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'X-Men: Apocalipsis', Dios es un mutante
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'X-Men: Apocalipsis', Dios es un mutante

Los superhéroes se ponen en modo místico en la última entrega de la saga de Marvel

Foto: 'X-Men: Apocalipsis'.
'X-Men: Apocalipsis'.

No hay prueba más fehaciente de que el ser humano está ávido de dioses que la mera existencia de los 'believers'. Necesitamos dioses abstractos, carnales, nuevos, viejos dioses. Deidades intangibles e inabarcables. Ídolos de masas, del pop, con corbata ysin corbata, o con medias y calzoncillosde licra. Alguien a quien adorar, a quien pasarle los marrones. Alguien que nos indique el camino y que nos proteja. O que nos destruya.

Dos años después de'X Men: días del futuro pasado' (2014), Bryan Singer retoma por cuarta vez la saga más prolífica del sello Marvel, que, al igual que la esencia de Dios, parece infinita. Michael Fassbender vuelve a meterse en la piel de un Magnetotorturado, como salido de una cinta de Kiewslowski, y repite junto a la polifacética -literalmente en esta película- Jennifer Lawrenceen el papel de Místicay a James McAvoy como el profesor Charles Xavier, guía moral de los mutantes del mundo. Y cuando a pesar de contarconestos pesos pesados de la interpretación, una gran inversión en efectos especiales y un guion basado en un cómic de éxito, solo consigues arrancar los bostezos del respetable, entonces tienes un problema. Y grande.

Tráiler de 'X-Men: Apocalipsis'

'X-Men: Apocalipsis' arranca en el Antiguo Egipto con un ritual épico y ampuloso en el que relata el origen de En Sabah Nur -interpretado por Oscar Isaac-, una especie de deidad milenaria que a lo largo de los siglos ha atesorado un poder y un conocimiento inconmensurables y con un gusto algo embrutecido por el desordeny la violencia. Tras siglos de letargo, el autoerigido como primer mutante despertará -de una forma casi accidental- en unos años ochentade decadencia, tugurios clandestinos, música electrónica y peinados horteras. El género humanose ha alejado del sendero divino y, como buen dios de la antigüedad, para En Sabah Nur la redención del hombre pasa por su total aniquilación. "Que reine el caos", avisa.

Es la época de las hombreras, los colores chillones y 'Star Wars' -la primera trilogía, la que no hacía llorar a los fans-, y los mutantes siguen ocultándose como parias sociales en una sociedad falsamente integradora. Magnetoy Ravenviven en la clandestinidad, alejados de la Escuela Xavier para Jóvenes Talentos. Allí, por el contrario, el profesor Charles Xavier y Hank McCoy -Nicholas Hoult- persisten en su idea de lograr la coexistencia pacífica entre mutantes y seres humanos. Con el advenimiento de En Sabah Nur, los X-Mense rearmarán para evitar el exterminio de quienes los temen tanto como los desprecian, y los mutantes tendrán que decantarse por la esperanzade un mundo en paz o por el recelo hacia la humanidad que predica el nuevo mesías.

Los X-Mense ponen místicos

'X-Men: Apocalipsis' avanza de forma flemática durante la primera parte de las casi dos horas y media de metraje, quizápor el intento estéril de su director de revestir una película de superhéroes de una profundidad metafísica y de una reflexión existencialista sobre la naturaleza humana, la divinidad -y los falsos dioses- y el poder del grupo frente al individuo. Como un chupa-chups con virutas de hostia consagrada.

Explosiones monumentales, algún cameo estelar y un final abierto

Una tras otra se suceden las referencias bíblicas y alusiones al imaginario cristiano, desde los cuatro jinetes del Apocalipsis hasta Jesucristo caminando sobre las aguas y la quema de Juana de Arco. Singer, quizáconsciente de su exceso de carga, intenta aligerar la densidad del ambiente con la introducción, casi a machete, de algunas secuencias cómicas y efectistas en busca de la carcajada -bastante esquiva- del espectador.

No es hasta el último tercio de la película cuando el director consigue tomarle el pulso a la acciónque, poco a poco, coge el ritmo que se le presupone a un producto diseñado -teóricamente- para el entretenimiento. Las batallas a varias bandas y los giros de guion del final recuperan la esencia de las anteriores entregas:explosiones monumentales, guiños a losseguidorescon algúncameo estelar y un final que deja la puerta abierta a una indiscutible continuación. Da igual que los dioses tengan los pies de barro,persistirán siempre y cuando consigan mantenerla fe de sus más fervientes seguidores.

No hay prueba más fehaciente de que el ser humano está ávido de dioses que la mera existencia de los 'believers'. Necesitamos dioses abstractos, carnales, nuevos, viejos dioses. Deidades intangibles e inabarcables. Ídolos de masas, del pop, con corbata ysin corbata, o con medias y calzoncillosde licra. Alguien a quien adorar, a quien pasarle los marrones. Alguien que nos indique el camino y que nos proteja. O que nos destruya.

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