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Bette Davis, 25 años sin la gata que siempre caía de pie
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un cuarto de siglo sin la actriz

Bette Davis, 25 años sin la gata que siempre caía de pie

“Soy como una gata. Si me tiran al aire, siempre caigo de pie”. La frase es de Bette Davis, la más pérfida de las encarnaciones que hace 25 años que falleció

Foto: Bette Davis en 'Más allá del bosque' (CC)
Bette Davis en 'Más allá del bosque' (CC)

“Soy como una gata. Si me tiran al aire, siempre caigo de pie”. La frase es de Ruth Elizabeth Davis, la más pérfida de las encarnaciones de la gran pantalla, pero también la única estrella de Hollywood, junto a Katharine Hepburn, a la que se puede considerar, sin ambages, una gran actriz.

Un cuarto de siglo después de su muerte, el Festival de San Sebastián ha ofrecido a su público el documental de TCM El último adiós de Bette Davis, que ofrece al espectador el relato de los últimos días de la actriz, cuando su paso por el certamen, donde recibió el Premio Donosti, supuso un canto del cisne público, ya que falleció pocos días después, el 6 de octubre de 1989. Juan Zavala, que firma el guion de la cinta junto a su director, Pedro González Bermúdez, asegura que lo que han tratado de hacer es retratar a una “estrella que podría ser cualquiera, que se resiste a que su tiempo haya pasado ya”.

Tanto Zavala como González Bermúdez esperaron a pie de calle el coche que traía a Davis al certamen. Cuando finalmente la vieron se quedaron “impresionados con el estado en el que llegaba. De hecho, llegó un lunes y no salió del hotel hasta el jueves siguiente. Cuando recibió el Premio Donosti se la veía frágil, pero crecida ante el público, cuyos ojos parecía necesitar para seguir viviendo”, explica Zavala.

Los ojos fueron precisamente la seña de identidad de esta grande del cine a la que muchos definieron la “quinta Warner” por el poder que llegó a tener en el estudio comandado por Jack Warner. Muchos años antes, durante su infancia, su mirada sufrió las quemaduras producidas por las velas de un árbol de Navidad que hicieron que su mirada adquiriese ese nerviosismo amenazante tan propicio para las existencias dolientes y melodramáticas que tantas veces tuvo que encarnar.

Su llegada a Hollywood a principios de los años 30, acompañada por una madre posesiva que no la dejaba ni a sol ni a sombra, fue un desastre. La prueba que hizo para el productor Sam Goldwyn no fue bien. Nadie parecía querer contratar a aquella chica rubia de ojos saltones que no era guapa y tampoco se ajustaba al perfil de estrella a pesar de su extraordinaria fotogenia. Con varios ‘noes’ a sus espaldas, en 1931 ya firmaba un contrato con Warner y la batalla estaba servida.

Durante sus casi dos décadas de estancia en el estudio luchó con uñas y dientes por personajes que estuviesen a su altura y un sueldo mejor y llegó a denunciar al mismísimo Jack Warner llevando su trifulca con él a los tribunales británicos. Si hubo una estrella que se rebelase contra los contratos leoninos del star system, esa fue la Davis.

“Casi siempre interpretaba a mujeres que sufrían y se enfrentaban a convencionalismos”, asegura Zavala. Los ejemplos son interminables, desde la Julie de Jezabel, su primera cinta con William Wyler, que osa acudir de rojo a un baile lleno de virginales jovencitas sureñas, a la hipócrita adúltera de La Carta, a las órdenes del que fuese su amante y director favorito.

Postrera heroína del cine de terror

Pese a ser la estrella femenina favorita de los hermanos Warner, casi nunca se sintió bien tratada. No fueron pocas las veces que se quedó atrincherada en casa sin ir a trabajar porque estaba en desacuerdo con el director de turno. El estudio estropeó su deseo de ser la Escarlata O’ Hara de Lo que el viento se llevó al intentar ofrecerla ‘prestada’ a Selznick, productor de la cinta, en un ‘paquete’ que incluía a su odiado Errol Flynn y, a lo largo de los años 40, tras cumbres del melodrama como La extraña pasajera, acabó encasillada en películas de cuarta.

Una de ellas, Más allá del bosque, hoy reivindicada como una joya ‘kitsch’, fue su última cinta para el estudio. Interpretando a una mujer desencantada y cruel con su marido, otra de esas pérfidas que eran su especialidad.

Su etapa Warner pasó a mejor vida pero pronto llegaría, en 1950, el papel que Juan Zavala cree que tiene más que ver con la Bette Davis real, el de la Margo Channing de Eva al desnudo. Su encarnación de una actriz madura, inteligente, cínica y de vuelta de todo, fue una pieza fundamental en la obra maestra de Joseph Leo Mankiewicz, que ganó 6 Oscar. Sin embargo, el impulso de la cinta tampoco le garantizó trabajo seguro.

Famoso fue su anuncio en la revista Variety por aquellas fechas, en el que se vendía a sí misma: “Se ofrece actriz con 30 años de experiencia en el cine y todavía animosa. Con dos Oscar”. En los años 60, y pese a la resistencia de Jack Warner a la hora de contratar a “esas dos viejas”, protagonizó, junto a su archienemiga Joan Crawford, ¿Qué fue de Baby Jane? El rodaje fue una auténtica batalla campal para ambas. Davis llegó a decir que no “mearía” a Crawford aunque esta estuviese “ardiendo en llamas”.

Y, nuevamente, volvió a ser la gata que caía de pie, ya que todos los asistentes al certamen se quedaron boquiabiertos. “He llegado a la cumbre a fuerza de mucho arañar e incluso habría recurrido al asesinato para conseguirlo”, dijo una vez. La vida nunca consiguió vencerla, ni siquiera en esos últimos compases.

“Soy como una gata. Si me tiran al aire, siempre caigo de pie”. La frase es de Ruth Elizabeth Davis, la más pérfida de las encarnaciones de la gran pantalla, pero también la única estrella de Hollywood, junto a Katharine Hepburn, a la que se puede considerar, sin ambages, una gran actriz.

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