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'Malas madres'... y peor película
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ESTRENOS DE CINE

'Malas madres'... y peor película

Mila Kunis, Kristen Bell y Kathryn Hahn protagonizan esta comedia de humor 100% yanqui -con factura estilo 'Resacón'- que intenta reivindicar el papel de las mujeres como madres

Foto: Fotograma de 'Malas madres'
Fotograma de 'Malas madres'

Probablemente, 'Malas madres' tuvo en sus inicios una intención loable. Mandar un mensaje todavía necesario en pleno siglo XXI: la reivindicación del papel de la mujer como madre , por un lado, y señalar, por otro, a una sociedad de lengua afilada presta a criticar a las madres que dan pecho, a las que no lo dan, a las que trabajan cuando sus bebés aún son pequeños, a las que se quedan en casa, a las que dicen mucho "sí" a sus hijos y a las que les dicen mucho "no".

Sin olvidar la locura de horarios, los malabares para conciliar familia y trabajo y la dificultad de equilibrar el rol de madre octópoda, omnipresente y dadivosa con el de individuo autónomo, unipersonal, falible y, a veces, como todo hijo de vecino, egoísta. Y, sobre todo, el poco agradecimiento que muchas veces reciben en su día a día. Sin embargo, 'Malas madres' es uno de esos casos en los que el fondo encomiable de una película queda tan enterrado bajo tantas capas de frivolidad, de clichés, de obviedades y de ruido en general, que esas buenas intenciones casi desaparecen.

Tráiler de 'Malas madres'

Jon Lucas y Scott Moore -co-guionistas de la saga 'Resacón'- dirigen su segunda comedia tras 'Noche de marcha' (2013), reutilizando la fórmula del humor 100% yanqui, una puesta en escena de sobreestimulación sensorial -salvo la del músculo zigomático- y una literatura de trazo más bien grueso. Un 'Chicas malas' (2004) trasladado a la sala de reuniones del AMPA, pero sin el ingenio y la acidez de Tina Fey.

Mujer, blanca, madre busca

Ya en el siglo V a.C. Aristófanes se había dado cuenta de que la magia de la comedia subyace en el contraste, y esto Scott y Moore lo tienen bien aprendido. Entre las tres protagonistas tenemos representados tres clichés del espectro social de la madre estadounidense blanca de suburbios: la madre soltera, alcohólica, pasota, promiscua y malhablada que es Carla (Kathryn Hahn); la madre sexy, trabajadora, moderna y perfeccionista que es Amy (Mila Kunis), y la sumisa que vive aparentemente feliz restringida exclusivamente al papel de madre y esposa, de cabeza espesa, nulas aspiraciones y vida social inexistente (Kristen Bell).

Amy trabaja a tiempo parcial en una empresa de publicidad repleta de 'hipsters' de menos de treinta años que lloran la muerte de Jon Snow como si de su último abuelo se tratara. Es madre desde los 20 años, cuando su matrimonio no hacía aguas, y no recuerda la última vez que su jornada no ha transcurrido entre viajes para llevar/traer a dos sus hijos preadolescentes del colegio/las actividades extraescolares, o cuándo tuvo un rato para leer en vez de hacer las manualidades de la clase de Plástica. Siempre llega tarde, nunca tiene tiempo y nadie le agradece la abnegación.

Amy se enfrenta al reinado del terror de las madres perfectas de infinitas reuniones escolares y bollería casera sin gluten, sin sal, sin azúcar y sin harina

Como antagonistas -de nuevo al igual que en 'Chicas malas'-, Amy se topa con la rubia pija multimillonaria cabecilla de un grupo de abusonas (Christina Applegate), presidenta del AMPA y la mano -de hierro- que mece la cuna del entramado educativo local; la secuaz implacable, fría y calculadora (Jada Pinkett-Smith) y, de nuevo, la "lentita" del grupo (Annie Mumolo), que en su inocente estulticia se deja arrastrar por la mamá pato en su implacable reinado del terror de las madres perfectas, de infinitas reuniones escolares y de bollería casera sin gluten, sin sal, sin azúcar, sin harina y sin nada.

También, como personaje aislado aparece el viudo sexy con el que todas las madres del colegio fantasean por las noches. Porque, para la película, la única forma en la que un padre podría ir a buscar a sus hijos al colegio es si su mujer hubiese muerto.

Y sí, aunque el contraste está ahí, la comedia no funciona. No funciona quizás porque se encomienda excesivamente en los trucos fáciles de montaje, cámara lenta y un pepinazo musical de radiofórmula tras otro, rodado al estilo videoclip, para desviar la atención de un guión pueril que provoca una sensación de 'déjà vu' constante y que confía en los chistes verdes y en el gag de golpe y porrazo para arrancar alguna que otra carcajada. Pretendiendo ser gamberra, acaba en pólvora mojada.

Para la película, la única forma en la que un padre podría ir a buscar a sus hijos al colegio es si su mujer hubiese muerto

Además, a la hora de plantear su 'leitmotiv', Lucas y Moore se limitan a verbalizar sus ideas directamente en boca de sus personajes, una y otra vez, en vez de plantearlos sutilmente a través de la trama o las situaciones. No sea que el espectador se pierda.

placeholder Cartel de 'Malas madres'
Cartel de 'Malas madres'

Por todo eso, 'Malas madres' se revela una 'teen movie' fuera de contexto que avanza a golpe de situaciones facilonas -chupito tras chupito, fiesta tras fiesta- sin la gracia del 'peterpanismo' que tan bien maneja Judd Apatow, y que se resuelve de forma forzada y poco verosímil en las últimas páginas de guión. Un 'Deus ex machina' en toda regla para encajar un final al estilo Hollywood.

Quizá, lo mejor de la película venga de la mano de los créditos finales, cuando las protagonistas conversan con sus respectivas madres frente a la cámara , como en una entrevista documental, desvelando una intimidad tierna y conmovedora. Un buen regusto final que, sin embargo, no consigue hacer olvidar el intento frustrado de una comedia que partía de una buena premisa. Al fin y al cabo, los guionistas de éxito -en el papel de directores en este caso- también pueden ser, como las madres, falibles.

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Eulàlia Iglesias

Probablemente, 'Malas madres' tuvo en sus inicios una intención loable. Mandar un mensaje todavía necesario en pleno siglo XXI: la reivindicación del papel de la mujer como madre , por un lado, y señalar, por otro, a una sociedad de lengua afilada presta a criticar a las madres que dan pecho, a las que no lo dan, a las que trabajan cuando sus bebés aún son pequeños, a las que se quedan en casa, a las que dicen mucho "sí" a sus hijos y a las que les dicen mucho "no".

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