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Pablo Escobar, estampas familiares de un emprendedor del narcotráfico
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estreno de 'escobar: paraíso perdido'

Pablo Escobar, estampas familiares de un emprendedor del narcotráfico

Benicio del Toro interpreta al capo colombiano de la droga en un thriller de acción

Foto: Benicio del Toro en un fotograma del filme
Benicio del Toro en un fotograma del filme

El gran patrón de la droga en Colombia en los años setenta y ochenta queda relegado a personaje secundario en esta coproducción europea que toma su nombre. Escobar, paraíso perdido no se articula como un biopic sobre el rey de la cocaína, sobre ese traficante responsable directo de la muerte de miles de personas que llegó a amasar una fortuna inconmensurable y puso en jaque al gobierno de su país.

La película se centra en cambio en un personaje de ficción, Nick (Josh Hutcherson), un joven canadiense amante del surf que cree encontrar el paraíso soñado en la costa colombiana. Su felicidad se ve acrecentada cuando inicia una relación con una muchacha local, María (Claudia Traisac), que un día le presenta a su tío Pablo (Benicio Del Toro). El patriarca de la familia de María resulta ser un hombre poderoso al que muchos en su entorno ven como un benefactor de la comunidad. Nick no tarda en descubrir que Pablo es también un monstruo.

En una estrategia muy propia del cine comercial, el guionista y director debutante Andrea Di Stefano sitúa en el en centro de gravedad del filme a un personaje ficticio. De esta manera dispone de un protagonista con el que el público se puede identificar fácilmente, algo que no sucedería con Escobar.

El personaje de Nick le permite desarrollar un conflicto dramático con gancho: el del inocente que se mete sin quererlo en plena boca del lobo y debe escaparse de ella por sus propios medios. Nick además es norteamericano y contempla todo aquello que sucede en Colombia como un extranjero, lo que refuerza la identificación entre los espectadores ajenos al país, además de reincidir en ese tópico del occidental que ve como el territorio supuestamente edénico al que ha viajado deviene una auténtica pesadilla.

De esta manera la imagen de Escobar en la película se aleja de la iconografía más gastada de los reyes latinos de la droga en el cine. Di Stefano no presenta a un tipo megalómano que luce trajes caros y llamativos en las discotecas de su propiedad sino un hombre hogareño que otorga mucha importancia a la vida familiar. Ni tan siquiera hay un especial regodeo en la delirante mansión con zoo donde vivía el criminal, aunque de vez en cuando algún animal exótico cruce el encuadre a lo lejos...

Desde el punto de vista de Nick, vivimos la transformación del tío protector en asesino implacable. Más que como radiografía de Escobar, la película funciona como un thriller de acción donde el protagonista se ve obligado a emprender la huida de un mafioso que controla a su familia política... y a todo un país. Entre el grupo de matones que le persigue, por cierto, se encuentra el implacable Drago, a quien da vida de forma muy convincente el actor español Carlos Bardem. Escobar, paraíso perdido deviene un convencional filme de género que no explota todo lo que podría la figura del narcotraficante y todo lo que representó en aquella época.

El gran patrón de la droga en Colombia en los años setenta y ochenta queda relegado a personaje secundario en esta coproducción europea que toma su nombre. Escobar, paraíso perdido no se articula como un biopic sobre el rey de la cocaína, sobre ese traficante responsable directo de la muerte de miles de personas que llegó a amasar una fortuna inconmensurable y puso en jaque al gobierno de su país.

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