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'Independence Day II', una película risible y algo mucho peor: también tediosa
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'Independence Day II', una película risible y algo mucho peor: también tediosa

El alemán Roland Emmerich retoma 20 años después su trama de invasiones alienígenas, sin Will Smith y con Liam Hermsworth como sustituto del protagonista

Foto: Fotograma de 'Independence Day: contraataque'.
Fotograma de 'Independence Day: contraataque'.

Mucha gente sostiene que 'Independence Day' (1996) es una buena película. No lo es. Es divertida, pero no buena: una tosca fusión de estereotipos del cine de catástrofes y batallas espaciales de saldo que solo pasó la ITV porque el cine llevaba demasiado tiempo esperando noticias del espacio exterior. Cierto que a menudo se considera que con ella el director Roland Emmerich inventó el 'blockbuster' veraniego moderno, pero por otra parte eso sería más o menos como decir que inventó las inyecciones de gas letal, de no ser porque para hacer esto último hace falta más intelecto.

Tráiler de 'Independence Day: contraataque', de Roland Emmerich

Es inevitable sentir nostalgia por los viejos, mejores tiempos; al menos la primera película tenía planteamiento, nudo y desenlace

También poseía dos imágenes icónicas, que es lo mismo que decir que tenía dos imágenes icónicas más que esta secuela: por un lado, un platillo volante destruyendo la Casa Blanca de un rayo -la destrucción de monumentos se convirtió desde entonces en un 'hype' del cine de acción-; por otro, a Will Smith, justo en el instante en el que alcanzaba el estrellato, partiéndole la cara a un alienígena. Esta vez no hay rastro del príncipe de Bel Air, porque a estas alturas es demasiado caro y porque quizá prefirió ocupar su agenda rodando 'Escuadrón suicida' -que en su tráiler de dos minutos ofrece más entretenimiento que 'IDC' en dos horas-, y vaya si se le echa de menos.

En su lugar, Emmerich ha reunido a algunos de los otros actores de la película original -Jeff Goldblum, Bill Pullman, Judd Hirsch- para usarlos poco menos que de floreros, y dedica el grueso del metraje de la película a un nuevo plantel de jóvenes personajes cuyos conflictos y relaciones son mano de santo contra el insomnio. Al frente de ellos está Liam Hemsworth -si los Hemsworth fueran refrescos de cola, él sería la Pepsi- en la piel de un piloto espacial que ha visto 'Top Gun' (1986) demasiadas veces. Contemplar al hermano de Thor intentar cargar con todo un 'blockbuster' sobre sus espaldas es como contemplar a un bombero apagar un incendio con un botellín de Bezoya.

Chatarra espacial de 120 minutos

Al principio de 'IDC' vemos al presidente Whitmore (Pullman) teniendo un mal sueño, quizá porque acaba de ver 'IDC'. En cuanto su pesadilla acaba, empieza la nuestra, una que dura 120 minutos que parecen 425. La premisa es la siguiente: los 'aliens' de la primera película regresan. Ya está. Hay atracciones de Port Aventura con más complejidad argumental. Para disimular tanta simpleza, eso sí, Emmerich hace orbitar sobre esa premisa un montón de personajes y subtramas y demás chatarra especial, nada de lo cual importa lo más mínimo cuando empieza la invasión.

En otras palabras, la segunda película es como la primera, pero más grande. La nave de los extraterrestres es más grande. Tan grande que cubre una octava parte del planeta. Tan enorme que posee su propio campo de gravedad, de manera que absorbe ciudades como Pekín y Kuala Lumpur y Dubái enteritas, en cuanto las sobrevuela; y luego las lanza al pasar sobre Londres, que queda convenientemente aplastada -toma Brexit-. Es decir, la idea de esta película de un ataque alienígena es una gigantesca pala hidráulica que te arranca las tomateras del jardín y las lanza al del vecino. Dada esa capacidad gravitacional, el plan más eficaz por parte de los 'aliens' sería limitarse a recorrer todo el espacio aéreo planetario e ir succionándonos ciudad a ciudad, pero 'IDC' es una película que otorga niveles similares de estupidez tanto a los invasores como a los defensores.

Es una película que otorga niveles similares de estupidez tanto a los invasores como a los defensores

En efecto, nadie en la película es particularmente listo. Por un lado, está David Levinson (Goldblum), que ha pasado dos décadas tratando de encontrar una misteriosa señal emitida desde la Tierra hacia el espacio exactamente desde hace 20 años. Quizá podría haber probado suerte echándole un ojo a la única nave que permaneció en la Tierra tras la guerra -'spoiler': habría acertado-, pero no lo consideró oportuno. Por otro está, una científica llamada Catherine Marceaux, que ha estado estudiando símbolos extraterrestres desde 1996 y a la que encarna Charlotte Gainsbourg -que la encarnara Karim Benzema no resultaría más extraño-, y que en un momento de la película se ve obligada a preguntar qué es la gravedad.

Emmerich, desganado

Por supuesto, que 'IDC' sea ridícula no es el problema; su predecesora también lo era. El problema es que es tediosa, por muchos motivos. En primer lugar, no tiene una sola idea original: el objetivo de los invasores es usar los recursos naturales de la Tierra -su núcleo fundido, en concreto- como combustible, y su ejército, cómo no, está organizado a modo de enjambre: basta con matar a su reina para destruirlos. En segundo lugar, es extremadamente trabajoso entender qué pasa en cada momento. No es solo que a menudo no quede claro dónde suceden las escenas o cómo funciona la geografía de la película, es que Emmerich parece incapaz de situar de forma competente a más de tres personas en la misma habitación. Por último, 'IDC' es una película tan fea, sus efectos visuales tan vulgares, que invita a mirar hacia otro lado -hacia la puerta de salida, por ejemplo- incluso antes de que por boca de los personajes salgan frases de diálogo como "No estoy salvando el mundo, te estoy salvando a ti".

Tras dirigir 'Independence Day' hace 20 años, Emmerich afianzó su reputación como hábil orquestador de aniquilaciones planetarias gracias a películas como 'Godzilla' (1998), 'El día de mañana' (2004) y '2012' (2009). El alemán, pues, ha destruido el mundo muchas veces, tantas que probablemente ya no es consciente de lo demencial que resultaría ser testigo presencial del apocalipsis. Sí, en 'IDC' vemos rascacielos que sucumben, y olas gigantes que engullen, y explosiones, y gente que corre como si su ropa interior estuviera en llamas, pero nunca antes en la historia del cine la destrucción global había resultado tan rutinaria. Emmerich muestra tanta indiferencia por la suerte de sus personajes, tanta desgana a la hora de generar drama, que cuando Hemsworth aparece en escena para mearse en la nave enemiga mientras les hace la peineta a los alienígenas, es como si Emmerich nos lo estuviera haciendo a nosotros. Por favor, que alguien le impida rodar la tercera entrega.

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