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Un fallido 'thriller' cañí a golpe de saeta
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Un fallido 'thriller' cañí a golpe de saeta

La estética pretendidamente hortera y 'classy' de la segunda película de Maíllo la emparenta con un cine más reciente, ese que es más autoconsciente de su condición de divertimento

Foto: 'Toro'.
'Toro'.

De Goslyng a Casas. 'Drive' hizo mucho más que catapultar definitivamente la carrera de su protagonista. La película de Nicolas Winding Refn dignificó un tipo de cine de género, convirtiéndolo en algo más que un vacío espectáculo de carreras y disparos a bocajarro. Aquel 'neo-noir' lírico y voluntariamente desabrido poseía una estilización que, sorpresivamente, estaba plenamente justificada. Con ese referente estético, el 'Toro' de Kike Maíllo se presenta como una película de acción que también pretende trascender su género. O eso parece. Situémonos: en los primeros minutos, la Málaga más cani es el escenario de una espectacular persecución automovilística después de que los tres hermanos que integran una banda traten de robar un restaurante chino. Para el más joven, un Mario Casas físicamente contundente, ese es su asalto final, el del adiós definitivo a la mala vida. Otro de ellos resulta malparado en el intento y el tercero parece tramar algo. Si el espectador no es muy despistado, percibirá que la traición y los giros de guion están a la vuelta de la esquina.

Nada que objetar al planteamiento. Desde que el cine es cine, la historia del delincuente con chica redentora (aquí, una anecdótica Ingrid García Jonsson) que abraza la fatalidad en su último golpe siempre ha dado lugar a relatos de resonancias mitológicas al estilo del Raoul Walsh de 'El último refugio'. Sin embargo, la estética pretendidamente hortera y 'classy' de la segunda película de Maíllo la emparenta con un cine más reciente, ese que es más autoconsciente de su condición de divertimento. Las costuras visuales de 'Toro' tienen mucho que ver con el universo tarantiniano o con los 'spaguetti western' de Sergio Leone pasados por un tamiz andaluz en el que las puñaladas por la espalda se pegan al ritmo de saetas y están acompañadas de una barroca imaginería religiosa.

Tráiler de 'Toro'

Ningún reproche. De hecho, es bastante loable el intento de acercar al universo de esa Costa del Sol abarrotada de especulación inmobiliaria los referentes de un disfrutable cine de acción con cámaras lentas, antihéroes cuya capacidad aniquiladora es más propia de un videojuego yakuza que de la vida real, o capos de la mafia que matan con una solemnidad que envidiaría el mismísimo John Wayne de cualquier película de John Ford.

Sin embargo, algo falla. Si han leído los dos últimos párrafos de esta crítica y han sentido cierto 'empacho' ante el torrente de referencias y nombres, entenderán lo que le ocurre a la película de Maíllo. Sus espejos en los que mirarse, sus ecos cinematográficos, son tantos y tan numerosos que acaban por conformar una película que se revela como un pastiche imposible. Aunque la 'broma' pueda ser aceptada por muchos espectadores cómplices, durante todo el metraje se percibe la desagradable sensación de que Maíllo pretendía algo más que divertirse, mucho más que convertir a Mario Casas en un musculoso antihéroe a lo 'Drive'. Las (supuestas) pretensiones son tantas que darían para una lista interminable: desde la carta de la baraja con facilonas resonancias edípicas a una niña que parece ser redimida del peso familiar (pretendida o no, una tosca referencia al trasfondo de malditismo mafioso-familiar de 'El Padrino' o 'Camino a la perdición') al tibio retrato de la Andalucía del desempleo, que aparece como marco de algunas secuencias a través de una radio en que los informativos no dejan de hablar del paro y de la crisis.

Esas pretensiones de saga mafiosa con comentario 'ad hoc', con personajes que ni siquiera están matizados o bien presentados, son las que no hacen buenas migas con la Málaga de la manteca 'colorá', las que hacen disonante una banda sonora que ilustra el crimen con pasos de Semana Santa, las que desvían nuestra atención hacia la peluca de un Luis Tosar que más que un torpe criminal parece uno de los Chunguitos. Maldita la gracia, pensarán algunos. Visualmente arrebatadora a base de escenificar la violencia con regusto inequívocamente cañí, la cinta de Maíllo podría haber sido grandiosa si no fuese más que una broma. Lamentablemente, no es así. No deja de resultar irónico que una película con tanta Virgen de por medio cometa el mayor de todos los pecados del género al que pertenece: tomarse demasiado en serio a sí misma.

De Goslyng a Casas. 'Drive' hizo mucho más que catapultar definitivamente la carrera de su protagonista. La película de Nicolas Winding Refn dignificó un tipo de cine de género, convirtiéndolo en algo más que un vacío espectáculo de carreras y disparos a bocajarro. Aquel 'neo-noir' lírico y voluntariamente desabrido poseía una estilización que, sorpresivamente, estaba plenamente justificada. Con ese referente estético, el 'Toro' de Kike Maíllo se presenta como una película de acción que también pretende trascender su género. O eso parece. Situémonos: en los primeros minutos, la Málaga más cani es el escenario de una espectacular persecución automovilística después de que los tres hermanos que integran una banda traten de robar un restaurante chino. Para el más joven, un Mario Casas físicamente contundente, ese es su asalto final, el del adiós definitivo a la mala vida. Otro de ellos resulta malparado en el intento y el tercero parece tramar algo. Si el espectador no es muy despistado, percibirá que la traición y los giros de guion están a la vuelta de la esquina.

Luis Tosar
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