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'Todos queremos algo': retorno a la Arcadia de la juventud
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'Todos queremos algo': retorno a la Arcadia de la juventud

Richard Linklater atrapa la fugaz felicidad de la incierta gloria juvenil en esta comedia universitaria de aroma postsetentero     

Foto: Fotograma de 'Todos queremos algo'.
Fotograma de 'Todos queremos algo'.

En el momento de su estreno, 'Movida del 76' ('Dazed and Confused', 1993) resultó un relativo fracaso. Pero, con el tiempo, el tercer largometraje de Richard Linklater se ha convertido en un jalón de la comedia juvenil norteamericana. En plena resaca del reinado de John Hughes, el director de 'Antes del amanecer' subvirtió la mayoría de códigos de las películas de instituto en una radiografía de los ritos de iniciación y comportamiento de los adolescentes de Austin en la década de los setenta. Como en la anterior y más radical,'Slacker',

Tráiler de 'Todos queremos algo'

Linklater desplegaba una película deprotagonismo colectivo, sin apenas núcleo dramático y en la que los personajes se definían a través de sus tiempos de ocio o inacción. En una escena del filme, un grupo de amigos imagina su vida universitaria como un futuro cercano en que sus anhelos juveniles (básicamente follar) se verán por fin cumplidos. 'Todos queremos algo' es en cierta manera la respuesta a esa proyección, una "secuela espiritual", como muy atinadamente la ha calificado el propio director, de 'Movida del 76'.

48 horas en 1980

Si el primer filme se situaba en el último día de instituto, este nos transporta, de la mano de Jake, un jugador de béisbol a punto de instalarse en el campus junto a sus futuros compañeros del equipo, al fin de semana previo al inicio del curso universitario de 1980. La película se concentra en las 48 horas antes de que se inauguren las clases, momento en que Jake y sus colegas aprovechan para conocerse, situarse como individuos en su grupo, ir de fiesta, beber, ligar y en definitiva disfrutar de un tiempo de ocio privilegiado que no tardará en desvanecerse.

Jake y sus colegas aprovechan para disfrutar de un tiempo de ocio privilegiado que no tardará en desvanecerse

Y si 'Todos queremos algo' se extiende un poco más en el tiempo de la acción que 'Movida del 76', que se desarrollaba a lo largo de una única jornada, por otro lado acota en mayor medida su contexto antropológico. Lejos del protagonismo heterogéneo de la película de los noventa, en que los jugadores de fútbol americano convivían con los empollones, los veteranos con los novatos, el líder carismático se enamoraba de la chica lista y las mujeres no quedaban reducidas a meros objetos del deseo, 'Todos queremos algo' se centra en un grupo más monolítico de chicos deportistas.

En la universidad estadounidense, el béisbol marca una jerarquía social propia. Los estudiantes, becados por su práctica deportiva, viven en casas y no en las más hacinadas residencias estudiantiles, gozan de toda una serie de privilegios y se identifican por su rol en el juego. Linklater resigue a través suyo las prácticas del ocio universitario masculino: los paseos en coche para inspeccionar a las chicas del campus, esas fiestas en que se emplean todo tipo de alambicados dispositivos para beber alcohol o inhalar marihuana en cantidades ingentes, las escapadas a conciertos o a la discoteca de referencia, o las dinámicas del grupo, que pasan por valorar el mayor o menor grado de virilidad de sus componentes según la espesura de los bigotes, anticipar las técnicas de ligoteo de los amigos o saltarse las escasas reglas de comportamiento que les imponen sus entrenadores.

Al director le interesa ante todo esta mirada casi antropológica a los usos y costumbres de personajes que no necesitan de grandes conflictos dramáticos

Al director le interesa ante todo esta mirada casi antropológica a los usos y costumbres de unos personajes que no necesitan de grandes conflictos dramáticos para existir. Pero si la diversidad humana resultaba uno de los mayores atractivos de 'Movida del 76', la reducción del protagonismo a un equipo deportivo masculino que se pasa buena parte del tiempo hablando de béisbol se convierte en uno de los principales inconvenientes de 'Todos queremos algo'.

'My Sharona' en el radiocasete

Linklater inscribe a sus personaje en ese cambio de era que representa 1980. Desde el arranque del filme, el fetichismo de los objetos y de la música nos sumerge en la época: el radiocasete del coche que conduce Jake escupe el 'My Sharona' de The Knack y la cámara se detiene, además de en la marca que identifica el automóvil, en las cajas de vinilo de detrás del coche. Los protagonistas aparecen jugando a la máquina del millón pero también con una primitiva Gameboy, coleccionan VHScon todos los capítulos de 'The Twilight Zone' y pasan de bailar música disco o incluirse en un grupo de baile country a colarse en un concierto punk. A pesar de estos detalles y una banda sonora plagada de éxitos del momento, 'Todos queremos algo' rehúye el mero regodeo nostálgico al pincelar de forma sutil este periodo de transición entre diferentes formas de vivir la juventud.

En 'Movida del 76', la principal tensión dramática residía en el dilema de uno de los protagonistas, estrella del fútbol en ciernes, que se resistía a adaptarse a los dictámenes del deporte institucionalizado. En la resolución del filme bullía aún el espíritu de la contracultura norteamericana, en lo que se podía entender como la versión 'indie' del final de 'La soledad del corredor de fondo': la rebeldía individual frente a la apropiación autoritaria del triunfo deportivo.

Entre los protagonistas de 'Todos queremos algo', el rechazo al sistema se reduce a la típica indisciplina propia de los estudiantes, mientras que el espíritu rebelde ha tornado en capacidad de adaptación al entorno. Linklater compensa el mayor conformismo de sus personajes, otorgándoles un punto de autoconsciencia. En el fondo saben que se encuentran en esa etapa intermedia entre ser la futura promesa deportiva de tu instituto y convertirte, quizás, en un universitario fracasado más. Y quieren disfrutar del momento. Es en la capacidad por atrapar el tiempo de goce antes de que se evanezca la incierta gloria de la juventud donde brilla 'Todos queremos algo'.

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En el momento de su estreno, 'Movida del 76' ('Dazed and Confused', 1993) resultó un relativo fracaso. Pero, con el tiempo, el tercer largometraje de Richard Linklater se ha convertido en un jalón de la comedia juvenil norteamericana. En plena resaca del reinado de John Hughes, el director de 'Antes del amanecer' subvirtió la mayoría de códigos de las películas de instituto en una radiografía de los ritos de iniciación y comportamiento de los adolescentes de Austin en la década de los setenta. Como en la anterior y más radical,'Slacker',

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