para ambos fue sin duda el momento de mayor esplendor artístico.

Tráiler de 'Regreso a casa'

La película arranca situada durante la Revolución Cultural de Mao Zedong, iniciada en 1966 con el fin de borrarle a la sociedad comunista china todo rastro de influencia cultural occidental y reemplazarla por ideología maoísta. Durante una década, cualquier signo de disidencia -ya viniera de activistas políticos, o de educadores, o de intelectuales en general- fue reprimido con penas de prisión, largas estancias en campos de trabajo, torturas y muerte. Los vecinos se convirtieron en delatores los unos de los otros. El desarrollo del país quedó completamente paralizado.

Entre aquellos disidentes encarcelados se encuentra el protagonista de 'Regreso a casa', Lu, un antiguo profesor de universidad. Al principio de la película, lo vemos recién escapado del campo de reeducación al que fue enviado años atrás y tratando de reunirse con su esposa, Feng (Gong), y su hija adolescente, a la que no ha visto desde que ella tenía 3 años. Ambas mujeres han sido conminadas a permanecer leales a la Revolución e informar al régimen tan pronto como Lu dé señales de vida. La joven, que es una ambiciosa bailarina y aspira al papel protagonista en una producción del ballet estatal, no duda en vender de inmediato a su padre. Cuando el hombre es atrapado en la estación de tren, mientras trata desesperadamente de evitar su captura, Feng se golpea la cabeza.

El resto de la película es el retrato de un hombre que intenta repetida y desesperadamente que su mujer vuelva a acordarse de él

Durante ese segmento inicial, la película ofrece una energía narrativa y una intensidad dramática que, lamentablemente, se disipan por completo en cuanto la acción salta tres años adelante en el tiempo. Lu es puesto en libertad y, al volver a casa, comprueba que su esposa sufre amnesia selectiva a causa de aquella herida y es incapaz de reconocerle. El resto de la película es el retrato de un hombre que intenta repetida y desesperadamente que su mujer vuelva a acordarse de él.

Comedia involuntaria

De entrada, el truco de la amnesia selectiva es increíblemente tosco, más propio de un episodio de 'Hannah Montana', pero en todo caso habría funcionado de haberse Zhang tomado en serio su potencial a modo de metáfora -no especialmente sutil, es cierto- sobre un país reacio a confrontar sus propias vergüenzas históricas. Sin embargo, Zhang no tarda en descartar esa opción dramática para dedicarse más bien a ofrecer el tipo de melodrama folletinesco que tantas horas de parrilla le llena al canal Nova. Es decir: emociones floridas, desbocadas, tan sutiles como un zapatazo en la entrepierna. Una irritante melodía de piano que insiste en recordarnos qué tristes deberíamos sentirnos. Comedia involuntaria.

placeholder Cartel de 'Regreso a casa'
Cartel de 'Regreso a casa'

Como resultado, del mismo modo que la experimentación cromática que solía caracterizar la obra de Zhang es sustituida por una mortecina decoloración grisácea -que, es cierto, sintoniza con la sombría temática-, también los personajes mismos acaban siendo arrebatados de todo color. Y, peor aún, en ningún momento trata Zhang de dotarlos de especificidad política alguna. Dicho de otro modo, se contenta con nadar y guardar la ropa: por un lado aprovecha el potencial lacrimógeno que las circunstancias derivadas de la Revolución de Mao le proporcionan; por otro, rehúye toda postura crítica frente a aquel periodo y en cambio lo trata casi como un acto de Dios ante el que no cabe reflexión alguna, como una peste o una hambruna. Algunos lo llaman cobardía.

Foto: Fotograma de 'Escuadrón suicida'
Foto: Fotograma de 'El verano de May'

Con el paso del tiempo, el director Zhang Yimou ha sido objeto de un proceso de reconsideración por lo que respecta a su posición tanto dentro de la industria cinematográfica china como en la escena internacional de cine de autor. Durante los años 80 y 90 Zhang se ganó sus galones rodando una serie de melodramas femeninos que, aunque en apariencia apolíticos, eran inconfundiblemente críticos con una sociedad china históricamente atrapada bajo un yugo tradicionalista y autoritario. Los censores del régimen comunista incluso llegaron a prohibirle hacer cine durante dos años tras el estreno de 'Vivir' (1994). La actriz Gong Li fue su musa durante una época -protagonizó sus siete primeras películas- al final de la que, él sabrá por qué, se reinventó como director de epopeyas de acción que miraban al pasado remoto de su país de forma romántica y hasta celebratoria. El proceso de transformación culminó en 2008 cuando el director diseñó las monumentales ceremonias de apertura y clausura de los Juegos Olímpicos de Pekín.

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