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estreno de 'girlhood'

Rihanna en la barriada

La directora Céline Sciamma retrata en su nuevo filme a las adolescentes de las banlieue

Foto: Fotograma del filme francés
Fotograma del filme francés

Las imágenes de las revueltas en las banlieues de París y el resto de Francia en 2005 propiciaron todo tipo de preguntas y debates en torno a los jóvenes que las protagonizaban. Sin embargo, hubo una cuestión evidente que se discutió poco: ¿dónde estaban las chicas? La falta de visibilidad de las jóvenes en barrios periféricos no es algo que solo afecte a los informativos. Ya en los años setenta del siglo pasado, teóricas como Angela McRobbie y Jenny Garber criticaron la escasa atención que se dispensaba a las mujeres en los estudios académicos sobre las subculturas juveniles.

En el cine, las pandas de barrio también han sido un territorio casi exclusivo de compañerismo o rivalidad masculina. En El odio (1995) de Mathieu Kassovitz, esa película que demostró que se podían abordar cuestiones propias del realismo social desde una estética postmoderna, el retrato de las duras condiciones de vida en la banlieue se llevaba a cabo desde una perspectiva de diversidad cultural (los tres protagonistas encarnaban respectivamente a un judío, un árabe y un subsahariano), pero no sexual. Las chicas apenas tenían presencia en la película.

Girlhood (título internacional más transversal e indefinido que el original francés, Bande de filles) arranca en pleno partido de fútbol americano. La energía se palpa en el ambiente. Hasta el final del encuentro, cuando los dos equipos se sacan los cascos, no nos percatamos que las jugadoras son muchachas. La directora Céline Sciamma apuesta desde el principio por desmontar los apriorismos ligados al género y asocia una actividad vinculada a la fuerza y la competición con las mujeres. Más interesante resulta todavía la siguiente secuencia. La cámara sigue a las chicas mientras salen del estadio. Se despiden unas de las otras hasta que nos quedamos con quien será la protagonista principal del film, Marieme (espléndida Karidja Touré). A medida que se adentra en el barrio, nos damos cuenta que en ese espacio público, flanqueado por grupos compuestos solo por chicos, rigen otras normas.

Adolescentes en apuros

El tercer largometraje de Céline Sciamma tras Naissance des pieuvres (2007) y Tomboy (2011) se centra en el paso de la adolescencia a la juventud de Marieme y sus tres amigas. Aunque cubra un vacío en lo que a visibilización de las chicas se refiere, Girlhood no pretende funcionar ni como la respuesta femenina a El odio y otras películas similares ni como un estudio sociológico desde la ficción sobre las jóvenes que crecen en la banlieue. El filme equilibra las dos ideas presentes respectivamente en su título original y en el internacional.

Por un lado es un retrato de la adolescencia en clave femenina. Marieme se enfrenta a las problemáticas universales en este momento de la vida: la primera relación amorosa, los conflictos con la familia, el fracaso escolar y el cambio de amistades. El proceso de construcción de una nueva identidad se pone de manifiesto a través de la transformación de su propia apariencia: la chica pasa de vestir de forma discreta y convencional a ataviarse con una chupa de cuero mientras se alisa los cabellos para atenuar su aspecto africano.

Pero Sciamma también tiene en cuenta cómo afectan los condicionantes sociales a la protagonista. Las perspectivas de futuro que se le presentan a Mariame son escasas: en la escuela le recomiendan que no vaya al instituto mientras su madre da por supuesto que acabará limpiando aseos como ella. La autoridad tanto en el ámbito privado como en el público la marcan los hombres. La protagonista y su novio mantienen una relación clandestina para que no se enfade el hermano de ella. Ante este panorama, Mariame encuentra refugio en su nuevo grupo de amigas, al que se incorpora siguiendo unas liturgias muy parecidas a las de la admisión en una banda callejera: adopta el aspecto del resto de las chicas y participa en los enfrentamientos con otros grupos femeninos para marcar territorio. A partir del último tercio del filme, la protagonista decide marcharse del barrio a fin de ganarse la vida por su cuenta como camella. Sciamma deja el final de su filme abierto: sin olvidar las dificultades a las que se enfrenta Mariame por ser mujer de extrarradio en Francia, no permite que sus circunstancias predeterminen su destino.

Aunque resulte también reivindicable como ficción sobre la vida en la banlieue de una adolescente, la fuerza de Girlhood reside en su capacidad para retratar a las muchachas más allá de su contexto. Por ello las mejores escenas del filme son aquellas en que la cámara se detiene en las chicas sin más intención que la de filmarlas hablando, jugando, paseando o bailando. Pocas escenas más poderosas veremos este año en el cine que aquella en que las protagonistas se arrancan a cantar un tema de Rihanna en la habitación de un hotel. Ajenas al mundo exterior, las chicas se afirman vivas, fuertes y hermosas como diamantes en el cielo.

Las imágenes de las revueltas en las banlieues de París y el resto de Francia en 2005 propiciaron todo tipo de preguntas y debates en torno a los jóvenes que las protagonizaban. Sin embargo, hubo una cuestión evidente que se discutió poco: ¿dónde estaban las chicas? La falta de visibilidad de las jóvenes en barrios periféricos no es algo que solo afecte a los informativos. Ya en los años setenta del siglo pasado, teóricas como Angela McRobbie y Jenny Garber criticaron la escasa atención que se dispensaba a las mujeres en los estudios académicos sobre las subculturas juveniles.

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